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Arquitectura renacentista

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Arquitectura renacentista

Arquitectura del Renacimiento o renacentista es aquella producida durante el período artístico del Renacimiento europeo, que abarcó los siglos XIV, XV y XVI. Se caracteriza por ser un momento de ruptura en la Historia de la Arquitectura, en especial con respecto al estilo arquitectónico previo: El Gótico.

Produce innovaciones en diferentes esferas: tanto en los medios de producción como en el lenguaje arquitectónico, que se plasmó en una adecuada y completa teorización.

Otra de las notas que caracteriza este movimiento es la nueva actitud de los arquitectos, pasando de ser artesanos a verdaderos Profesionales, marcando en cada obra su estilo personal. Las grandes catedrales góticas son en su mayoría anónimas, sin embargo las grandes obras renacentistas están todas firmadas. Inspiraron su labor en su interpretación propia de la Antigüedad clásica, en particular en su vertiente arquitectónica, que consideraban modelo perfecto de las Bellas Artes.

También es un momento en que las Artes manifiestan un proyecto de síntesis e interdisciplinariedad bastante compacto, no considerándose como elementos independientes, sino subordinados a la Arquitectura.

Períodos

La Historia de la Arquitectura del Renacimiento, como un todo, suele dividirse en los siguientes tres grandes períodos:

  1. Siglo XIV e inicios del siglo XV: Quattrocento, momento en que se destaca la figura de Filippo Brunelleschi y Leon Battista Alberti. Es una arquitectura que aspira al Clasicismo y que pone los puntales teóricos de la canonización del estilo, que caracterizará al período siguiente.
  2. Siglo XV e inicios del siglo XVI: cinquecento o fase del Alto Renacimiento, en el que destacan arquitectos como Donnato Bramante.
  3. Siglo XVI: Manierismo, donde las individualidades de los arquitectos comienzan a sobreponerse al proyecto teórico clásico. Destacan maestros como Miguel Ángel, Andrea Palladio y Giulio Romano.


Características generales de la Arquitectura del Renacimiento

Fundamentos generales del Renacimiento

La Arquitectura del Renacimiento estuvo bastante relacionada con una visión del mundo durante ese período sostenida en dos pilares esenciales: El clasicismo y el humanismo.

Hay que destacar que los ideales y valores renacentistas no pudieron surgir totalmente desvinculados del Acervo medieval que le precedió, sin embargo, los conceptos que subyacen a este estilo arquitectónico se construyeron sobre la consciente y efectiva ruptura de la producción artística de la Edad Media, en especial del estilo gótico.

Podemos analizar las siguientes características generales:

  • Búsqueda del ideal clásico: A través del clasicismo, los hombres del Renacimiento miraban hacia el mundo greco-romano como modelo para su sociedad contemporánea, buscando aplicar en la realidad material cotidiana aquello que consideraban que pertenecía a un mundo más idílico que real. En este sentido, la Arquitectura, en especial, intentó concretar conceptos clásicos como la belleza, surgiendo así la teorización y ordenación del movimiento, fundamentado en la Arquitectura clásica griega y romana. Según los teóricos renacentistas éste era el camino idóneo para alcanzar el mundo ideal.
  • Visión profana sobre temas religiosos: Los valores clásicos, desde el punto de vista del cristianismo, de enorme influencia en este período (teniendo el cuenta que el Renacimiento surge en Italia, donde la presencia de la Iglesia Católica fue decisiva para el Arte), eran considerados Paganos y de carácter pecaminoso. Para superar esta censura de la Iglesia Católica, se integró la visión del mundo cristiano con el proyecto de recuperación de los ideales clásicos, a través de escenas desacralizadas y edificios hechos a la medida del hombre. Esta fue otra de las innovaciones del movimiento.
  • Influencia de la naturaleza: La naturaleza era vista como la creación suprema de la obra de Dios y el elemento más próximo a la Perfección (otro de los ideales que había que buscar a través de la estética clásica). Así, se pasa de la búsqueda de la inspiración en la naturaleza, a la inspiración en las formas de la propia naturaleza, tal como proponen los clásicos, convirtiéndose esto en un valor autónomo.
  • Antropocentrismo y humanismo: Además de la naturaleza como creación perfecta, se vuelve la mirada al ser humano‏‎: se deja atrás el Teocentrismo medieval para entrar en el Antropocentrismo. El hombre se analiza, en vez de como ser creado a imagen y semejanza de Dios, como medida y referencia del universo. Así, será el objeto central de la manifestación artística, con una importancia aún mayor que durante la Antigüedad clásica. El humanismo, como corriente filosófica, se manifestó como un sentimiento comprometido con la representación del hombre en el Universo, que así reafirmaba su presencia. Propugnaba la filosofía humanista el estudio de la naturaleza como instrumento para llegar al conocimiento, más del Universo en conjunto, que de las cosas singulares.


