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La experiencia del lugar. Ernesto Nathan Rogers, Enrico Tedeschi, José Antonio Coderch y Lina Bo Bardi (Josep Maria Montaner)

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En la conceptualización de una parte de la arquitectura de posguerra, aquella que intentó superar las coordenadas de la arquitectura moderna, el concepto de lugar se convirtió en una idea central.

Fue un concepto troncal en la teoría de Christian Norberg-Schulz, que lo tomó como interpretación fenomenológica de la idea aristotélica de lugar y lo propuso como "espacio existencial", con la voluntad de ampliar y superar el concepto moderno de espacio de su maestro Siegfried Giedion. Norberg-Schulz, opuesto a toda teoría que enfatice flujos y espacios transitorios, escribió que "si se elimina el lugar, se elimina al mismo tiempo la arquitectura", concluyendo que "el espacio existencial consiste siempre en lugares".

Por lo tanto, de la idea genérica de un espacio universal, clave en la arquitectura moderna, se ha ido evolucionando a la idea específica de lugar, que tiene que ver con la individualización y la especificidad. Es por ello que la gran complejidad del concepto de lugar radica, precisamente, en que no es ni genérico ni universal, sino que su esencia está en el aprendizaje, en la experiencia, en el proceso de aclimatación al contexto.

Para desarrollar esta interpretación del lugar como experiencia, en este ensayo se parte de tres hipótesis. La primera es que hay distintas tradiciones de exploración de la experiencia de lugar. Se podría caracterizar algunas de ellas, como la nórdica, desarrollada por Asplund, Lewerenz o Aalto, que se basa en crear paisajes con las obras, relaciones entre los edificios, sistemas de objetos, intervenciones bien relacionadas con el entorno; la de Luís Barragán en México, que se basa en la introspección, en crear un lugar interior e incorporar el exterior dentro de una visión platónica, renacentista, inspirada en la pintura de De Chirico; o la mediterránea, que se basa más en fundir y disolver el edificio en el contexto.

la segunda es que la idea de lugar que se desarrolla en la cultura latina y americana tiene una raíz mediterránea, a partir de la cual los arquetipos modernos se van transformando al ir incorporando aportaciones de los lugares concretos.

la tercera hipótesis, complementaria, es que esta evolución de la experiencia de lugar se va desarrollando en autores contemporáneos entre ellos en los años cincuenta, como Ernesto Nathan Rogers, Enrico Tedeschi, José Antonio Coderch y lina Bo Bardi, miembros de lo que se podría denominar segunda generación moderna, cuyas experiencias arquitectónicas y vitales se entrecruzaron en estas décadas centrales del siglo XX.

Rogers, Tedeschi, Coderch, Bo Bardi, biografías entrecruzadas

Ernesto Nathan Rogers (1909-1969), que se tituló como arquitecto en el Politécnico de Milán en 1932, heredó la desconfianza del crítico de arquitectura Edoardo Pérsico hacia el racionalismo centroeuropeo que representaba Mies. Profesor en el Politécnico de Milán y director de la revista Casabella entre 1953 y 1964, en sus editoriales acuñó términos como "preexistencias ambientales" y "continuidad", pioneros en la sensibilidad hacia el contexto, en la voluntad de adaptación al lugar urbano.

Enrico Tedeschi (1910-1978) recibió intensas influencias, tanto de la cultura técnica centroeuropea como del pensamiento estético que va de Benedetto Croce a Bruno Zevi. Tedeschi se tituló como arquitecto en la Universidad de Roma, su ciudad natal, en 1934, donde más tarde se doctoró en arquitectura, y cultivó tanto la obra arquitectónica como la crítica y la historia. A partir de la Segunda Guerra Mundial colaboró en Roma con Bruno Zevi en la fundación y dirección de la revista Metron y en la difusión del movimiento organicista en Italia. Con la llegada de la democracia cristiana al poder en 1947 Tedeschi, como otros arquitectos italianos, se sintió defraudado y en 1948 aceptó impartir clases en Argentina, donde decidió quedarse definitivamente. Además de impartir clases en Tucumán, Tedeschi se trasladó temporalmente a dictar asignaturas en Cuyo y en Córdoba, dando también clases en San Juan. Fue en la ciudad de Mendoza donde fundó en 1961 una escuela de arquitectura privada, que dirigió hasta 1974, y donde desarrolló más ampliamente sus ideas urbanas y sus principios de una arquitectura ambiental. Allí proyectó y construyó la Facultad de Arquitectura de Mendoza (1961-1964) con principios ecológicos, de ventilación natural, máximo aprovechamiento de la luz solar y muchos espacios de estar al aire libre. De hecho, el motivo de su traslado a Mendoza, la ciudad oasis, fue el encargo que tuvo de asesorar en planes urbanos que, más tarde, desarrollaría con más detalle.

