Convento de los Agustinos Filipinos (Valladolid)

Fachada principal del convento de los Agustinos Filipinos.

El convento de los Agustinos Filipinos es un convento Agustino‏‎-Filipino que se encuentra en Valladolid, en el borde del Parque del Campo Grande, en las proximidades de la iglesia de San Juan de Letrán. Fue diseñado por Ventura Rodríguez entre 1759 y 1760. La construcción del edificio se realizó entre 1759 y 1930. Es la sede del Museo Oriental, consagrado al arte de Extremo Oriente, el mejor de España en su género.

Orígenes

En 1732 nace en Manila la idea de proporcionar sacerdotes católicos formados en España con destino a las islas Filipinas. La orden de San Agustín fue la que elaboró esta idea. En 1735 se obtiene licencia del general de la Orden para fundar en España un seminario para formar sacerdotes misioneros para las Filipinas. El Papa Clemente XII también autorizó la creación de este seminario. En 1743, el rey Felipe V ampara bajo patronato regio el seminario, debido a la importancia que tenía el proyecto para el Estado, y decide que se localice en Valladolid, debido al gran número de estudiantes que se encontraban en esta ciudad. Tras una serie de vicisitudes, la orden de San Agustín se asienta en el terreno que hoy ocupa en 1758 y Ventura Rodríguez viene a Valladolid y proyecta el edificio durante los dos años siguientes.

El proyecto de Ventura Rodríguez

Pese a lo que tradicionalmente se ha afirmado acerca de que este arquitecto posee dos fases, una barroca romana y otra neoclásica, actualmente su obra se mira desde otra perspectiva. En sus edificios aparecen muchas veces los mismos temas de investigación arquitectónica desde sus primeras obras hasta las últimas. Sus formas de composición, sobre todo, sus plantas y espacios, son herederos del barroco romano y nunca son totalmente neoclásicos.

De este modo, la planta, organización y parte de la espacialidad de este edificio de los Filipinos de Valladolid podrían derivar de la Superga de Filippo Juvara. Ventura Rodríguez hace la planta partiendo de un rectángulo en proporción 2x1 y dividiéndolo en dos cuadrados: uno para el claustro y otro para la zona de la iglesia. La iglesia se sitúa delante y el claustro detrás, como en la Superga. El claustro es cuadrado, de unos 30 metros de lado, con cuatro crujías de dos pisos que se resuelven con arcos de medio punto y pilastras toscanas en los entrepaños del piso bajo y jónicas en el alto, todo con gran austeridad y con mucha influencia de Juan de Herrera en los alzados. Alrededor del claustro se encuentran diversas dependencias del convento y seminario, junto con la escalera principal, que se comunica con el claustro, formando todas las piezas un todo compacto.