La importancia de la perspectiva

Un dato importante en el definición de espacialidad del Renacimiento es la incorporación de la perspectiva como instrumento del Proyecto Arquitectónico y la noción de diseño como forma de conocimiento.

La principal ruptura con el espacio medieval se produce en el momento en que los arquitectos del Renacimiento pasan a diseñar en sus edificios un desarrollo en el que las reglas del diseño son fácilmente asimilables por los usuarios del mismo. A partir de un análisis objetivo del espacio, presidido por un cierto sentido empírico, llegan a conclusiones que impondrán el propio ritmo del edificio y su entorno.

El dominio del lenguaje clásico, para hacer llegar estos efectos útiles en los edificios, hace posible el estudio de la perspectiva. Como resultado, surge una arquitectura insertada en un espacio perspectivo, integralmente aprehendido por el observador y cuyas relaciones proporcionales se muestran de forma analítica y objetiva.

Estas nuevas relaciones espaciales son especialmente evidentes comparadas con el espacio presente en las catedrales góticas. En ellas, la intención arquitectónica es que el observador, desde el momento en que entra en el edificio, sea dominado por el espacio e instintivamente alce su mirada hacia la cima, procurando así un movimiento ascendente en busca de la figura de Dios. En otras palabras, toda monumentalidad de este espacio gótico tiene una función, entre otras, que es poseer la voluntad del individuo y determinar sus deseos, la función de su estancia y el uso del edificio. En el espacio renacentista, la intención es justamente la contraria: el edificio no domina al individuo, sino que éste reflexiona sobre su espacialidad y la maneja. Se traslada el concepto de una arquitectura a la medida de Dios a la de una a la medida del hombre.

La tratadística renacentista

Inspiración vitruviana

La recuperación del ideario de la arquitectura clásica, introducida por la cultura del Renacimiento, debió necesariamente trascender de la mera observación de la realidad. La arquitectura producida por los artistas renacentistas, humanistas en general, procuraban mantener una imagen erudita y literaria, más allá de la mera reproducción de las ruinas greco-romanas. Los arquitectos creaban siempre en busca de un modelo ideal, en detrimento de los modelos existentes (con gran número de ruinas en especial en Italia). Estos modelos ideales o idealizados fueron sistematizados y plasmados de forma teórica, en lo que dará origen a los tratados de Arquitectura clásica de la época.

Sin duda, para la creación del modelo teórico, la observación de las ruinas fue la inspiración predominante de los primeros arquitectos renacentistas italianos, pero a medida que el Renacimiento evolucionaba, los estudiosos, pasarán, sistemáticamente, de ofrecer o recuperar los cánones y obras técnicas del clasicismo a redactar sus propios tratados del estilo, que aunque basados en el clasicismo, llegan a ser efectivamente anti-clásicos.

Es destacable para la formación de la tratadística renacentista la preservación de los diez libros de De Architectura del arquitecto romano Marco Vitruvio, del siglo I a. C., básicos para la difusión de las ideas de canon y orden. Éste fue el único tratado del período clásico que sobrevivió tras la caída de Roma, durante la Edad Media, habiendo sido copiado y conservado, de forma fragmentaria en general, en las bibliotecas de los monasterios. Por eso, a medida que los volúmenes eran copiados y traducidos, los diseños y dibujos que componían los tratados fueron perdiéndose, por lo que el contenido del tratado se convirtió con el paso del tiempo en confuso y en ocasiones, contradictorio. Por este motivo, gran parte del esfuerzo de los tratadistas renacentistas sería el recuperar el contenido perdido, llegando para su consumación a aventurar patrones que en modo alguno existían en el texto original.

El tratado vitruviano, como único gran referente teórico de la arquitectura clásica, y pesar de su carencia de contenido, sirvió de base para todos los principales estudios realizados por el Renacimiento. Por ejemplo, un trabajo nítidamente derivado del vitruviano son los diez libros de Leon Battista Alberti, conocidos como De re aedificatoria.

