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La Bauhaus de Weimar. Ellos (y ellas) en pos de una meta común: la arquitectura (Josenia Hervás y Heras)

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La Bauhaus se crea en 1919 dentro de un recién estrenado gobierno que busca un acercamiento entre el pueblo y las elites universitarias. Un horizonte nuevo, moderno y democrático donde los ideales del colectivismo y del individualismo se aúnan al servicio de una misma causa: la arquitectura, la construcción total. Para acceder a la Bauhaus no eran necesarios estudios previos, solo una predisposición artística. El periodo de Weimar, objeto del artículo, duró hasta 1925, año en el que son expulsados encontrando una nueva sede en Dessau.

La escuela funcionó como un imán para jóvenes con ganas de aprender y con necesidad de cambio. Para las mujeres supuso un doble salto, por adquirir una profesión y por sentirse en igualdad con sus compañeros. Su fundador, Walter Gropius, quería compatibilizar la creación artística con el diseño de prototipos estandarizados buscando un objetivo común en torno a la arquitectura. Bajo el lema “arte e industria, una nueva unidad”, se organizó una exposición entre el 15 de agosto y el 30 de septiembre de 1923 donde se mostró la casa experimental denominada “Haus am Horn”, ejecutada por todos los talleres de la escuela y en la que algunas alumnas pudieron demostrar su talento extraordinario.

Los orígenes de la Bauhaus de Weimar. La escuela de Van de Velde

Uno de los mejores ejemplos de unión y asociación entre un grupo de arquitectos y artistas para conseguir una meta, un objetivo común en torno a la arquitectura, se materializó en la Bauhaus. Walter Gropius creó esta Escuela y tal y como Mies van der Rohe lo reflejó en la fiesta del 70 cumpleaños de su fundador: La Bauhaus fue una idea y creo que la causa de la enorme influencia que ha tenido en todo el mundo fue el hecho de que era una idea. Tal resonancia no se puede lograr ni con organización, ni con propaganda, solamente una idea tiene la fuerza de propagarse con tal medida” [1]

Es de justicia reivindicar el papel que la mujer estudiante ocupó dentro de esa idea. La Escuela, sin la participación femenina hubiese nacido castrada, no hubiese sido la Bauhaus. Aunque originalmente se las trató con poca consideración y algo de desprecio, ellas supieron aprender calladamente y sin exigencias mientras trabajaban en sintonía con la filosofía de la Escuela, hasta lograr ser respetadas por sus compañeros y maestros.

La Bauhaus estuvo alojada en tres sedes -Weimar, Dessau y Berlín- y tuvo como directores a tres arquitectos: Walter Gropius, Hannes Meyer y Mies van der Rohe. Pero antes de que se fraguara esta poderosa y potente idea, ya existía una escuela de Artes y Oficios dirigida por el arquitecto Henry van de Velde.

Henry van de Velde se estableció en Weimar y había conseguido algo que más tarde perseguiría la Bauhaus a toda costa: hacer de mediador entre los artesanos y fabricantes de Turingia para producir unos diseños útiles y modernos.

El director belga se ve forzado a dimitir y abandona Alemania por la fuerte presión. Debido a la inminente guerra, se le considera un enemigo de la patria, pero, antes de abandonar su puesto, ya había mantenido contacto epistolar con W. Gropius y le había propuesto como posible sucesor junto con Hermann Obrist y August Endell.

La I Guerra Mundial impidió que la Escuela de Artes Aplicadas tuviese un sucesor y se cerró durante unos años, tiempo que aprovechó el director del vecino Instituto Superior de Bellas Artes de Weimar para intentar anexionarla y fundar una sección de arquitectura. El director, Fritz Mackensen, se cartea con W. Gropius (en el frente) y le ofrece poner en marcha dicha sección. La idea que tiene uno y otro de la arquitectura y el arte en general es diametralmente opuesta, véase en la siguiente carta como entiende él que hay que enseñar arquitectura, basándose en las obras del pasado, y como tacha de femenina la Escuela de van de Velde: “…no me duele [el cierre de la Escuela de Artes Aplicadas de van de Velde] (…). Con el tiempo se ha descubierto que la arquitectura, el elemento importante, se descuidó y lo que se mantenía había adquirido un carácter un tanto femenino. (…) La Escuela de Artes Aplicadas se ha de sustituir por una cátedra de arquitectura en nuestro Instituto Superior de Bellas Artes; esta cátedra se denominará “Sección de arquitectura y artes aplicadas”. Esta es mi intención. El profesor de esta sección habrá de dar conferencias sobre la esencia más íntima de la arquitectura, etc… basándose en las obras más significativas del pasado” [2]

La respuesta de Gropius a esta carta no se ha encontrado en los archivos pero lo que sí se recoge es la contestación nuevamente de F. Mackensen: “…Por lo que deduzco de su carta, tiene usted una idea equivocada de la escuela. En los talleres no se hacía nada importante: estampado por el sistema de batik[3] , encuadernación, cerámica, etcétera; casi nada que pudiera tener aplicación en el campo de la arquitectura. Los alumnos eran en su mayor parte señoras. (…) La escuela, que a mi parecer se puede desarrollar poco a poco, creo que ha de tener otro carácter, renunciando a las bagatelas en que ahora se ocupa, para dedicarse a problemas artístico-arquitectónicos. (…) Y con todo, para el director de la escuela de arquitectura, la actividad a favor de los estudiantes de pintura y de escultura ha de ser una cosa totalmente secundaria; de hecho y sobre todo, ha de construir, y para ello ha de disponer de alumnos propios, que tengan una preparación técnica. Una sección de arquitectura de este tipo puede desarrollarse de la mejor manera bajo los auspicios de la escuela superior…”[4]

Una vez acabada la I Guerra Mundial, Gropius vuelve a contactar con Weimar porque sabe que el puesto no ha sido cubierto y tras la guerra y la revolución de noviembre de 1918 los interlocutores ya no son los mismos.

A Walter Gropius no le agradaba el ideario propuesto por Mackensen, pero le preocupaban las críticas utilizadas contra van de Velde que hablaban despreciativamente de Weimar como una Escuela de Señoritas. Bajo

  1. Sigfried Giedion: Walter Gropius. Dover Publications, New York 1992, p. 18. Reedición del libro original de 1954.
  2. Wingler, Hans M.: La Bauhaus. Weimar, Dessau, Berlín 1919-1933. Gustavo Gili, Madrid 1975, p. 31. Carta de 2 de octubre de 1915 de Fritz Mackensen a Walter Gropius. La traducción española es un tanto confusa: “Con el tiempo está quedando bien claro que la arquitectura, el elemento más importante, se ha enderezado y que todo lo demás ha adquirido un carácter un poco femenino” y se ha utilizado la versión inglesa de Wingler.
  3. El batik es una técnica para preservar que el tinte no penetre en toda la tela por lo que se utiliza un patrón que genera zonas alcanzadas por el tinte y otras donde no debe introducirse.
  4. Ibídem (2) p. 31. Carta de 14 de octubre de 1915 de Fritz Mackensen a Walter Gropius.

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Alberto Mengual

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