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Arquitectura bizantina

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Arquitectura bizantina

Se denomina arquitectura bizantina al estilo que se desarrolló durante el Imperio Bizantino (Imperio romano de Oriente) desde la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V, si bien tiene sus inicios en el siglo IV y perdura hasta la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos en 1453, ya en el siglo XV. Dada su dilatada duración en el tiempo, suele dividirse para su estudio en tres períodos: un período inicial, un período intermedio y un período final.

En cuanto al marco geográfico en el que se desarrolla, coincide temporalmente con la extensión del Imperio, por lo que fue cambiante en el tiempo en razón de las circunstancias históricas y políticas. No obstante, las zonas de mayor presencia de la arquitectura bizantina se corresponden con los territorios de las actuales Turquía, Grecia, Bulgaria, Rumania, Siria, Palestina, Israel y amplias partes de Italia. Además, como resultado de la expansión del cristianismo entre los pueblos eslavos llevada a cabo a partir del siglo VIII por la Iglesia Ortodoxa bizantina, la arquitectura bizantina se extendió por las actuales Ucrania, Rusia y Bielorrusia, pasando algunos de sus elementos arquitectónicos (como por ejemplo las cúpulas abulbadas) a convertirse en una seña de identidad de las iglesias ortodoxas, que han sido mantenidas hasta la actualidad.

La arquitectura bizantina recibió, sobre una base formada esencialmente por la Arquitectura Romana, fuertes influencias de otros estilos arquitectónicos, especialmente de estilos procedentes de la zona de Oriente Medio. Por otro lado, además de la ya apuntada influencia en los estilos arquitectónicos de países relacionados con la Iglesia Ortodoxa, debe destacarse que desde la zona de Rávena, en Italia, en su extremo occidental de distribución, influyó en la arquitectura carolingia y, a través de ésta, en la arquitectura románica, a la vez que desde el sur de Italia, especialmente en la zona de Sicilia, aportó alguna de sus características a la versión adaptada en la zona de la arquitectura normanda, que era una de las variantes de la arquitectura románica.

Por otro lado, la arquitectura bizantina fue de tipo oficial, en función de las relaciones del poder eclesiástico con el poder civil, que se sustentaba con el apoyo de la Iglesia.

Características

Algunas de las características distintivas de la arquitectura bizantina son, además de la forma ya indicada de las cúpulas, el uso del ladrillo como material constructivo en sustitución de la piedra, el uso masivo de los mosaicos como elemento decorativo en sustitución de las esculturas, la mayor elevación de los edificios como resultado del realce de las cúpulas, y el hallazgo de un sistema que permite conjugar el uso constructivo para las dichas cúpulas de un soporte de planta cuadrada pero que permite el remate mediante un tambor en una cúpula redonda, en muchas ocasiones con prolongación de un alero ondulado.

La arquitectura bizantina mantuvo varios elementos de la Arquitectura Romana y de la paleocristiana oriental, como los materiales (ladrillo y piedra para revestimientos exteriores e interiores de mosaico), arquerías de medio punto, columna clásica como soporte, etc. pero también aportaron nuevos rasgos entre los que destaca la nueva concepción dinámica de los elementos y un novedoso sentido espacial y, sobre todo, su aportación más importante, el empleo sistemático de la cubierta abovedada, especialmente la cúpula sobre pechinas, es decir, triángulos esféricos en los ángulos que facilitan el paso de la planta cuadrada a la circular de la cúpula. Estas bóvedas semiesféricas se construían mediante hiladas concéntricas de ladrillo, a modo de coronas de radio decreciente reforzadas exteriormente con mortero, y eran concebidas como una imagen simbólica del cosmos divino.

Otra aportación de gran transcendencia fue la decoración de capiteles, de los que hubo varios tipos; así, el de tipo teodosiano es una herencia romana, empleado durante el siglo IV como evolución del corintio y tallado a trépano, semejando a avisperos; otra variedad fue el capitel cúbico de caras planas decorado con relieves a dos planos. En uno y otro caso era obligado la colocación sobre ellos de un cimacio o pieza troncopiramidal decorada con diversos motivos y símbolos cristianos.