Los tratados y la posición social del arquitecto

Junto a la inspiración vitruviana, un elemento que va a caracterizar los principales tratados renacentistas (especialmente aquéllos que fueron redactados en los primeros momentos del Renacimiento) es el hecho de que sus autores procuraban, en ocasiones con una preocupación mayor que el afán investigador, posicionar al arquitecto como una figura típicamente perteneciente a la Élite fundamental en cualquier estructura social. Tal determinación en cuanto a la profesión no es, claramente un caso de mero «Corporativismo» de aquellos tratadistas, sino un fenómeno que está absolutamente ligado a la ascensión social que el artesano convertido a artista sufre (véase en las próximas secciones para un análisis más profundo de esta situación). En este sentido, los tratados sirven de modo efectivo como medios de Propaganda del nuevo profesional, en oposición a la visión tradicional (que asociaba inexorablemente el arquitecto a las actividades manuales y por tanto, populares y anti-intelectuales). La constatación de esta modificación en la categoría de los arquitectos como artistas nobles e intelectuales, diferente de los «meros artesanos de origen popular» también se evidencia cuando se verifica para quienes estaban escritos estos tratados: en general, eran dedicados a la nobleza (o un noble en particular), poseían un estilo refinado y abordaban cuestiones directamente de interés público de los Príncipes que componían la estructura política italiana.

A pesar de que la Arquitectura Romana también se preocupó de esta cuestión (El tratado vitruviano resalta este dato, visto que estaba concebido como una carta dirigida al emperador), la manifestación de este deseo de afirmación social por parte de los arquitectos renacentistas es un elemento nuevo de este período cuando se compara con la forma de producción artística medieval. Ésta se caracterizaba por la creación colectiva (y anónima, por excelencia) y dominada por la cultura del saber fazer. Los tratados formalizan el deseo del hombre renacentista de manifestarse como individuo ante el mundo y colaborador necesario para contextualizar la Arquitectura como disciplina académica.

Toda esta teoría se fija claramente en la ya citada obra albertiana De re aedificatoria. En ella, Alberti expresa esta nueva visión del arquitecto cuando declara categóricamente que "el arquitecto es el brazo del príncipe". Retoma la interpretación vitruviana de la arquitectura y afirma que ésta no se limita a la mera construcción, porque la verdadera arquitectura está dotada de virtud, concepto clásico asociado al dominio de los hombres. Si la Arquitectura es virtuosa, naturalmente sirve como pieza del juego político, ya que tal dominio de los hombres forma parte de la formulación de la política clásica (fundada en la idea de ciudad como lugar de convivencia y germinadora de la política). En conclusión, el estudio riguroso que hacen de los órdenes arquitectónicos clásicos está siempre, según su concepción, ligado a esta característica virtuosa de la arquitectura. La estética del Renacimiento es, por lo tanto, también un reflejo de un determinado pensamiento político.

Historia de la Arquitectura renacentista

La Arquitectura renacentista se desarrolla a partir del siglo XV principalmente en Italia. Es común atribuir el lugar de génesis a la ciudad italiana de Florencia, ciudad donde el gótico apenas había penetrado, en el momento de la construcción de la cúpula de la Catedral de Santa María del Fiore proyectada por Filippo Brunelleschi. Tal episodio no sólo es un mero cambio en el perfil estilístico que predominaba en el escenario arquitectónico florentino, sino la demostración clara de la ruptura que vendría posteriormente en la propia forma de producir la arquitectura, abriendo camino para, no sólo redescubrir el clasicismo, sino también para la promoción de la tratadística y para una teorización inédita sobre el tema. Son muchos los estudiosos que afirman que Brunelleschi construyó, de hecho, no sólo una cúpula, sino el concepto de un nuevo tipo de arquitecto: altera las reglas de la construcción civil iniciando un proceso que, gradualmente, separará al proyectista del constructor.

Un hecho a destacar en la producción de Brunelleschi es que se manifiesta más importancia en el campo de la construcción que en el del estilo. Se asimila esto cuando se observa la obra en su conjunto, percibiéndose que, a pesar de querer seguir la canonización clásica, se produce un edificio que no es completamente comprometido con dichas reglas clásicas. Esto es causado por la carencia del arquitecto de conocimiento profundo de las normas clásicas, al que accedía más por la observación de las ruinas romanas existentes que por el estudio de los tratados.