El arquitecto catalán José Antonio Coderch (1913-1984) fue desarrollando el substrato de la arquitectura racionalista, adaptándola al lugar y al contexto urbano. No en vano se formó, en sus primeros años de práctica profesional, trabajando en Madrid con Secundino Zuazo, que fue autor de la Casa de las Flores y que colaboró con el urbanista vienés Jansen. Paulatinamente, sus obras se fueron adaptando al contexto mediterráneo y se fueron aproximando, en las ocasiones que consideró oportuno, al organicismo.

Lina Bo Bardi (1915-1999), formada en el pensamiento organicista de Bruno Zevi, cuando empezó sus obras en Sao Paulo arrancó de los modelos modernos de Mies van der Rohe. A través de su experiencia en Brasil, especialmente en Salvador de Bahia, Lina Bo Bardi fue desarrollando una raíz organicista que, en el año 1957, se vió reforzada por su visita a las obras de Antoni Gaudí en Barcelona. En la línea orgánica de las obras de Coderch y en las realizaciones de Lina Bo Bardi a partir de 1957, esta raíz gaudiniana, sobre la base de la arquitectura moderna, se expresa en una forma proteica, que se va desarrollando en relación con el lugar.

Muchos son los entrelazamientos entre estos autores: Rogers y Tedeschi impartieron clases en 1947-1948 en Tucumán, Argentina; Coderch estuvo totalmente influido por el pensamiento y la práctica de la arquitectura italiana de los años cincuenta; Rogers y Lina Bo Bardi tienen en común una evolución hacia un mayor empirismo; todos eran admiradores de Frank Lloyd Wright, sobre quien Tedeschi publicó un libro en 1955. Un referente predominante fue Bruno Zevi y su argumentación antimaquinista y de defensa de la arquitectura orgánica. En este sentido, Zevi está más cercano de Lina Bo Bardi y Enrico Tedeschi que Rogers. Es un hecho curioso, ya que Rogers tenía un pensamiento más filosófico y matizaba mucho más y, en cambio, Zevi tendía a un cierto dogmatismo y maniqueísmo, forzando ciertas contraposiciones, como lo orgánico frente a lo racionalista, o lo vivo frente a lo académico. Puede ser que el carácter híbrido y de menor rigor histórico de Zevi haya servido a Bo Bardi y a Tedeschi para avanzar mucho más allá de la ortodoxia de la teoría de arquitectura en la Italia de los años cincuenta. Por lo tanto, son historias que se entrelazan y que tienen en común esta búsqueda a través de la historia y de la realidad de formas y materiales en sintonía con el lugar. Gaudí, Wright y Zevi se entrelazan como referentes en estos autores.

Las ideas

Las ideas de E. N. Rogers se expresaron en sus editoriales en la revista Casabella (1953-1964), recopiladas en dos libros: Esperienza dell'architettura (1958) y Editoriali di architettura (1968). Lo hizo especialmente en el texto "Las preexistencias ambientales y los temas prácticos contemporáneos" de 1954, publicado en el primero. En él escribió sobre "los valores estructurales en los cuales las nuevas formas se insertan históricamente" y estableció como premisa para la arquitectura "que su creación no exceda los márgenes de su realidad y se inserte orgánicamente en una situación espaciotemporal dada". Rogers definió que "el ambiente es el lugar donde confluyen todas estas preexistencias, y tendría que ser muy vago e indeterminado para no hacernos sentir la influencia de las mismas". Por lo tanto, el ensayo se centra en el "ambiente cultural" y trata sobre las "relaciones entre invención y ambientación". Rogers establece que "ser moderno significa simplemente sentir la historia contemporánea en el orden de la historia total y, por lo tanto, aceptar la responsabilidad de los propios actos [...] como una tarea conjunta que, con nuestra contribución, aumenta y enriquece la perenne actualidad de todas las posibles combinaciones formales de relación universal" [...] "Construir un edificio en un ambiente ya caracterizado por las obras de otros artista impone la obligación de respetar estas presencias, con el objeto de aportar la propia energía como nuevo alimento para la perpetuación de la vitalidad de aquéllas". Por lo tanto, se han de tener en cuenta "largas genealogías de precursores". Como síntesis, Rogers escribe que se ha de hacer arquitectura, no escultura ni máquina, y que lo más importante es "que el ambiente histórico sea valorado". Y no es casual que el concepto de "experiencia", procedente de su proximidad a la filosofía fenomenológica italiana de Enzo Paci y Antonio Banfi e interpretado en el sentido de conciencia histórica, sea el que dé título a su primera recopilación de editoriales, tan similar al contemporáneo libro de Steen Elier Rasmussen, La experiencia de la arquitectura. Sobre la percepción de nuestro entorno (1957).


Referencias

Editores y colaboradores de este artículo ¿?
Alberto Mengual

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