En la tipología de los templos, según la planta, abundan los de planta centralizada, sin duda concordante con la importancia que se concede a la cúpula, pero no son inferiores en número las iglesias de planta basílical y las cruciformes con los tramos iguales (planta de cruz griega).

En casi todos los casos es frecuente que los templos, además del cuerpo de nave principal, posea un atrio o nártex, de origen paleocristiano, y el presbiterio precedido de iconostasio, llamada así porque sobre este cerramiento calado se colocaban los iconos pintados.

Tipologías

En los primeros tiempos del primer período de la arquitectura bizantina, las construcciones de iglesias en las regiones de Palestina y Siria en época del emperador Constantino II estaban efectuadas según dos modelos diferentes de planta del edificio: la planta basilical o axial, como por ejemplo sucede en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, y la planta circular o central, como es el caso de la hoy perdida gran iglesia octogonal que existía en Antioquía.

Planta central

Se debe suponer que las iglesias con una planta central debían disponer casi siempre de una cubierta abovedada, puesto que la existencia de una cúpula central era su auténtica razón de ser. El espacio central quedaba rodeado por un muro de gran grosor, en el que aparecían profundos huecos por su cara interior, como sucede en la iglesia de San Jorge de Salónica (siglo V), o bien por un deambulatorio con Bóveda de Cañón, como es el caso en el Mausoleo de Santa Costanza en Roma (siglo IV).

Las profundas aperturas existentes en el espacio central conformarían de ese modo los brazos de una cruz, contribuyendo así al sustentamiento de la bóveda central del edificio, como sucede por ejemplo en el caso del Mausoleo de Gala Placidia en Rávena, datado en el siglo V.

La más famosa de las iglesias pertenecientes a este tipo era posiblemente la iglesia de los Santos Apóstoles, que se hallaba también ubicada en la ciudad de Constantinopla. Los soportes para las bóvedas fueron posteriormente aplicados también a las iglesias construidas con una planta basilical, como es el caso por ejemplo en la iglesia de Santa Irene, también situada en Constantinopla, del siglo VI, en la que la larga nave de la iglesia que conforma su cuerpo queda cubierta por dos cúpulas adyacentes entre sí.

En la iglesia de los Santos Sergio y Baco de Constantinopla y en la iglesia de San Vital en Rávena, iglesias con planta central, el espacio que queda bajo la cúpula queda ampliado con la adición de los ábsides al octágono.

Finalmente, en la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla, datada en el siglo VI, se ideó una combinación que representa muy bien un proyecto arquitectónico interesante y novedoso: el espacio central de forma cuadrada de 30 metros de lado quedó aumentado hasta los 60 metros con la adición de dos hemiciclos en los lados este y oeste; dichos hemiciclos quedan posteriormente ampliados de nuevo mediante el añadido de tres ábsides menores al lado este y de otros dos al lado oeste.

Este área ininterrumpida de casi 80 metros de largo por más de 30 metros de ancho quedaba internamente cubierta por un sistema de cubrición mediante cúpula. Por otra parte, sobre las cubiertas de los absidiolos se elevan dos grandes semicúpulas que cubren a su vez los hemiciclos, tras las cuales emerge a su vez la gran cúpula que s encuentra sobre el cuadrado central. Esta última se sostiene en sus lados norte y sur mediante cubiertas a dos planos que otorgan a todo el conjunto un aspecto externo cuadrado.