Asimismo, Brunelleschi inicia una tradición que se separa al arquitecto de los antiguos gremios medievales y cuya profesionalización es cada vez más patente en la época, afirmándose como intelectuales alejados de la construcción propiamente dicha. Muchos críticos que analizan el fenómeno desde una óptica marxista identifican aquí el momento en el que la incipiente burguesía toma de las clases populares el dominio de los medios de producción (dejando éstas de poder construir y pasarán a poder diseñar), posibilitando así un proceso de explotación del proletariado por el Capital, que se recrudecerá durante la Revolución Industrial.

Momento inicial: La cúpula da Santa María del Fiore

La catedral de Santa María del Fiore fue inicialmente ejecutada en estilo tardo-románico, pero su construcción duró varias generaciones (fue iniciada en 1296 y a la muerte de Brunelleschi, en 1446, aún no se había concluido). No fue un edificio proyectado: su diseño y su construcción se armaron de forma paralela. Aunque existía un plano general para su forma y distribución interna, los detalles constructivos, según era corriente en la práctica edificativa medieval, iban siendo resueltos a medida que avanzaba la construcción, en la propia obra. Por tanto, a pesar de que la necesidad de construir una gran cúpula sobre un determinado punto de la iglesia preexistía, la forma de la misma no había sido decidida de antemano. Cuando llegó el momento de erigirla, los artesanos florentinos se encontraron con un vano de 40 metros, imposible de cubrir con las técnicas constructivas tradicionales.

La solución encontrada en 1418, cuando la República de Florencia ya mostraba claras intenciones de manifestar su poder económico en la arquitectura de la ciudad —con lo que la catedral se convirtió, por tanto, casi en una tarjeta de visita—, fue promover una especie de concurso de ideas para la conclusión del templo, que conllevaba, claro está, la solución al problema de la cúpula. Filippo Brunelleschi, que era, en la época, un artesano relativamente reconocido, aceptó el desafío. Decidió, para ello, viajar a Roma en busca de inspiración. Roma, en ese período, era el lugar del mundo en el que las ruinas de la Antigüedad clásica eran más visibles, casi integradas en el paisaje. La principal fuente de inspiración para Brunelleschi fue el Panteón de Agripa: una estructura con un diámetro similar al de Santa María dei Fiori, rematado con una cúpula en arco pleno. Brunelleschi no sólo observó la solución constructiva utilizada en el Panteón, sino que comenzó a estudiar las relaciones estilísticas, proporcionales y formales entre los diferentes elementos que componían ese espacio. Y fue efectivamente esta actitud la que hizo que se gestara el espíritu del Renacimiento: un individuo observa una determinada realidad a través del deseo y de la intención con la que interfiere en aquella realidad antigua para buscar soluciones útiles aplicables a la realidad moderna. Brunelleschi no tenía plena conciencia de la teoría clásica, pero reconoció un modelo estilístico que usaría para construir e idear su propia arquitectura.

A su vuelta a Florencia, lleno de esa experiencia con el mundo clásico, Brunelleschi propuso una solución para la catedral florentina: una gran cúpula de 42 metros rematada por una linterna, basándose en sus pesquisas en Roma. Pero no se limitó a reproducir el modelo romano, sino que propuso una forma totalmente innovadora: su cúpula sería la primera con tambor octogonal de la historia de la arquitectura. Esta cúpula posee una función estética (bella pero austera, sin dar sensación de pesadez), pero también una función ideológica: representa la unidad cristiana. Para su construcción, Brunelleschi utilizó un juego de doble cúpula, una interna y otra externa, formadas por dos capas construidas con dos roscas de ladrillo separados por una rosca de ladrillo a perpiaño, que avanzan en forma de espiral que hace más rígido el conjunto a la vez que configura un espacio como cámara de aire que da ligereza a la cúpula, dibujando a la vez hilos directores y rematada con linterna.

El Quattrocento: El dominio del lenguaje clásico

Brunelleschi, por lo tanto, quedará en la Historia del Arte como el responsable de haber trazado el camino que prácticamente todos los arquitectos del Renacimiento seguirán para realizar sus obras. Como se ha dicho antes, sin embargo, el arquitecto florentino no tenía pleno conocimiento de los diferentes órdenes sistematizados en el lenguaje clásico, lo cual se pone en evidencia cuando acaba creando un lenguaje arquitectónico propio, en el que los elementos clásicos aparecen pero no responden al estilo antiguo.

