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'''José Jiménez Donoso''' ( [[Consuegra]], 1628 - † Madrid, 14-9-1690) fue una importante figura del barroco madrileño en la segunda mitad del siglo XVII, y exponente de una generación de pintores-arquitectos dotados de un gran sentido decorativo que, como S. de Herrera Barnuevo y Francisco de Herrera el joven, no sólo compusieron iglesias, sino las decoraron con retablos, lienzos y pinturas al fresco, derivadas de la técnica italiana del quadro riportato.
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'''José Jiménez Donoso''' ( Consuegra, 1628 - † Madrid, 14-9-1690) fue una importante figura del barroco madrileño en la segunda mitad del siglo XVII, y exponente de una generación de pintores-arquitectos dotados de un gran sentido decorativo que, como S. de Herrera Barnuevo y Francisco de Herrera el joven, no sólo compusieron iglesias, sino las decoraron con retablos, lienzos y pinturas al fresco, derivadas de la técnica italiana del quadro riportato.


Aprendió los rudimentos de la pintura con su padre, el pintor Antonio Jiménez Donoso, y continuó el aprendizaje en Madrid al lado de Francisco Fernández, discípulo de Carducho. Al morir este maestro en 1641 se trasladó a Roma, donde permaneció siete años iniciándose en la pintura al fresco quizá con maestros como D. Canuti o F. Gherardi, que habían perfeccionado la técnica de la quadratura decorativa iniciada por los hermanos Alessandro, Giovanni y Querubino Alberti. Allí estudió también arquitectura, de la que trajo a España, según Llaguno, «los disparates borrominescos», afirmación que está por probar, pues nunca dio muestras de dominar tal estilo. Vuelto a Madrid se esforzó por obtener el puesto de pintor de cámara de Carlos 11, cosa que no consiguió y que llegó a agriar su carácter, si bien al fin de su vida fue nombrado maestro mayor y primer pintor de la catedral de Toledo. M. en Madrid el 14 sept. 1690 y fue enterrado en la iglesia de S. Luis que él mismo había construido.
Aprendió los rudimentos de la pintura con su padre, el pintor Antonio Jiménez Donoso, y continuó el aprendizaje en Madrid al lado de Francisco Fernández, discípulo de Carducho. Al morir este maestro en 1641 se trasladó a Roma, donde permaneció siete años iniciándose en la pintura al fresco quizá con maestros como D. Canuti o F. Gherardi, que habían perfeccionado la técnica de la quadratura decorativa iniciada por los hermanos Alessandro, Giovanni y Querubino Alberti. Allí estudió también arquitectura, de la que trajo a España, según Llaguno, «los disparates borrominescos», afirmación que está por probar, pues nunca dio muestras de dominar tal estilo. Vuelto a Madrid se esforzó por obtener el puesto de pintor de cámara de Carlos 11, cosa que no consiguió y que llegó a agriar su carácter, si bien al fin de su vida fue nombrado maestro mayor y primer pintor de la catedral de Toledo. M. en Madrid el 14 sept. 1690 y fue enterrado en la iglesia de S. Luis que él mismo había construido.


