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Diferencia entre revisiones de «Basílica de Nuestra Señora de Aránzazu»

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imagen:Virgen_de_Arantzazu_2.JPG|Virgen sobre el espino.
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Revisión del 11:51 1 abr 2010

El Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu es un santuario mariano situado en el municipio de Oñate, en Guipúzcoa, País Vasco (España), donde se venera la Virgen de Aránzazu, patrona de esta provincia.

Se sitúa a 750 metros de altitud rodeado de montañas y vegetación. La Virgen que se venera apareció en 1496. Desde 1514 está servido por la Orden de los Franciscanos. Su basílica, construida en los años cincuenta del siglo XX, es una obra arquitectónica, escultórica y artística de gran relevancia, en donde han trabajado eminentes artistas de renombre internacional.

Santuario de Aránzazu

Etimología[editar]

El nombre del santuario, del lugar y de la Virgen hace referencia a la leyenda de su aparición. En sí, la palabra arántzazu viene a significar ‘lugar de espinos’ y hace referencia a la existencia de abundantes arbustos espinosos en el lugar.

Esteban de Garibay, en su Compendio historial de las Crónicas y universal historia de todos los Reynos de España (1628), dice que la Virgen se le apareció a una doncella llamada María de Datuxtegui. En el mismo libro, sin embargo, da otra versión, que es la más conocida. Garibay dice que recogió esta historia de boca de un testigo que habría conocido a un pastor llamado Rodrigo de Balzategui. Este hombre había dicho que había descubierto la pequeña imagen de la Virgen con el niño en brazos, escondida entre una mata de espinos, junto a un cencerro. Al verla habría exclamado: ¡¿Arántzan zu?!, que quiere decir "¡¿en los espinos, tú?!".

Esta leyenda vuelve a aparecer en la primera historia del santuario escrita por el franciscano Gaspar de Gamarra veinte años después (en 1648):

Llámasse Aránzazu en buen lenguaje cántabro-bascongado y como la ethimología de haverse hallado esta santa imagen en un espino, que en esta lengua se llama Aranza y se le añade la dicción zu, y es a mi ver lo que sucedió en el misterioso hallazgo de esta soberana margarita que, lleno de admiraciones el pastor, viendo una imagen tan hermosa y resplandeciente de María Santíssima que hacía trono de un espino, la dijo con afectos del corazón: Arantzan zu?, que es como si dixera en lengua castellana: Vos, Señora, siendo Reyna de los Angeles, Madre de Dios, abogada de pecadores, refugio de afligidos, y a quien se deven tantas veneraciones y adoraciones, cuando merecíais estar como estáis en los cielos en throno de Seraphines, mucho más costoso y vistoso que el que hizo Salomón para su descanso. Vos, Señora, en un espino?

El historiador Padre Lizarralde, que diseñó el escudo del santuario, se basó para ello en la leyenda y diseño un espino del cual brota una estrella que con su luz espanta al dragón, mandándolo al abismo. En la cenefa se lee “Arantzan zu”.

La ubicación[editar]

Vista exterior del ábside del Santuario de Aránzazu

La ubicación del santuario es excepcional. Se sitúa a escasos 10 km. de la villa de Oñate a los pies de las campas de Urbia en medio de una sucesión de barrancos y oquedades, montes rocosos y pequeños ríos que se pierden en el fondo del valle bajo el edificio del santuario.

Son varias las sierras que convergen en el lugar, la sierra de Elguea, la de Aitzkorri, el macizo de Aloña que queda separado por un gran barranco en cuyo fondo corre el río y sobre el que se alzan los picos de Aitzabal, Beitollotsa y Gazteluaitz.

La carretera que desde la villa sube al santuario va adentrándose en las montañas calizas bordeando el acantilado sobre el río. Poco después de salir de Oñate se obtiene una formidable vista del conjunto urbano desde le balcón natural que ofrece el alto de Urtiagain.

Desde allí el camino esta sembrado de pequeños puntos de religiosidad, figuras de vírgenes, capillas… Sobre el valle de Urrejola, donde al otro lado del río se ve la carretera que llega a Araoz, cuna de Lope de Aguirre, ya se divisa el peñón que da nombre al valle y que sitúa el santuario. El empinado camino asciende bordeando el acantilado y mostrando las singularidades de los montes calizos con sus cuevas y simas, algunas de las cueles se llegan a distinguir, por su enorme tamaño como el boquetón de San Elías que guarda en su interior un ermita dedicada al santo, desde la propia vía. En algunos tramos del ascenso se puede ver la antigua calzada que recorrían los peregrinos, como lo hizo Ignacio de Loyola, para ir a ver a la que consideraban su madre. Curvas que se abren cerca de caseríos y antiguos establecimientos para peregrinos y que va indicando la cercanía del mariano lugar. Después de pasar al borde de una profunda sima se muestran los edificios que componen el complejo monasterial, entre los que destaca la basílica con su impresionante fachada y torre.