Los arquitectos que siguieron este método trazado por Brunelleschi fueron sin embargo responsables de la plena recuperación del lenguaje clásico. El dominio del clasicismo se logró de hecho a lo largo del siglo XIV (aunque su sistematización definitiva no llegó hasta la publicación del tratado de Sebastiano Serlio en el siglo siguiente) y encontró en Donato Bramante a su figura más paradigmática. Para entonces (especialmente después de que Alberti expusiera su teoría de la arquitectura en su tratado De re aedificatoria) ya se conocían de modo más fehaciente las formas constitutivas de las arquitecturas griega y romana como posibilidades de composición, y tanto sus soluciones concretas como la síntesis espacial propia de la arquitectura clásica eran, en general, conocidas. Así, los arquitectos renacentistas tuvieron a su disposición todo el potencial creativo que ofrecían el lenguaje y la técnica clásicas y el espíritu de su época. El lenguaje arquitectónico del Renacimiento se expresó a través, no de las copias de los clásicos, sino de su superación.

Es justamente en la obra de Bramante donde este espíritu se concreta de una forma más íntegra, lo que hace de él la figura más importante del Quattrocento en la historia de la arquitectura. Bramante logró demostrar, a través de sus proyectos en palacios o iglesias, que no sólo conocía las posibilidades del lenguaje clásico, sino que también entendía las características y el ambiente de su época, ya que fue capaz de aplicar el conocimiento antiguo a una forma nueva, inédita, sobresaliente y, sobre todo, clásica. El Tempietto o Templete de San Pietro in Montorio, en Roma, diseñado por Bramante, es prácticamente una relectura (aunque no una copia) de los templos de planta central, circulares, típicos de un cierto período de la Arquitectura Romana (por ejemplo, el Templo de Vesta, en la misma ciudad de Roma). Más tarde, el arquitecto inglés Christopher Wren haría a su vez una relectura de la obra de Bramante y propondría una nueva forma en su obra, sin copiarlo del todo: el proceso de creación renacentista que va de la estética de los edificios al pensamiento arquitectónico, como se ve, se reprodujo igualmente en épocas posteriores para hacer nacer nuevos estilos.

Bramante también popularizó una forma profundamente clásica que fue desarrollada y explorada posteriormente. Está inspirada en los arcos de triunfo romanos y fue brillante por sus características compositivas aplicadas a los proyectos de palacios y villas. (Los palacios y villas fueron las piezas clave de expansión del Renacimiento en la arquitectura civil).

La principal imagen de este estilo bramantino se encuentra en las tríadas de aberturas adornadas con arcos, dos de los cuales están a la misma altura y con el central mayor, el denominado sistema de orden más arco, basado en la combinación del orden arquitectónico clásico y el Arco de Medio Punto. Frente al problema, entonces, de conectar en una misma unidad dos entidades espacialmente similares pero de diferentes dimensiones, la solución fue emplear dos sistemas de orden más arco de diferentes dimensiones siguiendo la norma de que el extradós del arco del sistema de menor dimensión fuese tangente a la moldura inferior del entablamento del orden mayor.

La superación de los clásicos, manteniendo siempre la búsqueda del clasicismo típica del período, se dio especialmente en la medida que los arquitectos propusieron soluciones espaciales clásicas para proyectos nuevos (como en los grandes palacios, diferentes de las construcciones romanas, o en las nuevas catedrales o basílicas). Elementos como las bóvedas y las cúpulas se usaron de una forma nueva, y se emplearon los órdenes (jónico, corintio, etc.) característicos de la arquitectura de la Antigüedad.

El Cinquecento: La superación del clasicismo

A medida que el dominio del lenguaje clásico evolucionaba, fue creciendo en los arquitectos renacentistas un cierto sentido de liberación formal de las encorsetadas reglas del clasicismo, de forma que el eventual deseo de superación (que siempre existió en mayor o menor medida) cambió de ser un elemento fundamental a ser fruto de la nueva producción de estos autores. Tal fenómeno, considerado ya como un anuncio del movimiento estético que, años más tarde, se concretaría en el Barroco, ganaría fuerza especialmente en las primeras décadas del siglo XVI (prácticamente después de más de 150 años de producción arquitectónica puramente "renacentista"). El cinquecento fue un momento en que la intención de sistematizar el conocimiento de los cánones clásicos estaba plenamente superada, a través de los tratados de Sebastiano Serlio o Jacopo Vignola. Así, los elementos compositivos del clasicismo dejaron de usarse en edificios como experimentación "en busca de lo clásico", sino partiendo de su plena conciencia, en "busca de su innovación".