=== Obra arquitectónica ===
=== Obra arquitectónica ===
Casi todas sus obras han desaparecido: tal la iglesia de la Victoria, la fachada de la parroquia de Sta. Cruz y el sepulcro de los marqueses de Mejorada en los Agustinos Recoletos. De otros edificios, como el claustro de Sto. Tomás y la iglesia de S. Luis obispo, incendiada durante la última guerra civil, por lo menos se han conservado fotografías y dibujos. Se conserva en pie la Casa de la Panadería en la Plaza Mayor madrileña, que J. D. reconstruyó después del incendio de 1672. Prolongó el pórtico de arcadas construido por J. Gómez de Mora y sustituyó el friso primitivo por otro de ménsulas pareadas del estilo de F. Bautista, dándole un mayor claroscuro. Con un sentido muy decorativo reemplazó los lisos marcos de los balcones de los pisos superiores por plásticas molduras de guirnaldas y jarrones, de carácter plateresco; dispuso una calle central que conjugase con los ejes de las torres laterales, donde abrió un nichoretablo para alojar un gran escudo de la monarquía, y complementó las cubiertas de las torres con buhardas y capiteles. El conjunto del diseño tiene así un carácter muy festivo dentro de la tradición hispánica y no delata ningún influjo italiano. En cambio sí se advierten rasgos italianizantes en el claustro del desaparecido colegio de S. Tomás, por ejemplo el uso de óculos ovalados y mansardas sobre los balcones de los pisos para crear una pared de cierre en una estructura arqueada. Lo que, sin embargo, da sentido a este patio no son tanto sus formas estructurales, cuanto la fina y menuda decoración pródiga en ménsulas, estípites y guirnaldas colgantes, que la emparentan más que con la de los grandes maestros del barroco romano, con la ornamentación andaluza contemporánea, que luego cultivó, p. ej., L. de Figueroa. Aun así se perciben molduras de carácter borrominesco en las puertas del piso bajo. Por último en la iglesia de S. Luis (1679-89) optó por un barroco austero muy de la primera mitad del s. xvii, con un interior cuyo sobrio alzado toscano se relacionaba con el arte de F. Bautista. Además la maqueta exterior con sus torres achapiteladas, sus ábsides rectos y volúmenes limpios y escalonados no podía ser más castiza. En la fachada sí se percibía algún detalle borrominesco, pero debido ya a otra mano.
Casi todas sus obras han desaparecido: tal la iglesia de la Victoria, la fachada de la parroquia de Sta. Cruz y el sepulcro de los marqueses de Mejorada en los Agustinos Recoletos. De otros edificios, como el claustro de Sto. Tomás y la iglesia de S. Luis obispo, incendiada durante la última guerra civil, por lo menos se han conservado fotografías y dibujos. Se conserva en pie la Casa de la Panadería en la Plaza Mayor madrileña, que J. D. reconstruyó después del incendio de 1672. Prolongó el pórtico de arcadas construido por J. Gómez de Mora y sustituyó el friso primitivo por otro de ménsulas pareadas del estilo de F. Bautista, dándole un mayor claroscuro. Con un sentido muy decorativo reemplazó los lisos marcos de los balcones de los pisos superiores por plásticas molduras de guirnaldas y jarrones, de carácter plateresco; dispuso una calle central que conjugase con los ejes de las torres laterales, donde abrió un nichoretablo para alojar un gran escudo de la monarquía, y complementó las cubiertas de las torres con buhardas y capiteles. El conjunto del diseño tiene así un carácter muy festivo dentro de la tradición hispánica y no delata ningún influjo italiano. En cambio sí se advierten rasgos italianizantes en el claustro del desaparecido colegio de S. Tomás, por ejemplo el uso de óculos ovalados y mansardas sobre los balcones de los pisos para crear una pared de cierre en una estructura arqueada. Lo que, sin embargo, da sentido a este patio no son tanto sus formas estructurales, cuanto la fina y menuda decoración pródiga en ménsulas, estípites y guirnaldas colgantes, que la emparentan más que con la de los grandes maestros del barroco romano, con la ornamentación andaluza contemporánea, que luego cultivó, p. ej., L. de Figueroa. Aun así se perciben molduras de carácter borrominesco en las puertas del piso bajo. Por último en la iglesia de S. Luis (1679-89) optó por un barroco austero muy de la primera mitad del s. xvii, con un interior cuyo sobrio alzado toscano se relacionaba con el arte de F. Bautista. Además la maqueta exterior con sus torres achapiteladas, sus ábsides rectos y volúmenes limpios y escalonados no podía ser más castiza. En la fachada sí se percibía algún detalle borrominesco, pero debido ya a otra mano.


=== Obra pictórica ===
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Como pintor José Jiménez Donoso cultivó principalmente la pintura al fresco de carácter decorativo, a la manera del quadro riportato que había aprendido en Italia. Los introductores de este género en Madrid habían sido los boloñeses A. M. Colonna y A. Mitelli, traídos en 1659 por Velázquez desde Italia. Antes de su llegada las iglesias madrileñas estaban pintadas de blanco y su decoración consistía en formas lineales o en recuadros geométricos. A finales del S. XVII sus naves, capillas y sacristías comenzaron a animar sus bóvedas con frescos de fastuoso y brillante efecto. José Jiménez Donoso decoró de esta manera las pechinas de la iglesia de las Mercedarias de D. Juan Alarcón, las bóvedas de los Basilios, la capilla del Cristo de la iglesia de S. Luis, la sacristía de la catedral de Madrid, el vestuario de la de Toledo. En las dos últimas de estas obras, así como en la pintura del salón y escalera de la Casa de la Panadería, se asoció con C. Coello. Una de las mejores obras del estilo decorativo-ilusionista aludido es la capilla del Milagro en las Descalzas Reales (1678). Sus dos estancias rectangulares están adornadas con frescos en donde se combina la abundante decoración de roleos, frutas, guirnaldas y cortinajes con elementos arquitectónicos, columnas, entablamentos, balaustradas a que se asoman los personajes, etc. En ella tomaron parte con J. D. los mejores fresquistas del momento: F. Rizi, Carreño y Herrera el joven. Dominó además la pintura al óleo, si bien perfeccionó el colorido en la escuela de J. Carreño de Miranda. José Jiménez Donoso compuso numerosos cuadros de altar, pero no parece que cultivara el retrato. Su actividad en este sentido se desbordó fuera de la corte hasta Valencia (cuadros del Museo de S. Carlos procedentes de la iglesia de la Merced) y Segorbe (desaparecida Cartuja de Valdecrísto). En Madrid muchos de sus lienzos fueron reunidos en el antiguo Museo de la Trinidad, pasando luego a diversos depósitos provinciales. Los que se han conservado son, por lo general, algo mediocres, pero en otro tiempo proporcionaron a su autor un crédito quizá excesivo, debido a su panegirista y biógrafo Palomino.
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=== Bibliografía ===     
     
* A. RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS. [http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=1733&cat=biografiasuelta José Jiménez Donoso]
* A. PALOMINO, El Parnaso español, Madrid 1724
* G. KuBLER, Arquitectura de los siglos XVII y XVIII, Madrid 1957
* E. TORMO, En las Descalzas Reales, Madrid 1917
* A. BONET CORREA, Iglesias madrileñas del s. XVII, Madrid 1961
* F. CHUECA, Madrid y los sitios reales, Barcelona 1958
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{{España}}
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