La amplia plaza (que en parte se usa de aparcamiento) se dispone entre los austeros muros del seminario franciscano y el barranco. Enfrente, hacia el alto, a la derecha de la carretera, se encuentra la basílica con gran fachada enmarcada entre dos torres gemelas y protegida por la torre campanario, separada unos metros a la izquierda. El inicio de la fachada diseñada por Oteiza se sitúa a un nivel inferior al del camino. Unas amplias escaleras dan paso, bajándolas, a las grandes puertas de hierro. Esto hace que el friso que representa a los apóstoles, en número de 14, quede a la misma altura que la vía. Sobre este friso y en medio de una fachada lisa se ubica una figura virginal. Las torres, construidas con grandes piedras calizas talladas en punta de diamante simbolizando espinas, enmarcan el conjunto.

Bajo la actual construcción se haya la antigua basílica que actualmente esta convertida en cripta que recoge una vanguardista obra pictórica en sus paredes.

El conjunto se complementa con varios edificios diferentes, alguno de ellos muy anteriores, que ofrecen los servicios precisos a los ciudadanos que se acercan al santuario o pasan por allí en busca de las cumbres de las montañas que lo redoran.

El lugar se encuentra a 700 m de altitud y se encuentra colgado sobre un profundo valle. Es uno de los puntos de parida para numerosas excursiones, en especial al macizo de Aitzkorri y a todo el complejo pastoril de Urbia así como a los montes que componen la sierra de Elguea.

En la zona se extiende un complejo krastico con numerosas cuevas, simas y sumideros. Se puede dividir en tres sub-zonas de interés:

  • Zona de Orkatzategui-Andarto-Kurutzeberri, en donde hay una sima de más de 20 m, la de Valle Gaztelu.
  • Zona de Arrikurutz, con una gruta de más de 6 km de galerías exploradas donde se hallaron fósiles y restos de animales.
  • Zona de Ubao con el complejo del Aloña.
  • Zona de Urbia-Aitzkorri en donde destacan Zubiondoko Lezia y Urdabide I.

La Virgen de Aránzazu[editar]

La imagen de la Virgen de Aránzazu es una talla en piedra de perfil gótico de diseño simple. En la mano derecha tiene una bola simbolizando el globo del mundo y con la izquierda sostiene al niño que se sienta en la pierna del mismo lado algo sentado. Mide 36 cm y pesa 9 kg. Describen el rostro de la imagen como el de una «aldeana sana de ancho cuello y generoso pecho». El niño no está tan bien trabajado como la figura principal, tiene un aire bizantino y lleva un fruto en su mano izquierda.[1] Suele presentarse sobre un tronco de espino blanco y con un cencerro al lado.

Historia[editar]

Santuario de Aránzazu fachada principal

En abril de 1950 el Ministro Provincial de los franciscanos, el padre Pablo de Lete lanza la idea de la necesidad de la construcción de una nueva basílica. Ya en el llamamiento aboga por una construcción singular centrada en dos ideas, amplitud y relevancia artística. Ese mismo mes de abril se abre un concurso de ideas para la realización del proyecto. Las premisas eran las de respetar las construcciones monacales existentes y la entrada de la carretera. Se inscribieron 40 arquitectos de los cuales presentaron proyectos 14 de ellos. Se seleccionó la idea de los arquitectos Sáenz de Oiza, y Luis Laorga del colegio de arquitectos de Madrid.

Junto a los arquitectos intervienen el escultor Jorge Oteiza para la fachada principal, el pintor Lucio Muñoz para la decoración del ábside, el escultor Eduardo Chillida para las puertas principales de acceso, Fray Javier María de Eulate encargado de las vidrieras y el pintor Néstor Basterretxea para la decoración de las paredes de la cripta.

