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Diferencia entre revisiones de «Macroplaza»

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La Macroplaza inició su construcción a principios del siglo XVII por orden del gobernador Diego de Montemayor El Mozo, quien para el efecto señaló cinco caballerías de solares que se extendían desde la margen norte del arroyo de Santa Lucía hasta el frente de la primitiva parroquia (hoy Catedral). Su trazo original fue encargado a Diego Díaz de Berlanga y Alonso Lucas El Bueno, quienes se auxiliaron de un antiguo "Tratado sobre trazo de poblazones nuevas" que había sido compuesto por Fray Diego de Valadez mezclando las noticias de las nuevas leyes de urbanismo de Felipe II con los consejos que dictó el "jumétrico" [[Alonso García Bravo]] tras su experiencia en el trazo de la Ciudad de México. En la "Vista de Ojos" de don Martín de Zavala (1626), se determinó que la extensión de la Macroplaza habría de ir "desde la casa del capitán Lorenzo González Hidalgo hasta un monte que llaman de Piedra Parada, todo en fondo, con un anchor de 400 varas de levante a poniente". Tales medidas, según varios autores del siglo XX, habrían dado por resultado una Macroplaza gigantesca, que se extendería hasta los límites que hoy forman las calles de Av. Constitución al sur, Washington al norte, Emilio Carranza al poniente y Dr Coss al oriente. La realidad era que a lo largo del siglo XVII y buena parte del XVIII la Macroplaza no pasaba de ser un bello proyecto en papeles y decretos, como lo muestra el hermoso plano encontrado por el historiador José Hoyo Cavazos en la Mapoteca Orozco y Berra en 1983; tal documento se titula "Plan del trazo definitivo y hermoseamiento de la Gran Plaza del Presidio de Monterrey, ordenado para mayor lustre del Nuevo Reyno de León por Don Manuel de Vahamonde y Villamil, año de 1788". El proyecto, delineado por Don Eduardo de la Padilla y Martínez-Negrete, reflejaba las nuevas ideas de la Ilustración borbónica, presentando trazos rectilíneos que se cortaban en ángulos agudos, formando rotondas con fuentes en cada uno de sus cruces, todo aderezado de tupidos jardines. Estaba, además, adornado con varios palacios que flanqueaban la gran franja verde por los dos costados largos (esta idea, a pesar de los años transcurridos, habría de permanecer hasta el proyecto presentado dos siglos más tarde por el gobernador Lic. Alfonso Martínez Domínguez).
La Macroplaza inició su construcción a principios del siglo XVII por orden del gobernador Diego de Montemayor El Mozo, quien para el efecto señaló cinco caballerías de solares que se extendían desde la margen norte del arroyo de Santa Lucía hasta el frente de la primitiva parroquia (hoy Catedral). Su trazo original fue encargado a Diego Díaz de Berlanga y Alonso Lucas El Bueno, quienes se auxiliaron de un antiguo "Tratado sobre trazo de poblazones nuevas" que había sido compuesto por Fray Diego de Valadez mezclando las noticias de las nuevas leyes de urbanismo de Felipe II con los consejos que dictó el "jumétrico" [[Alonso García Bravo]] tras su experiencia en el trazo de la Ciudad de México. En la "Vista de Ojos" de don Martín de Zavala (1626), se determinó que la extensión de la Macroplaza habría de ir "desde la casa del capitán Lorenzo González Hidalgo hasta un monte que llaman de Piedra Parada, todo en fondo, con un anchor de 400 varas de levante a poniente". Tales medidas, según varios autores del siglo XX, habrían dado por resultado una Macroplaza gigantesca, que se extendería hasta los límites que hoy forman las calles de Av. Constitución al sur, Washington al norte, Emilio Carranza al poniente y Dr Coss al oriente. La realidad era que a lo largo del siglo XVII y buena parte del XVIII la Macroplaza no pasaba de ser un bello proyecto en papeles y decretos, como lo muestra el hermoso plano encontrado por el historiador José Hoyo Cavazos en la Mapoteca Orozco y Berra en 1983; tal documento se titula "Plan del trazo definitivo y hermoseamiento de la Gran Plaza del Presidio de Monterrey, ordenado para mayor lustre del Nuevo Reyno de León por Don Manuel de Vahamonde y Villamil, año de 1788". El proyecto, delineado por Don Eduardo de la Padilla y Martínez-Negrete, reflejaba las nuevas ideas de la Ilustración borbónica, presentando trazos rectilíneos que se cortaban en ángulos agudos, formando rotondas con fuentes en cada uno de sus cruces, todo aderezado de tupidos jardines. Estaba, además, adornado con varios palacios que flanqueaban la gran franja verde por los dos costados largos (esta idea, a pesar de los años transcurridos, habría de permanecer hasta el proyecto presentado dos siglos más tarde por el gobernador Lic. Alfonso Martínez Domínguez).