En un primer momento, se siguieron fielmente las reglas clásicas de composición, pero ampliando enormemente su ámbito de aplicación. Las reglas clásicas se aplicaron en especial en las grandes obras públicas, los grandes palacios y templos religiosos (los edificios considerados "nobles", dignos de recibir el status de arquitectura según el punto de vista clásico). Por ello, aparecieron nuevas combinaciones de elementos. Andrea Palladio fue el principal exponente de esta nueva forma de trabajar con el lenguaje clásico, como se hace patente en sus proyectos de "villas" en los alrededores de las ciudades italianas. La arquitectura de Palladio fue de tal modo peculiar y destacada con respecto a la de sus antecesores que su método de trabajo acabó creando un nuevo estilo: el palladianismo. Dicho estilo se caracteriza por la aplicación de la planta central en proyectos residenciales (como en las villas) y por un cierto tipo de ornamentación de carácter sintético (denominada arquitectura de superficie), entre otros fundamentos. El propio Palladio fue autor de un tratado bastante completo sobre arquitectura clásica, en el que expuso su modo de pensar y su perspectiva sobre esta cuestión.

Manierismo: Los grandes maestros y el fin del Renacimiento

El Manierismo fue el movimiento artístico producido durante el cinquecento y cuya formación se da en las primeras décadas del siglo XVI y se extiende hasta comienzos del siglo XVII. Evidencia la intención por parte de los arquitectos, humanistas y artistas del período de un arte, que aunque en esencia siguiera al clasicismo, poseía un contenido bastante anti-clásico. En el Manierismo por lo tanto se desarrolla la innovación constructiva confrontándose con la arquitectura clásica, ya plenamente conocida.

Una vez gastado el impulso de la tratadística, que dotada de cierta homogeneidad a la arquitectura mediante la imposición de unas determinadas reglas, surgió una nueva generación de arquitectos, fuertemente individualistas, que supone de hecho un puente entre el Renacimiento y el Barroco. Su dos principales exponentes son Miguel Ángel y Giulio Romano. En sus obras, son constantes las referencias a los elementos compositivos clásicos, pero en forma "desconstruída" y casi irónica. Convierten al interior patrones decorativos de ventanas que deberían estar colocadas en el exterior, juegan con los efectos de la ilusión óptica proporcionados por la perspectiva, a través de volúmenes dimensionados inusitadamente, etc.

La profundización en los caracteres propios de las construcciones manieristas supuso el germen del nacimiento del Barroco, que si superficialmente se considera como ruptura del ideal clásico propuesto por el Renacimiento, realmente constituyó la reacción al agotamiento de éste, ya anunciado por el Manierismo.

Difusión de la Arquitectura del Renacimiento en Europa

El Renacimiento fue un movimiento prácticamente restringido al universo cultural italiano durante sus dos primeros siglos de evolución (entre los siglo XIV|siglos XIV y XVI, aproximadamente), periodo durante el cual, en el resto de Europa, sobrevivían estilos arquitectónicos, en general ligados al gótico o al tardo-románico. Finalmente, en su momento de mayor auge, la estética clásica renacentista comenzó a difundirse por los diversos países europeos desde su Italia natal, debido a diferentes motivos: guerras, anexiones de territorio italiano, viajes de los artistas italianos por Europa para ser contratados por las diversas cortes, etc.

Independientemente de las razones, es cierto que la difusión se dio con más empuje, paradójicamente, por la asimilación de ciertas ideas anticlásicas forjadas en el Manierismo, estilo pujante en aquel momento (comienzos del siglo XVI). La tratadística clásica estaba ya plenamente desarrollada, de forma que los arquitectos de fuera de Italia, en general, poseían un buen dominio de las reglas compositivas clásicas y de su teorías, lo que ya les permitía tomarse ciertas licencias creativas. Es necesario destacar que existen estudiosos que no consideran al Manierismo como un movimiento ligado al Renacimiento, sino como un estilo nuevo y radicalmente opuesto a éste. De esta forma, la producción manierista de los demás países europeos puede, eventualmente, no ser considerada como una arquitectura genuinamente renacentista. En cierto sentido, es posible decir, según este punto de vista, que en estos países se combinó una producción típicamente medieval con una arquitectura post-renacentista (como en Francia).