El 9 de septiembre se coloca la primera piedra y en la ceremonia los arquitectos elegidos dicen:

El proyecto supone, como parte integral del mismo, el marco de Aránzazu, con la rica pincelada de su vegetación y la maravillosa disposición de luz y sombras en sus rudos peñascos e impresionantes barrancos. La nueva Basílica revestirá los caracteres de robustez y de sencillez del pueblo vasco. Nada de líneas femeninas y académicas, que respiran a salón romántico. Será robusta, francamente agreste; la torre del campanil irá tachonada de piedras en punta, símbolo del espino.
El hecho de una construcción en la montaña nos ha movido a desechar materiales valiosos y decorativos, pero extraños, como el mármol y el bronce. La riqueza se conseguirá con el uso de materiales lósales, piedra, cal, madera, hierro forjado…[2]

La construcción corrió a cargo de la empresa constructora Hermanos Uriarte (de Araoz) y se pudo celebrar la primera misa el 20 de agosto de 1955. La iglesia no estaba completa, solo se había levantado el edificio. El 1 de julio de 1955 el obispo de San Sebastián había encargado a la Comisión Diocesana de Arte Sacro un dictamen sobre las obras y sus relevancia artística. La Comisión respondió el 6 de junio de ese año ordenando parar dichas obras al entender que las actuaciones artísticas contempladas no tenían en cuenta los preceptos de la Santa Iglesia en materia de Arte Sagrado. El extracto del documento dice así:

Esta Pontificia Comisión ha examinado ponderadamente el proyecto de la nueva Basílica de Aránzazu, habiendo interrogado al efecto a artistas y estudiosos particularmente componentes en liturgia, arquitectura y artes decorativas. Esta Pontificia Comisión, que cuida del decoro del Arte Sagrado según las directivas de la Santa Sede, tiene el dolor de no poder aprobar los proyectos presentados. No se discuten las buenas intenciones de los proyectistas, pero se concluye que han sufrido extravío por las corrientes modernistas, que no tiene en cuenta algunos de los preceptos de la Santa Iglesia en materia de Arte Sagrado.

Así, después del primer acto litúrgico del 20 de agosto, es inaugura el 30 del mismo mes a espera de que el tiempo cambiara los pensamientos y se levantará el veto al arte del siglo XX.

Durante la prohibición moría Carlos Pascual de Lara que había ganado el concurso para el diseño del ábside. Por ello en 1962, el 16 de marzo, se convoca otro concurso para tal fin. A este concurso se presentan 112 artistas de los cuales 42 presentas sus proyectos. Gana el madrileño Lucio Muñoz que lo realizaría en cinco meses con ayuda del escultor Julio López y el pintor Joaquín Ramos además de un equipo de carpinteros.

Las esculturas que adornan la fachada principal del santuario quedaron inconclusas en el momento de la prohibición. No sería hasta 15 años después cuando se diera por finalizada la obra, que había cambiado ya en el ánimo del artista. Oteiza descarta los medallones en la fachada principal, que era la opción que había propuesto y se decanta por un conjunto de dos piezas centrado en la parte superior de la misma, respetando, eso sí, el friso de apóstoles. El conjunto representa a la Virgen Dolorosa cuando recoge el cadáver de Jesús.

Entre 1962 y 1964 se realizan las obras de la parte final de la carretera de acceso y de la gran plaza aparcamiento. El verano de 1969, con ocasión de la celebración del V centenario de la aparición de la Virgen se inaugura el conjunto estructural y se consagra la nueva basílica. Todavía quedaba la cripta por hacer, Néstor Barrenetxe la pintaría, en los años ochenta con una colección de frescos muy modernista y de gran impacto, en particular el Cristo Resucitado que domina el altar.

Entre el año 2002 y el 2005 se han realizado reformas en la explanada construyéndose un nuevo edificio de servicios y nuevas instalaciones.

La Basílica[editar]

Comenzada a construir en 1950, abierta a la liturgia en 1955 y consagrada en 1969 la basílica de Aránzazu destaca por le conjunción del arte del siglo XX y la religiosidad. Se construyó sobre la antigua iglesia, que había sido levantada en el siglo XIX después de ser destruida por el incendio de 1834. Conservando la plante de la misma que sirvió de cripta. Durante las obras no se interrumpieron los servicios religiosos.

El atrevimiento del diseño de los artistas que intervinieron en su construcción llevo a la paralización de la misma durante casi 15 años. La apertura que el Concilio Vaticano II supuso permitió que pudiera culminar el proyecto.

El proyecto es de los arquitectos Sáenz de Oiza, y Luís Laorga del colegio de arquitectos de Madrid, junto a ellos intervienen el escultor Jorge Oteiza para la fachada principal, el pintor Lucio Muñoz para la decoración del ábside, el escultor Eduardo Chillida para las puertas principales de acceso, fray Javier María de Eulate encargado de las vidrieras y el pintor Néstor Basterretxea para la decoración de las paredes de la cripta.

La empresa constructora fue Hermanos Uriarte y la obra se realizó bajo dirección de Martín Inda y del arquitecto Damián Lizaur junto con los delineantes Zumalabe y Artdit.