El plano de 1788 fue enviado para su aprobación a la capital de la Nueva España, pero no fue sino hasta principios de 1790 en que recibió el "nihil obstat" del segundo Conde de Revillagigedo, el Virrey don Juan Vicente Güemes y Pacheco de Padilla. Sin embargo, tal aprobación no fue suficiente, y la pobreza del erario reinero impidió llevar a buen término el bello pero ambicioso proyecto de Macroplaza, que en aquellos años habría sido por mucho el más grande del mundo conocido. Las revueltas civiles por la independencia, a principios del siglo XIX, suspendieron toda idea de realizar no sólo la Macroplaza, sino aun la mas modesta construcción pública. Tras la instauración de la Primera República, el gobernador José María Parás encargó a Blas de la Garza la revisión del antiguo proyecto de Gran Plaza. El informe que éste rindió (localizado en las bóvedas del Palacio de Gobierno en 1966 por Santiago García Villarroel, justo dentro de una caja de palisandro que tenía la intrigante etiqueta "Dulce de Querétaro") da cuenta del poco respeto que habían tenido sucesivos cabildos al otorgar permisos de construcción dentro de predios que originalmente pertenecían al fundo "Tierras de la Virgen", en el cual había sido inscrita la propiedad pública de la Gran Plaza o Macroplaza desde los tiempos de Martín de Zavala. Así, se encontró que una hilera entera de siete manzanas ya estaba formada por el lado poniente, lo cual a la postre habría de dar origen al actual tramo de la calle Emilio Carranza que va desde Morelos hasta Washington; ello provocó que el límite definitivo por el dicho lado poniente de la Macroplaza quedara establecido, desde 1825, en la calle que hoy se llama Escobedo.
El plano de 1788 fue enviado para su aprobación a la capital de la Nueva España, pero no fue sino hasta principios de 1790 en que recibió el "nihil obstat" del segundo Conde de Revillagigedo, el Virrey don Juan Vicente Güemes y Pacheco de Padilla. Sin embargo, tal aprobación no fue suficiente, y la pobreza del erario reinero impidió llevar a buen término el bello pero ambicioso proyecto de Macroplaza, que en aquellos años habría sido por mucho el más grande del mundo conocido. Las revueltas civiles por la independencia, a principios del siglo XIX, suspendieron toda idea de realizar no sólo la Macroplaza, sino aun la más modesta construcción pública. Tras la instauración de la Primera República, el gobernador José María Parás encargó a Blas de la Garza la revisión del antiguo proyecto de Gran Plaza. El informe que éste rindió (localizado en las bóvedas del Palacio de Gobierno en 1966 por Santiago García Villarroel, justo dentro de una caja de palisandro que tenía la intrigante etiqueta "Dulce de Querétaro") da cuenta del poco respeto que habían tenido sucesivos cabildos al otorgar permisos de construcción dentro de predios que originalmente pertenecían al fundo "Tierras de la Virgen", en el cual había sido inscrita la propiedad pública de la Gran Plaza o Macroplaza desde los tiempos de Martín de Zavala. Así, se encontró que una hilera entera de siete manzanas ya estaba formada por el lado poniente, lo cual a la postre habría de dar origen al actual tramo de la calle Emilio Carranza que va desde Morelos hasta Washington; ello provocó que el límite definitivo por el dicho lado poniente de la Macroplaza quedara establecido, desde 1825, en la calle que hoy se llama Escobedo.