Como las formas de difusión difieren de país a país y aunque la arquitectura producida por aquellos países sea efectivamente renacentista, existe un Renacimiento diferente para cada región de Europa, según como llegó la influencia desde Italia y el momento histórico en que vivían. En general, parece que el Renacimiento dotó de elementos nuevos a las arquitecturas medievales nacionales, siendo, en muchos casos, difícil establecer diferencias entre arquitectura gótica tardía y arquitectura renacentista, debido a que se construyó basándose en la combinación de ambas estéticas.

Arquitectura renacentista en Francia

Francia fue el primer país en acoger con entusiasmo el estilo renacentista. El Renacimiento llegó a finales del siglo XV, cuando Carlos VIII regresó en 1496 con algunos artistas italianos tras la conquista de Nápoles. Es destacable el uso de dicho estilo en los castillos del Valle del Loira, cuya primera construcción fue el Castillo de Amboise (c. 1405), donde Leonardo da Vinci pasó sus últimos años. El estilo comenzó a ser predominante durante el reinado de Francisco I (1515-1547). El Castillo de Chambord (1519-1536) es una combinación de estructura gótica y ornamentación italianizante, un estilo que desarrollaron arquitectos como Sebastiano Serlio, que también trabajó después de 1540 en el Castillo de Fontainebleau. Allí, artistas italianos como Rosso Fiorentino, Francesco Primaticcio, y Niccolò dell'Abbate formaron la primera Escuela de Fontainebleau‏‎. Otros arquitectos, como Philibert Delorme, Androuet du Cerceau, Jacopo Vignola o Pierre Lescot, también se inspiraron en las nuevas ideas. Otro ejemplo es la fachada interior sudoeste del Palacio del Louvre en París, que fue diseñada por Lescot y cubierta por relieves de Jean Goujon. La arquitectura renacentista aún siguió creciendo con fuerza bajo los reinados de Enrique II y Enrique III.

Arquitectura renacentista en España


1ª etapa: Estilo plateresco

En España, el Renacimiento comenzó a insertarse en las formas góticas en las últimas décadas del siglo XV. El desarrollo del Renacimiento se produjo principalmente por arquitectos locales. De esta manera, se creó una corriente puramente española del estilo, que se vio influenciada por la arquitectura del sur de Italia (dominios de la Corona en esa época). Este estilo español llamado plateresco, combinaba las nuevas ideas italianas con la tradición gótica española, así como la idiosincrasia local. El nombre proviene de las extremadamente decoradas fachadas de estos edificios, que se asimilaban al intrincado y detallista trabajo de los plateros.

2ª etapa: Purismo

Con el paso de las décadas, la influencia del Gótico fue desapareciendo, llegándose a alcanzar un estilo más depurado y ortodoxo, desde el punto de vista del Renacimiento. El purismo se caracteriza por una mayor austeridad decorativa, que se limita a algunos elementos concretos, generalmente de inspiración clásica. Hay un cierto cansancio de la exuberancia decorativa a mitad del siglo XVI y se imponen los edificios de aspecto más sereno, armónico y equilibrado. Algunos arquitectos consiguen reciclar su producción tardo-gótica para iniciarse en este nuevo estilo: tal es el caso, por ejemplo, de Alonso de Covarrubias, Rodrigo Gil de Hontañón y Pedro de Ibarra. El centro de la producción renacentista se localizó en Andalucía con Diego de Siloé (fachada de la Catedral de Granada y Sacra Capilla del Salvador de Úbeda); Pedro Machuca (Palacio de Carlos V en Granada), el arquitecto más decididamente clásico; Andrés de Vandelvira (Catedral de Jaén y de Baeza) y Diego de Riaño (Ayuntamiento de Sevilla).


3ª etapa: Estilo herreriano

A mitad del siglo XVI, la iniciación del Monasterio de San Lorenzo del Escorial como símbolo del poder de Felipe II de España por Juan Bautista de Toledo (fallecido en1567) y Juan de Herrera supuso la aparición de un nuevo estilo, que se caracteriza por el predominio de los elementos constructivos, la ausencia decorativa, las líneas rectas y los volúmenes cúbicos. Significa además la introducción de los postulados manieristas provenientes de Italia.

Este estilo bautizado posteriormente como estilo herreriano en honor de la figura indiscutible de Juan de Herrera, dominó la arquitectura española durante casi un siglo, y entre sus seguidores se encuentran figuras tan relevantes como Francisco de Mora, Juan Gómez de Mora o Juan Gómez de Trasmonte.