La iglesia responde a un modelo por el que Rodríguez fue seducido desde su juventud: la iglesia de planta aparentemente centralizada y cupulada. Rodríguez investigó durante toda su vida estos espacios, llegando a solucionar el enfrentamiento entre la planta centralizada del Renacimiento, pagana, y la planta focalizada del Barroco, contrarreformista. El problema estaba en el rechazo del Concilio de Trento a los espacios sacros de planta centralizada por su escasa adecuación a la liturgia. Rodríguez varía el camino de jerarquizar y focalizar el espacio centralizado a través de hacer un presbiterio profundo, camino que ya fue seguido en el Barroco por otros arquitectos que muchas veces llegaron a soluciones que enmascaran en demasía la planta centralizada. Ventura Rodríguez obra aquí con gran sutileza: para focalizar el espacio sin que pierda su centralidad, dispone el coro conventual, con su sillería, detrás del altar, en alto. En el altar coloca un retablo que llega hasta la altura del arranque del arco que comunica la iglesia con el coro, con lo que queda una oquedad que une iglesia y coro, aunque muy disimuladamente. En la pared del fondo del coro, situada enfrente de la oquedad que hemos dicho, se abre una gran ventana, que ilumina el coro, pero cuya luz también se ve desde la iglesia a través del la abertura entre el remate del retablo y el arco de comunicación. Al estar la ventana orientada al sur, esta luz es muy fuerte y esta claridad derramada desde encima del altar es la que focaliza la iglesia, sin que se pierda la percepción del espacio de esta como centralizado. También el que la música de órgano y coral se filtre a través de ese hueco contribuye al efecto. Este altar-trascoro se encuentra mucho en la arquitectura de Ventura Rodríguez, aunque pocas veces tan perfecto y tan meditado. La iglesia, como venimos diciendo, está cubierta con cúpula con óculos en la membrana (influencia una vez más de Juvara) y linterna. Esta cúpula se sostiene en ocho grandes machones con pilastras toscanas adosadas. Las oquedades abiertas entre los machones (capillas, tribunas, puertas) contribuyen a quitar pesadez al interior de la iglesia. La integración de la iglesia, de planta circular, con en edificio rectilíneo se efectúa mediante cuatro patios de luces que rodean al templo e iluminan el interior del edificio. A los lados de la iglesia se disponen también dependencias del convento-seminario.

 
Convento de los Agustinos Filipinos, desde el Campo Grande.

En las fachadas, como ya hemos anticipado, hay una gran influencia del estilo de Juan de Herrera. Parece que Rodríguez ha querido desnudar la arquitectura de ornamentos superfluos y reflejar solamente lo tectónico y constructivo, como pocos años antes de que este edificio fuese proyectado declaraba Marc-Antoine Laugier. Así, las fachadas laterales tienen como únicos motivos de decoración el ritmo que crea la sucesión de ventanas seriadas, que copian el modelo de ventana de Juan de Herrera del Monasterio de El Escorial, las cornisas que protegen la fachada de las aguas de lluvia y los refuerzos de las esquinas. En la fachada principal, la entrada de la iglesia se jerarquiza y se señala mediante un pórtico tetrástilo toscano con una pesada cornisa. A los lados de la fachada se encuentran sendas torres campanarios. Para dar la sensación de que las torres son sujetadas y pesan, el arquitecto ha recurrido a colocar sendas pilastras toscanas en el paño de la fachada que se encuentra debajo de cada torre. De esta forma, la decoración sólo es arquitectónica y refleja la tectónica (las torres pesan y las pilastras aparentan sujetarlas) y a la vez, organiza la fachada, la jerarquiza y la da valor.

No cabe duda de que nos encontramos ante un edificio capital dentro de la arquitectura española del siglo XVIII y, concretamente, dentro de la de Ventura Rodríguez, sin duda el arquitecto más destacado del periodo.

Construcción

El edificio empieza su construcción en 1759. Tras un parón entre 1762 y 1778 por falta de dinero, a finales del siglo XVIII están terminados el piso bajo del claustro y el segundo de la crujía sur del mismo, así como la escalera principal y otras dependencias. Durante la Guerra de la Independencia Española, lo entonces construido del edificio sufrió daños al estar ocupado por el ejército francés. Tras el fin de la contienda, se repararon los daños. La desamortización de Mendizábal respetó el seminario debido a su labor en Filipinas y el interés que ofrecía esto al Estado. En 1853 se retoman otra vez los trabajos de construcción y se empieza la iglesia, aunque las obras transcurren muy lentamente. A finales del siglo XIX, bajo la dirección del arquitecto Jerónimo Ortiz de Urbina y prácticamente siempre siguiendo los planos de Ventura Rodríguez, se construyeron la iglesia, hasta el arranque de la cúpula, y el tercer piso del edificio. En 1924 se cierra la cúpula y en 1927 se concluyen las torres. El interior de la iglesia de decora y en 1930, el edificio es finalizado y se consagra la iglesia el 4 de mayo de ese año. Había tardado la construcción casi 171 años.

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Alberto Mengual

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