Planta de cruz griega inscrita en un cuadrado

En la Iglesia de los Santos Apóstoles de Salónica, del siglo VI, sobre una planta cruciforme se hallaban dispuestas cinco cúpulas, siendo la central de las mismas la emplazada a mayor altura. Ninguna otra iglesia construida tras el siglo VI podrá competir en grandiosidad con esta obra de Justiniano I, y las plantas de las iglesias tenderán a asimilarse a un tipo único. Un área central cubierta por la cúpula quedaba inscrita en un cuadrado de un tamaño sensiblemente mayor: el epacio en cada uno de los laterales identificaba claramente una nave y un transepto. A veces el espacio central era cuadrado, aunque en ocasiones era octagonal, o al menos eran ocho las pilastras que sostenían la cúpula en vez de tan sólo cuatro, con nave y transepto de un tamaño proporcionalmente menor.

Si dibujamos un cuadrado y dividimos cada uno de sus lados en tres partes, siendo la parte central mayor, y partiendo de los puntos obtenidos dividimos el área de nuevo nos haremos una idea de un proyecto arquitectónico típico de esta etapa. A partir de los puntos de las divisiones del lado este se desarrollaban tres ábsides, mientras que en la fachada oeste se abría un estrecho pórtico de entrada, el nártex. Frente a éste quedaba un espacio cuadrado, el atrio: en ocasiones existe una fuente central bajo un baldaquino sostenido por columnas. Justo bajo el centro de la cúpula se hallaba el púlpito, desde el que se proclamaban las Escrituras, hallándose bajo el púlpito el coro de los cantores. En el lado este del cuadrado central se hallaba el iconostasio, para separar el bema, donde se ubicaba el altar, del cuerpo de la iglesia. El bema era la zona de la iglesia que estaba reservada para el clero y los ministros, similar al presbiterio. El altar se hallaba protegido por un baldaquino o ciborio apoyado sobre pilastras. Unas filas de asientos enmarcaban la circunferencia del ábside, con el trono del patriarca en el punto central al este formando el synthronon (trono colectivo). Los dos sectores menores y los absidiolos al lado del bema eran los Pastoforia (prothesis y diaconicon). El púlpito y el bema eran adyacentes al solea, un paso apoyado en los muros.


Influencias de otros estilos

Las continuadas influencias de origen oriental quedan de manifiesto en diversos aspectos, como por ejemplo en la decoración exterior de los muros de las iglesias edificadas alrededor del siglo XII, en las que los ladrillos grabados quedan dispuestos de un modo ornamental claramente inspirado en la escritura cúfica. Ello estaba asociado a la disposición externa de los ladrillos y de piedras según una amplia variedad de diseños; este uso decorativo es probablemente de origen oriental, puerto que decoraciones similares podemos encontrarlas en diversos edificios en Persia, en la llamada arquitectura medo-persa.

Las cúpulas y las bóvedas se hallaban recubiertas externamente con plomo o con tejas de tipo romano (planas). Los quicios de puertas y ventanas eran de mármol. Las superficies interiores de los edificios se hallaban completamente decoradas en sus partes situadas a mayor altura con mosaicos o frescos y en la parte inferior con revestimientos de losas de mármol, de orígenes y coloraciones variados, dispuestas de modo que las diversas coloraciones formasen una serie de amplios paneles. Los mármoles de mayor calidad eran cortados de modo que las dos superficies obtenidas formasen un diseño simétrico similar al de la piel de los animales.

La influencia armenia

Las enconadas luchas por el control de Armenia entre árabes y bizantinos ocasionaron la huida de Armenia de muchos príncipes, nobles y soldados, siendo su destino la mayoría de las veces el Imperio bizantino. Las migraciones, acompañadas de artistas y de diversos otros tipos de personas, habrían influenciado la arquitectura bizantina. La influencia a la inversa parece poco probable, debido a que Armenia, intolerante respecto de Bizancio por cuestiones de fe religiosa, expulsó del país a todos sus disidentes el año 719. Habida cuenta de las circunstancias, parece difícil pensar en una admiración respecto de la arquitectura bizantina por parte de los armenios.