En todos los casos, los conceptos de la arquitectura y urbanismo de España en el Renacimiento, fueron llevados a las colonias de América, dónde encontró campo fértil para su difusión dada la urbanización extensiva que se dio a lo largo de tres siglos y que recibió, también, a estilos posteriores como el barroco y el Neoclásico.

Arquitectura renacentista en Portugal

En Portugal, el estilo manuelino aunó los elementos renacentistas a las edificaciones góticas, y es considerado por algunos historiadores como la contribución portuguesa al Renacimiento, aunque su estética es muy distante del clasicismo (objetivamente debe insertarse en el tardo-gótico). Ejemplos de la arquitectura renacentista portuguesa son la Catedral de Leiria y de Portalegre, el Colegio jesuita de Évora y la Iglesia de San Roque de Lisboa.

Arquitectura renacentista en Europa oriental

La lejanía de esta zona con respecto a Italia diluyó la influencia del Renacimiento, pero existen valiosos ejemplos de edificaciones que combinan elementos renacentistas con la tradición arquitectónica local. En Hungría, ya antes de la segunda mitad del siglo XV se construyeron casas de estilo italiano. El rey húngaro Matías Corvino contrató a constructores y escultores italianos, uno de los cuales, Aristóteles Fioravanti, viajó de Hungría a Moscú para levantar la Catedral de la Asunción en el Kremlin. Bajo el reinado de Luis II de Hungría y Bohemia, se construyó la Capilla Bakócz de la Catedral de Esztergom, ejemplo de decoración renacentista. Otras obras influidas por el Renacimiento en Europa oriental son el Castillo de Wawel y la Capilla de Segismundo en Cracovia, la ciudad polaca de Zamość, el Palacio Real y las Iglesias de San Miguel y San Esteban de Vilna, en Lituania, la localidad de Telč o el Castillo de Český Krumlov en la República Checa.

Arquitectura renacentista en Inglaterra

En Inglaterra el primer exponente de la Arquitectura renacentista fue Iñigo Jones (1573-1652), que había estudiado en Italia, donde la influencia de Palladio estaba muy extendida. Cuando Jones regresó a su país, comenzó con entusiasmo a construir basándose en el nuevo movimiento y diseñó edificios como la Queen's House de Greenwich (1616) y la Casa del Banquete del Palacio de Whitehall (1619). Estas construcciones de líneas sencillas y simetría fueron revolucionarias en un país donde aún se diseñaban edificios con ventanas partidas, almohadillado y torrecillas.

Hatfield House fue mandada a construir en su totalidad por Robert Cecil, primer conde de Salisbury, entre 1607 y 1611, y es el ejemplo perfecto de la arquitectura de transición entre el estilo Tudor y el Renacimiento. El edificio conjuga un ala Tudor, con ventanales con parteluz y tejado almenado y dos alas claramente influenciada por las fachadas de los palazzos italianos. Su fachada central, originariamente en forma de logia abierta, había sido atribuida a Iñigo Jones, aunque el porche central de estilo jacobino, hace probablemente falsa esta atribución. Dentro, la elaborada escalera tallada muestra la influencia italiana en la ornamentación inglesa.

La obra de Jones fue seguida por maestros como Christopher Wren con su diseño de la Catedral de Saint Paul de Londres y de muchos edificios públicos e iglesias londinenses que se construyeron tras el Gran Incendio de Londres, en 1666. La devastación de la ciudad fue una oportunidad única para una nueva generación de arquitectos seguidores de la arquitectura clásica, que construyeron a una escala superior a la que nunca probablemente se había construido en una ciudad. Sin embargo, a estas alturas el estilo italianizante importado por Iñigo Jones ya estaba fusionado por el Barroco.

Posteriores arquitectos, como el veneciano Giacomo Leoni‏‎, durante el siglo siguiente, adaptaron y modificaron el estilo para ajustarlo al paisaje y gusto inglés, conservándose el gusto por la influencia italiana en los edificios. Lyme Hall en Cheshire‏‎ es un ejemplo soberbio de esta tendencia.

La influencia de la arquitectura renacentista italiana pervivió en especial en el ámbito anglosajón, a consecuencia del Palladianismo, forma de interpretación peculiar de la arquitectura de Palladio, que mantedría el clasicismo hasta la llegada de estilos más modernos como el Neoclasicismo. Durante el siglo XIX, surge con el Historicismo, un renacer neorrenacentista especialmente importante en el Reino Unido y Norteamérica.

Referencias

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Editores y colaboradores de este artículo ¿?
Alberto Mengual, Ana

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