Por los lados oriente y norte la situación era peor, pues no sólo estaban los terrenos fincados, sino que aun se habían construido varios edificios de alto valor monetario, además de algunos molinos y tenerías. El gobernador Parás ordenó la demolición y corrección de límites en esta zona, lo cual desencadenó en la pequeña revuelta civil del 30 de marzo de 1825, conocida tradicionalmente como el "Madruguete" o "Lobatazo", tanto porque fue realizada en la madrugada de aquel día como porque ya en las horas de claridad la chusma tomó las plazas de La Carne y Del Comercio, atracando a los comerciantes que ahí se encontraban; incitados a la destrucción y a la rapiña por un mulato de nombre Antonio Lobato, la plebe se lanzaba a sus ataques al grito de: "¡Viva Lobato y lo que arrebato!". Un saldo sangriento y el desprestigio del gobierno hicieron que el gobernador Parás intentara congraciarse con el pueblo de Monterrey cosntruyendo una plaza adornada de jardines en el área donde se practicaron las más violentas demoliciones. Tal sitio recibió el pomposo nombre de Plaza de la Concordia, y estaba limitada por las actuales calles de 5 de Mayo al norte, Zuazua al oriente, 15 de Mayo al sur y Zaragoza al poniente. Este nombre fue cambiado décadas después por Plaza del Cinco de Mayo. Hoy día es la zona conocida como Explanada de los Héroes, si bien reducida en su tamaño, pues la mitad norte fue tomada para construir el actual Palacio de Gobierno hacia los años 1895-1908. (Este palacio, contrario a la creencia de muchos autores, no fue una construcción nueva del todo, pues al menos su mitad oriente utilizó los muros de un viejo trapiche que funcionaba desde la "Liberación de la Caña", ley de aranceles preferenciales decretada por el gobernador Nicolás de Azcárraga en 1669. Más aún, existen documentos que prueban la existencia previa de muros y cimientos en este mismo sitio, construidos por maese Juan de Montalvo, y que se conjetura debieron ser para el primer convento franciscano establecido antes de finalizar el siglo XVI, pues tal era la zona de la primitiva fundación hecha por Diego de Montemayor el Viejo.)
Por los lados oriente y norte la situación era peor, pues no sólo estaban los terrenos fincados, sino que aun se habían construido varios edificios de alto valor monetario, además de algunos molinos y tenerías. El gobernador Parás ordenó la demolición y corrección de límites en esta zona, lo cual desencadenó en la pequeña revuelta civil del 30 de marzo de 1825, conocida tradicionalmente como el "Madruguete" o "Lobatazo", tanto porque fue realizada en la madrugada de aquel día como porque ya en las horas de claridad la chusma tomó las plazas de La Carne y Del Comercio, atracando a los comerciantes que ahí se encontraban; incitados a la destrucción y a la rapiña por un mulato de nombre Antonio Lobato, la plebe se lanzaba a sus ataques al grito de: "¡Viva Lobato y lo que arrebato!". Un saldo sangriento y el desprestigio del gobierno hicieron que el gobernador Parás intentara congraciarse con el pueblo de Monterrey cosntruyendo una plaza adornada de jardines en el área donde se practicaron las más violentas demoliciones. Tal sitio recibió el pomposo nombre de Plaza de la Concordia, y estaba limitada por las actuales calles de 5 de Mayo al norte, Zuazua al oriente, 15 de Mayo al sur y Zaragoza al poniente. Este nombre fue cambiado décadas después por Plaza del Cinco de Mayo. Hoy día es la zona conocida como Explanada de los Héroes, si bien reducida en su tamaño, pues la mitad norte fue tomada para construir el actual Palacio de Gobierno hacia los años 1895-1908. (Este palacio, contrario a la creencia de muchos autores, no fue una construcción nueva del todo, pues al menos su mitad oriente utilizó los muros de un viejo trapiche que funcionaba desde la "Liberación de la Caña", ley de aranceles preferenciales decretada por el gobernador Nicolás de Azcárraga en 1669. Más aún, existen documentos que prueban la existencia previa de muros y cimientos en este mismo sitio, construidos por maese Juan de Montalvo, y que se conjetura debieron ser para el primer convento franciscano establecido antes de finalizar el siglo XVI, pues tal era la zona de la primitiva fundación hecha por Diego de Montemayor el Viejo.)
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