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Raices mediterraneas de la Arquitectura Moderna (José Luis Sert)

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Las construcciones de los países mediterráneos presentan, en todas las épocas, unas características de orden general comunes a casi todas ellas. Las construcciones de los países mediterráneos presentan, en todas las épocas, unas características de orden por lo general comunes a casi todas ellas. Podríamos llamarlas "características constantes" o simplemente "constantes" de la arquitectura mediterránea.

Los constructores de esta arquitectura, muestran siempre una gran predilección hacia las formas puras y los volúmenes netamente acusados.

La civilización mediterránea, iniciada en Egipto y en las islas del Mar Jónico, se extiende posteriormente por Fenicia, Grecia, Cartago, Roma, sur de Francia y Levante de Iberia.

Es curioso constatar como al alejarse del mar latino, pierde la arquitectura las características "constantes" a que acabamos de hacer referencia. Las formas primarias, si existen, se enmascaran con una profusa decoración; son raras las grandes superficies lisas, salvo casos excepcionales en que las hace obligatorias la economía o la naturaleza del material empleado. La decoración escultórica reviste a veces la construcción en su totalidad, como puede verse en las catedrales del Norte de Europa, en los templos indios y Orientales, en general, y hacia Occidente en el Barroco portugués y templos primitivos de América Central. En los edificios egipcios: templos hipojeos, etc., a pesar de emplear gran cantidad de decoración, se respeta el plano sin destruirlo.

Es curioso, también, observar como un estilo nórdico -el gótico- al aclimatarse al mediterráneo, se simplifica, despojándose de la mayoría de elementos decorativos y apareciendo claramente acusados elementos constructivos, como puede verse en las catedrales del Mediodía de Francia, Centro y Norte de Italia (la de Milán no es más que una excepción que confirma la regla) y levante de la Península Ibérica. Los contrafuertes con sus aristas acusadas, así como las torres prismáticas, sustituyen a los arbotantes de trazado complicado, pináculos y agujas de un gótico norte-europeo.

Santa María del Mar y el Monasterio de Pedralbes, en Barcelona, son, entre otros muchos, buenos ejemplos de este gótico perfectamente mediterráneo, aclimatado al mar latino. Esto en cuanto a la arquitectura que podemos llamar de "estilo". Pero al mismo tiempo que se han cultivado los más diversos entre éstos, como expresión de distintas épocas y costumbres, consecuencia de culturas y estructuras raciales diferentes, ha habido siempre una arquitectura al margen de estilos, una arquitectura "sin estilo" (en el sentido académico de la palabra) y, generalmente, sin arquitecto y sin plano. Estas construcciones mediterráneas de todas las épocas, puramente utilitarias, las más de las veces son de una simplicidad magnifica y de una dignidad que querríamos ver prodigada en las grandes ciudades de hoy.

Son un reposo para los ojos y el espíritu estas construcciones populares mediterráneas. Todo en ellas es natural, todo se ha inventado para servir al hombre; todos sus elementos tienen la medida justa, la medida "humana". No pretenden impresionarnos con su monumentalldad, pero irradian luz y optimismo. Las aristas de los distintos volúmenes separan violentamente los planos de luz y sombra. Una policromía a base de tonos pálidos (colores puros y cal) dominando el blanco, hace fácil su conservación y eterna y económica su juventud.

No tienen estas superficies el aspecto severo de las construcciones de piedra, patinadas por el tiempo. Puede que no sean tan impresionantes, pero son más amables. No conocían la teorías de Vitruvio ni de Vignola las gentes que han construido sus viviendas con esta arquitectura magnífica , llena de sentido común y basada en un concepto claro del problema.