Exterior de la basílica[editar]

Los Apóstoles de Oteizaren en la fachada principal

Es la talla en punta de diamante lo que llama la atención cuando se ve la fachada principal. Las tres torres que componen el conjunto, la del campanario, alejada unos metros y las otras dos que enmarcan la fachada, están realizadas con bloques de piedra caliza tallados en punta de dimane en clara alusión al espino en el que, según cuenta la historia, apareció la imagen de la Virgen.

La torre del campanario tiene 44 metros de altura y está coronada con una simple cruz de acero de 6 metros. Las torres laterales, más bajas, rodean una fachada lisa de piedra en la que se abren las grandes puertas de hierro de Eduardo Chillida. Las puertas quedan bajo el nivel de la calzada abriéndose a una plaza a la cual se accede bajando unas escaleras. Estas puertas están decoradas con asimétricos dibujos geométricos. Al nivel de la calzada queda el friso de los apóstoles de Oteiza. Son 14 figuras de piedra (estas figuras al igual que las dos que componen la representación central pesan entre cuatro y cinco toneladas). Los apóstoles están ubicados en un espacio de 12 m. El significado de estos apóstoles lo explica el propio Oteiza de la siguiente forma:

La articulación única de las figuras permitía lingüísticamente expresión distinta de conocimientos o lecturas. Así, por ejemplo, si en uno de los ángulos de visión o de las perspectivas posibles, asociamos las 14 figuras con los 12 m para su colocación que tienen a lo ancho del muro, estos datos que coinciden con los de nuestra trainera tradicional, ya nos están favoreciendo imagen: el primer apóstol, a la izquierda que es Matías, el último de los discípulos admitidos por Jesús y que aquí pregunta, ahora lo veremos como patrón que guía a nuestros remeros, y los primeros al lado del que reza y hasta los dos del centro, los vemos de frente como remando, y cuando llego al último, a la derecha ya es el mismo que guía y que regresa. Y, si en otra lectura, los dos del centro parece que se increpan es porque también se abrazan

El grupo central, arriba en el centro de la fachada, representa a una Dolorosa en medio del muro, que el artista ve como un muro de soledad, la soledad de la muerte que ofrece a su hijo al visitante (al peregrino que llega), un juego que se realiza con la imagen que guarda la basílica, la de la Virgen con el niño en alzas.

El conjunto se completa con una serie de arcadas que recorren el lateral de la iglesia que da a la calle y el ábside sobre el acantilado en donde se aprecia los restos de la construcción anterior y el rigor de la obra.

Interior de la basílica[editar]

Vista general de la nave.

Proyectada para acoger, cómodamente a mucha gente, la basílica de Aránzazu tiene unas medidas de 66 m de longitud, 20 de ancho en la nave, 33 en los brazos de los cruceros y una altura de 20 m con una superficie de 1.200 m². Su sonoridad es excepcional lo mismo que su iluminación y su visibilidad.

Los confesionarios quedan escamoteados en los laterales sin ocupar espacio en la nave central. No tiene columnas que se interpongan entre el umbral de la basílica y el ábside. La nave, vista desde el altar, tiene la semejanza de un barco. La bóveda esta recubierta de madera y los ventanales se asemejan a ojos de buey.

Los ventanales están cubiertos por las vidrieras que diseñó el franciscano donostiarra fray Javier Álvarez de Eulate y que se realizaron en la localidad francesa de Metz. Estas vidrieras son motivos abstractos de multitud de colores. La nave queda en un nivel de luminosidad tal, entre el deslumbramiento y las tinieblas, que invitan al recogimiento. Debajo de los coros se buscó una iluminación mucho más restringida para aquellos que prefieren un recogimiento más íntimo.

Sobre los coros se sitúa el órgano cuya ubicación esta especialmente diseñada para su optima sonoridad en todo el recinto basilical. Los teclados del órgano, tres manuales y uno de pié, están situados en el primer coro, el utilizado por los frailes; este coro consta de 155 asientos y posee un altar en el que se celebran los actos litúrgicos de la comunidad franciscana. El segundo coro queda muy alto, ofreciendo una impresionante vista de la nave.

El ábside[editar]

Decoración del ábside, retablo de Lucio Muñoz

Decorado por Lucio Muñoz el ábside de la basílica de Aránzazu ha sido llamado por algunos como la Capilla Sixtina del siglo XX. Con una superficie de 600 m² fue realizado en cinco meses sin labor alguna de estudio. Junto a Lucio trabajaron el escultor Julio López y el pintor Joaquín Ramos. En él se enmarca a la pequeña imagen de la Virgen en medio de una alegoría de la naturaleza.