En los siglos VIII y IX no se daban en Armenia las condiciones necesarias para un florecimiento cultural y artístico. No obstante, las fortalezas en las que muchos príncipes armenios se habían visto obligados a refugiarse dieron a los arquitectos la posibilidad de adquirir conocimientos para la construcción de iglesias y conventos dedicados a la memoria de los antepasados, donde debían celebrarse las misas por el alma de los difuntos. Un monumento descubierto en Ani (Turquía) durante unas excavaciones arqueológicas en 1910 había sido probablemente construido durante esas épocas oscuras. Una parte de la bonita iglesia de Otzoun es del 718, y una parte de la de Banak pertenece al siguiente siglo.

Posteriormente los árabes volvieron a aliarse con los armenios y, hacia principios del siglo X, el arquitecto Manuel construyó la famosa iglesia de la isla de Akdamar, la obra más destacada de este período, en el lago Van. Durante los siglos IX y X se construyeron otras diversas iglesias, como la iglesia y el convento de Narek, la iglesia del Salvador en Taron, y diversas iglesias en Ashtarak, Mazra, Horomos, Noratouz, Dariounk, Oughouzli, Soth, Makenatzotz, Vanevan, Salnapat, Sevan, Keotran (cerca de Erevan), Taron (San Juan Bautista), Ishkhan, así como el convento de Shoghak, todas ellas de interés por la presencia y riqueza de sus decoraciones.

Períodos

A pesar de que en los primeros momentos de su existencia la arquitectura bizantina no se distinguía especialmente de la Arquitectura Romana, de la que en sus primeros balbuceos constituía únicamente una mera derivación regional, la larga evolución en el tiempo de la misma permitió la emergencia consolidada de un estilo arquitectónico distintivo, que quedaba por lo demás muy permeabilizado ante las influencias que recibía de las arquitecturas orientales.

Uno de los rasgos que fueron mantenidos a lo largo de todo el período de su existencia fue el uso del ladrillo para la arquitectura de las iglesias, que sustituyó a la piedra, que era el material constructivo utilizado en su predecesora la arquitectura romana; a lo que se añade una más libre interpretación de los órdenes clásicos, la sustitución de las esculturas como elementos decorativos de los edificios por los mosaicos o el realce de las cúpulas, que se elevan a mayor altura que en otros estilos arquitectónicos anteriores.

El período de tiempo abarcado por la arquitectura bizantina puede dividirse a efectos de su estudio en tres subperíodos bien claramente diferenciados: un período inicial (o Primera Edad de Oro), un período intermedio (o Segunda Edad de Oro) y un período final (o Tercera Edad de Oro).

Período inicial (siglos V a IX)

En el período inicial o Primera Edad de Oro, cuyo momento de plenitud se corresponde con la época del emperador bizantino Justiniano I, en el siglo VI, fue cuando se realizaron las más grandiosas obras Arquitectura que ponen de manifiesto los caracteres técnicos y materiales del estilo arquitectónico, así como el sentido constructivo que caracteriza el arte bizantino de este período.

Las principales obras correspondientes a este período de la arquitectura bizantina que han llegado hasta nosotros se encuentran sea en Constantinopla sea en Rávena, en Italia, en el área más occidental de difusión del estilo. Así, se encuentran en Constantinopla la iglesia de Santa Sofía, la Iglesia de Santa Irene y la Iglesia de los Santos Sergio y Baco; mientras que en Rávena podemos contemplar la iglesia de San Vital o la Basílica de San Apolinar Nuovo. No podemos olvidar diversas obras de ingeniería civil, como por ejemplo la Cisterna de Basílica, edificada en el 532.

No obstante, también corresponden a este mismo período inicial la iglesia de San Demetrio en Salónica (en la actual Grecia), el monasterio de Santa Catalina en el monte Sinaí (en el actual Israel), el Monasterio de Jvari en la actual Georgia y tres iglesias en Echmiadzin (Armenia). Estas tres últimas iglesias son de construcción sucesiva a partir del año 600, y muestran un perfecto ejemplo de la evolución de la arquitectura bizantina en las provincias orientales más alejadas de la capital, provincias por lo demás que fueron rápidamente perdidas ante el avance de los ejércitos islámicos.