Los elementos que componen estas construcciones, hasta sus más pequeños detalles, son producciones en serie, que se han ido puliendo y perfeccionando siglo tras siglo: puertas de altura y anchura precisas, ventanas, alacenas, mobiliario, cerámica. Formas, las mismas siempre con ligeras variantes, que se repiten a todo lo largo de las costas mediterráneas. Las fachadas al mediodía, se protegen del exceso de sol, mediante emparrados o porches, elementos que tamizan la luz sin privar la visión del paisaje exterior. Los tejados son planos, en terrazas, o de teja árabe y siempre de muy poca pendiente; de forma que el prisma que los sustenta, domina el conjunto, conservando este toda su fuerza y pureza. Las pequeñas casetas en que guardan sus barcos los pescadores de la "Costa brava" catalana, las encontramos en las islas del archipiélago griego. Idéntico espíritu anima las construcciones de Ibiza y las de Megara, Mikonos o Yos. Nada tienen que ver estas construcciones con lo que en nuestras escuelas de arquitectura se denomina "arquitectura regional". En los pequeños detalles pueden variar de Oriente a Occidente, pero permanece el mismo espíritu: las constantes que hacen de estas construcciones algo netamente mediterráneo. Las escuelas de arquitectura que confunden lamentablemente el detalle superpuesto y accidental con la esencia de estas construcciones, aplicarían estos detalles a obras de espíritu totalmente diferente y bautizarían pomposamente el nuevo estilo. Lo interesante y vital de esta arquitectura mediterránea, es lo que no tratan de perpetuar las escuelas de arquitectura y que constituyen su base: los volúmenes primarios, las grandes superficies lisas, la policromía clara y brillante, la concordancia de las construcciones con líneas dominantes del paisaje en que estas se emplazan y que obliga a crear nuevas formas para cada lugar, a inventar nuevas soluciones. No puede interesarnos la arquitectura regional de cultivo limitado. Lo que nos interesa es la arquitectura basada en elementos existentes, una arquitectura para un clima, una luz y un paisaje determinado.

Si después de examinados varios ejemplos de construcciones populares mediterráneos, los comparamos con las mejores creaciones de arquitectura moderna, no podremos dejar de notar características comunes, no en el detalle, sino en estas "constantes" que dan su espíritu a la obra arquitectónica. Luego, ¿por qué se ha llamado germánica a la arquitectura moderna? Este espíritu, estas características constantes de que hemos tratado, no son propias de las construcciones germánicas. Los medios técnicos de que disponían estos pueblos, así como su clima, no favorecían esta clase de construcciones y se veían obligadas a cubrir sus casas con tejados de pizarra y otros materiales, dándoles grandes pendientes. Los colores claros a la cal no resisten las lluvias persistentes. Las fachadas de estas construcciones populares de los países nórdicos, se nos muestran ennegrecidas por la humedad permanente.

Estas gentes empleaban materiales distintos de los que utilizaron los pueblos latinos; materiales impuestos por otro clima y otro paisaje. Además, estas construcciones, por motivos raciales, respiran otro espíritu.

Recientemente, pues sólo hace unos quince años, se han generalizado en los países del Norte otro género de construcción; éste ha sido posible gracias a los nuevos conocimientos técnicos.

Se han podido construir terrazas en vez de tejados a gran pendiente, empleando ciertas materias vituminosas, u otras, como elementos impermeabilizantes. Esto, unido a las ventajas constructivas del hierro y hormigón armado y su empleo generalizado, produjo una verdadera revolución en la arquitectura nórdica. Simultáneamente, las fábricas de colores, hallan la fórmula para fabricar pinturas de tono inalterable, que permiten dar una policromía a base de tonos claros y brillantes a las negras fachadas tradicionales. La industria avanza rápidamente en estos países nórdicos y la perfección de sus productos hace abandonar las burdas imitaciones escultóricas, fabricadas en piedra artificial o yeso. La nueva técnica constructiva permite realizar grandes superficies lisas de acabado perfecto. Así mismo el hierro y hormigón imponen formas primarias.

Al mismo tiempo que se opera esta revolución arquitectónica, producto de la técnica moderna, se pone de moda la vida al sol y al aire libre , los deportes continúan en auge; las costas mediterráneas se pueblan de turistas en verano, la mayoría del Norte de Europa, que viene a saturarse de sol. Importan cactus a su país, y los cultivan entre grandes superficies vidriadas, protegidos por una instalación de calefacción...

La arquitectura moderna, técnicamente, es en gran parte un descubrimiento de los países nórdicos, pero espiritualmente es la arquitectura mediterránea sin estilo la que influye esta nueva arquitectura. La arquitectura moderna es un retorno a las formas puras, tradicionales, del Mediterráneo. ¡Es una victoria más del mar latino!

Origen del artículo

Autor: José Luis Sert
Publicado en AC , nº 18 (1935)
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Alberto Mengual

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