Inspirado en el paisaje de la región, que confiesa le impresionó, Lucio Muñoz diseñó una obra acorde al paisaje y a la trascendencia del tiempo, a la religiosidad de los que acuden a visitar a su Virgen.

La iluminación del conjunto del ábside, que entra por un ventanal frontal superior, destaca la pintura y el cajetín donde se ubica la imagen, al cual se puede acceder mediante unas escaleras interiores para que los peregrinos lleguen a ver de cerca a su Virgen.

La parte baja del retablo esta constituida por colores ocres, opacos y silenciosos en referencia al espíritu de la tierra de Guipúzcoa y Aránzazu. En la parte media, se aprecia un bloque de madera talado en formas muy agudas que hacen referencia al espino en el que apareció la imagen. Sobre este bloque se abre el camarín donde se ubica la Virgen y sobre el mismo se abren en azules de diferentes matices hasta desaparecer. A la derecha del camarín, también en azules se representa la paz que consiguió la aparición de la Virgen en Guipúzcoa.

La obra se inauguró el 28 de octubre de 1962 y en ella se invirtieron 65 m³ de maderas nobles, más de 4 toneladas de raíles, 280 kg de tornillería, 433 m de ángulos de hierro y 280 L de pintura.

La cripta[editar]

Cristo Resucitado, muro del altar en la cripta. Pintura de Néstor Barrenetxea.

La cripta es lo único que se conserva del templo del siglo XIX. Éste fue rebajado y destinado a dicha función. Sus paredes permanecieron desnudas hasta finales de los años ochenta (principios de los 90) cuando Néstor Basterretxea decoró sus paredes con diferentes pinturas murales. Estas pinturas son de gran impresionismo. Destaca el gran Cristo rojo. Cristo resucitado que con los brazos en alto sobresale de la cruz.

Cada uno de los muros tiene su significado. Desde la estructura de la Creación que se muestra en el “muro 1” y las diferentes etapas de la misma hasta que parece el hombre (muro 4) ante la naturaleza que tiene que vencer. El sacrificio del Mesías, de Cristo, y de él el nacimiento del cristianismo con la cruz como la esperanza de salvación (muro 5). Los cristianos perseguidos, martirizados en nombre del salvador (muro 6). La cruz vive entre el mundo y el hombre (muro 7), el hombre contra el hombre encerrando a la libertad (muro 8). La amenaza de la destrucción, del poder de la aniquilación en mano del hombre (muro 9). Cristo irrumpe fuerte en el desasosiego de la aniquilación. El Cristo de vida, de resurrección, en contraposición de la muerte (muro 10 trasera de altar). La resurrección de Cristo da la vida (muros 11 y 12). La armonía, el esplendor de la Buena Nueva, la verdad (muros 13 y 14). San Francisco de Asís recibiendo los estigmas (muro 15), muriendo (muro 16)… las plantas, el sol, la luna, las estrellas… hermanas (muros 17 y 18).

Cuando el visitante entra en la cripta no puede más que sobrecogerse ante la fuerte presencia del Cristo resucitado que se ve, triunfante, al fondo de la estancia.

Reconocimientos[editar]

La obra de la basílica de Aránzazu ha sido reconocida internacionalmente y ha obtenido varios premios importantes. En mayo de 1963 el Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro le concedió el premio Juan Manuel Aizpurua.

En 1964 se le concede a Lucio Muñoz la Medalla de Oro de la Bienal Internacional de Arte Cristiano de Salzburgo, Austria, por la decoración del ábside de Aránzazu.

El 23 de junio de 1973 incluyen parte de la obra del santuario, el ábside, dos apóstoles de Oteiza y el grupo de la piedad entre las obras expuestas en el museo de Arte Moderno de la Ciudad del Vaticano.


Referencias[editar]

  1. *
    Conrad von Soest, 'Brillenapostel' (1403).jpg
    de Anasagasti, Fray Pedro (1975), Aránzazu, Guipúzcoa: Editorial Franciscana Aránzazu. ISBN 84-7240-086-7.
  2. *
    Conrad von Soest, 'Brillenapostel' (1403).jpg
    de Anasagasti, Fray Pedro (San Sebastián, 23 de septiembre de 1950): ««Cómo va a ser la nueva Basílica. Los arquitectos premiados nos hablan de su proyecto»», en La Voz de España. ISSN

Bibliografía[editar]

  • Anasagasti, fray Pedro de: Aránzazu. Guipúzcoa: Editorial Franciscana Aránzazu, 1975. ISBN 84-7240-086-7.
  • Anasagasti, fray Pedro de: La basílica de Aránzazu (folleto).

Enlaces exteriores[editar]

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