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El '''Santuario de La Virgen del Camino''', en la provincia de León, construido entre 1955 y 1961, es sin duda alguna, la obra maestra de [[Fray Coello de Portugal]].  
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El '''Santuario de La Virgen del Camino''' fue construido entre 1955 y 1961. Esta obra está situada en el pueblo de La Virgen del Camino, a 6 kilómetros de la ciudad de León, en el Camino de Santiago. Según la tradición, el Monasterio tiene su origen en el siglo XVI, con la aparición de la Virgen en el lugar llamado El Humilladero. La pequeña ermita existente del siglo XVII fue creciendo y modificándose hasta la construcción del actual Santuario. La necesidad de nuevos y más amplios espacios, necesarios para dar cobijo a cada vez más fieles, implicaba necesariamente la demolición del templo prexistente del siglo XVII.


El encargo partía de dos premisas indiscutibles: el lugar y la conservación del retablo existente. La estrategia del autor fue clara, conservar los elementos que formaban parte de la peregrinación pero modificando su lenguaje y adecuándolos mejor al programa. Así pues, el templo se compone de una nave con capacidad para mil personas, que gana altura según se avanza hacia el altar, detrás del cual se hallan el camarín, la sala de reliquias, la capilla del Cristo y la sacristía.  
Fray Coello de Portugal, el primero arquitecto y después Dominicano, fue el autor de esta obra, una de las más extraordinarias de la arquitectura religiosa del siglo XX. El proyecto se caracteriza por la austeridad de su lenguaje y la búsqueda de la autenticidad, acorde con el tiempo de renovación de la arquitectura sacra que se estaba gestando en España en aquella época.


Destaca en el exterior del conjunto un enorme campanario de hormigón de más de 50 m de altura, en cuyo interior alberga un altar para oficiar los cultos al aire libre. La pérgola metálica que rodea el templo forma un patio de entrada que separa el edificio de la carretera a la vez que lo vincula al atrio que poseía el antiguo santuario.  
La volumetría del templo es entendida como una ‘gran caja contenedor abstracto’ constituyendo un ejemplo de entender la arquitectura como un prisma nítido al interior y al exterior. El plan del autor partía de la reconstrucción, en clave moderna, de los elementos que conformaron y caracterizaron en su día el antiguo Santuario, es decir, el camarín, el pórtico, el atrio y el campanil, y la conservación del retablo, protagonista del proyecto. Este templo se compone de una única nave, de 50x16 metros, con capacidad para mil personas que va ganando en altura según se avanza hacia el altar.


La luz es un elemento esencial en la composición y penetra en el edificio de modos diferentes. El interior de la nave se ilumina tenuemente a través de unos pequeños huecos situados en el muro sur; el retablo del altar está inundado por la luz que se introduce mediante un escalonamiento de la sección, y, por último, la luz de poniente inunda al atardecer el interior del templo con las sombras de las esculturas de Josep Maria Subirachs.  
El interior del Santuario se caracteriza por la austeridad, todo el perímetro interior está recorrido por un zócalo de madera en el que se integran los confesionarios y altares laterales. Todo el edificio está recubierto de piedra de Campaspero, diferenciando con otra textura el cuerpo que rodea el retablo. Detrás del ábside se dispone una zona escalonada, sobre la que destaca el lucernario del presbiterio, construido en piedra gris en lajas horizontales de sillarejo tosco.


Los tratamientos interiores se corresponden con la austeridad característica de la obra de Fray Coello. Un zócalo de madera recorre todo el perímetro interior, en el que se integran desde los confesionarios y los altares laterales hasta las instalaciones. La piedra de Campaspero recubre el edificio sin ningún tipo de adorno, excepto el cuerpo que rodea el antiguo retablo al que se otorga otra textura para contextualizarlo con el resto del templo.
En el exterior destaca la nave blanca compuesta por la piedra, y el muro sur abierto con veinte ventanas rasgadas decoradas cada una de ellas por una orejera. Como última estación del vía crucis encontramos el campanario de hormigón, con más de 50 metros de altura, cuyo interior alberga un altar para oficiar cultos al aire libre, además, desde esta torre parte un pórtico de estructura metálica que abraza al templo creando un patio abierto.
Un conjunto de gran escala completa el programa y alberga una casa de ejercicios espirituales, casa de los Padres Dominicos, alojamiento para alumnos, pabellones de aulas, espacios de recreo cubiertos, auditorio y dos capillas.