También han llegado hasta nosotros diversas edificaciones de menor envergadura o importancia arquitectónica, diseminadas por todo el conjunto del área general de distribución del estilo arquitectónico bizantino. Hay que tener presente que, especialmente en las zonas más orientales de la actual Turquía, muchas de ellas fueron readaptadas ya hace siglos para su uso como mezquitas.

Período intermedio (siglos IX a XII)

El período intermedio, o Segunda Edad de Oro del arte bizantino, se caracteriza por la predominancia de las iglesias de planta en cruz griega con cubierta de cúpulas realzadas sobre tambor y con una prominente cornisa ondulada en la base exterior.

A este esquema compositivo corresponden, por ejemplo, la Catedral de Atenas, la iglesia del Monasterio de Daphni, que usa trompas en lugar de pechinas, y los conjuntos monásticos del Monte Athos en Grecia.

Este tipo nuevo de iglesia se plasma en la desaparecida iglesia de Nea de Constantinopla (881), construida por Basilio I.

Para este período en la arquitectura bizantina nos enfrentamos con el problema planteado por la iconoclastia, que arruinó muchas de las edificaciones de los inicios del período. Así, por lo que se refiere a edificaciones de envergadura de los primeros tiempos del período intermedio, en Grecia sólo subsiste la basílica de Santa Sofía, en Salónica. Otra edificación de importancia, la iglesia de la Asunción de Nicea, sobrevivió hasta el siglo XX, aunque quedó destruida en los años 1920 en los combates enmarcados en la Guerra Greco-Turca; sin embargo, por lo menos sí han llegado hasta nosotros diversas fotografías del templo.

Respecto de la época de la dinastía macedónica, que es tradicionalmente considerada como el compendio del arte bizantino, tampoco nos ha dejado grandes realizaciones. Se presume que la desaparecida Theotokos Panachrantos, o iglesia votiva de la Inmaculada Madre de Dios, de Constantinopla, obra de Basilio I, que se corresponde con los restos existentes bajo la moderna mezquita Fenari Isa Camii, haya servido como modelo para muchas construcciones con planta en forma de cruz inscrita en un círculo, como la Monasterio de Ossios Loukas (en Grecia, año 1000), el Monasterio de Nea Moni (isla de Quíos, un proyecto largamente acariciado por Constantino IX) o el Monasterio de Dafni (Chaidari, localidad en el Ática próxima a Atenas).

La planta con forma de una cruz inscrita en un círculo es, por lo demás, la forma más expandida hacia los territorios recorridos por los misioneros bizantinos ortodoxos que en los tiempos de la dinastía macedónica recorrían los territorios de los pueblos eslavos para proceder a su cristianización. La catedral de Santa Sofía de Ohrid (en la actual República de Macedonia) o la iglesia de Santa Sofía de Kiev (en la actual Ucrania) son testimonio elocuente del uso de la cúpula de tambor, que con el tiempo se convierten en cada vez más altas y más esbeltas.

Período final (siglos XIII a XV)

El período final o Tercera Edad de Oro abarca el lapso de tiempo comprendido entre los siglos XIII y XV, coincidiendo con las dinastías de los Comnenos y los Paleólogos; en él predominan las plantas de iglesias cubiertas mediante cúpulas abulbadas sobre tambores circulares o poligonales.

Al período de los Comnenos pertenece la Elmali kilise en Capadocia; en Constantinopla, la iglesia del Pantocrator (hoy conocida como Zeyrek Camii) y la iglesia de la Theotokos Kyriotissa (Virgen del Trono) (hoy conocida como Kalenderhane Camii). Igualmente se han conservado numerosas iglesias en el Cáucaso, Rusia, Bulgaria, Serbia y otros países eslavos, al igual que en Sicilia (Cappella Palatina del Palazzo dei Normanni) o Venecia (Basílica de San Marcos, Catedral de Santa María de la Asunción en Torcello).