El lenguaje plástico empleado es sencillo y contundente. Constituye un espléndido ejemplo del entendimiento de la arquitectura como espacio encerrado dentro de un continente, que le sirve de envoltura y le caracteriza, como sucede con un molde, que comunica su forma a la pasta que se echa en él. La arquitectura española de entonces, pobre de medios, rara vez se podía aventurar con alardes espaciales tan atrevidos, en los que el espacio parece tallado, más que contenido. La volumetría del templo está resuelta sin miedo, con contundencia, pero la aparente dureza que presenta al exterior oculta un espacio interior intensamente acogedor.  
Por lo que respecta a la decoración del templo, uno de los elementos destacados es la parte escultórica, obra de Josep María Subirachs. Fue en 1957 cuando ganó por concurso el encargo de la decoración escultórica, una de sus mayores obras de juventud. Se trata de un gran friso formado por trece figuras alargadas de bronce, de seis metros de altura que representan a los doce apóstoles, en cuyo centro se alza la figura de la Virgen María coronada. Subirachs creó también las cuatro puertas de bronce de acceso al Santuario, el Sagrario, el púlpito, el Cristo, los candelabros, las lámparas, el altar y la pila de agua bendita.


Esta obra de Coello, más que otras, tiene algo de aaltiano, de orgánico, de apego a la tierra, a sus materiales, prestando atención a lo más sensible de la naturaleza humana, que Coello muestra incluso con la disposición del pequeño estanque con peces de colores que se encuentra en el corredor que conduce desde la nave al Camarín de la Virgen, meta de los peregrinos. Cabría también establecer cierta afinidad entre este Santuario y el de Oíza en Aránzazu, tanto por la disposición de la nave y el concepto espacial como, incluso, por la idea de resolver el frontispicio sobre la entrada con una representación de los apóstoles; con la diferencia a favor de Coello de que no comparte la intelectualización excesiva que Oíza impone a la iconografía, ni su tenebroso empleo de la luz en el interior, que él apoya con el efecto sobrecogedor que provoca la escala del espacio, que acentúa el sentido distante, elevado o superior de la esfera sobrenatural. El Santuario de Coello es más humano, más acogedor, más amable. Pero no porque haga concesiones a la geometría de las formas suaves o al adorno innecesario.  
La Luz, es elemento fundamental de la obra, ya que penetra en el interior a través de la gran vidriera que conforma la fachada principal del templo, realizada en la fábrica de vidrio artístico Vitraux d’art, en Chartres en el taller de Gabriel Loire, y diseñada por Albert Ràfols-Casamada en colaboración con Subirachs. En el interior se produce un acertado juego de luces gracias a las vidrieras que proyectan al mediodía las sombras de las esculturas de Josep María Subirachs, a las pequeñas ventanas del muro sur y a través del lucernario de vidrio situado sobre el presbiterio.
 
Esta obra, considerada pionera del arte contemporáneo español, ha sido incluida en la base de datos del registro DOCOMOMO, organización internacional cuya finalidad es inventariar, divulgar y proteger el patrimonio arquitectónico del Movimiento moderno. El Santuario, también fue reconocido en 2009 como Basílica Menor, por su importancia espiritual como centro de peregrinación. Las celebraciones sacras y profanas que se realizan en la explanada que rodea al Santuario configuran un patrimonio inmaterial que ha mantenido su continuidad en el tiempo, como referencia cultural y fuente de identidad para los ciudadanos.
Siendo el 19 de julio de 2018, en el ACUERDO 44/2018, de la junta de Castilla y León, por el que se declara el Santuario de la Virgen del Camino, Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento.
 
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{{Composición VI|Raquel Briones}}
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{{Ref| https://arquitecturaviva.com/articulos/fray-coello-deportugal}}
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