Al período de los Paleólogos pertenecen una docena de iglesias en Constantinopla, especialmente San Salvador de Chora (hoy Kahriye Camii) y Theotokos Pammakaristos (Santa Madre de Dios) (hoy Fetiye Camii). Una característica de todas ellas es la de no acentuar la verticalidad, primando la estructura horizontal, lo que no las dota de la magnificencia de otras iglesias de Constantinopla. La única que no cumple la regla es la iglesia de Santa Sofía de Trebisonda. A esta etapa corresponden en Grecia la Iglesia de los Santos Apóstoles de Salónica, del siglo XIV, la Iglesia de Mistra, en el Peloponeso, y algunos monasterios del Monte Athos.

Obras destacadas


La herencia de la arquitectura bizantina

La propia vinculación del arte bizantino con el Imperio Bizantino y con el ceremonial y el boato imperial, añadido a la legitimación que otorgaba la fe ortodoxa‏‎ facilitaron la expansión del arte bizantino en las zonas geográficas vinculadas a la Ortodoxia, especialmente en los territorios de las actuales Ucrania, Bielorrusia y Rusia.[1]

Tras haberse consolidado la ortodoxia y el arte bizantino en las tierras rusas (por ejemplo, en Kiev se copiaron barrios enteros de Constantinopla), la Caída de Constantinopla‏‎ en 1453, con la emigración que trajo aparejada el proceso, hizo que emergiese el Imperio ruso como heredero natural de Bizancio, asumiendo como parte inherente a dicha herencia los elementos básicos del arte bizantino.[1]

Por otro lado, la arquitectura bizantina abrió la puerta en Europa Occidental a la arquitectura románica y a la arquitectura gótica. En Oriente ejerció igualmente una profunda influencia en la arquitectura islámica, con ejemplos destacados como en la Mezquita de los Omeyas de Damasco y la Cúpula de la Roca en Jerusalén, que ponen de relieve en sus decoraciones el trabajo de los artesanos y constructores de mosaicos bizantinos. En Bulgaria, Rusia, Rumania, Georgia y en otros países de fe ortodoxa la arquitectura bizantina siguió en vigor durante mucho más tiempo, dando origen a diversas escuelas arquitectónicas locales.

En el siglo XIX, paralelamente al renacimiento del arte gótico que dio lugar a la arquitectura neogótica, se desarrolló iguamente una arquitectura neobizantina, que inspiró joyas arquitectónicas como la catedral de Westminster en Londres. En Bristol, entre 1850 y 1880 se generó un estilo conocido como Bizantino de Bristol, convertido en popular gracias a los edificios industriales que combinaban elementos bizantinos con otros procedentes del estilo arquitectónico Mudéjar. Fue desarrollado a gran escala en Rusia por Konstantin Thon y por sus discípulos, quienes proyectaron la catedral de San Vladimiro en Kiev, la catedral de San Nicolás en San Petersburgo, la catedral de Alejandro Nevski en Sofía y el monasterio de Nuevo Athos, cerca de Sukhumi. El mayor proyecto neobizantino del siglo XX fue el Templo de San Sava en Belgrado.

Arquitectura bizantina en España

En España la arquitectura bizantina tiene muy escasa presencia, rastreándose únicamente ejemplos muy menores vinculados a la presencia militar del Imperio Bizantino en algunos breves períodos de los siglos IV y siglo V en el sudeste peninsular. Así, por ejemplo, la muralla bizantina de Cartagena.[2]

Algunos de los elementos propios de la arquitectura bizantina, especialmente los adoptados de ejemplos de arquitectura bizantina en Siria y otros puntos de Oriente Medio, fueron introducidos en España a través de la arquitectura islámica.

Referencias

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Referencias e información de imágenes pulsando en ellas.
  1. 1,0 1,1 (Schug-Wille 1978:12)
  2. Cartagena. Muralla bizantina (en castellano). 1Romanico.com. Consultado el 2008-02-21, 2008.
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