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Sepulcros Reales del monasterio de Poblet

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Sepulcros Reales del monasterio de Poblet

Los sepulcros reales del monasterio de Poblet (Tarragona, España) construidos en el siglo XIV y ubicados en el crucero de la iglesia del monasterio, constituyeron el grupo escultórico funerario más importante y rico de cuantos fueron elaborados en la Cataluña gótica. El conjunto llegó a conocerse como Capilla Real, un panteón de reyes creado por iniciativa de Pedro IV el Ceremonioso (1319-1387), en un alarde arquitectónico ingenioso y original que llegó a cobijar, sobre las arcadas, seis tumbas de los reyes de la Corona acompañados de seis de sus esposas. Además, fuera de las arcadas se sitúan las tumbas de dos reyes más, así como la de otros príncipes y personas reales.

Los orígenes[editar]

En 1194, el rey Alfonso II el Casto[1] ya demostró en su testamento firmado en Perpiñán la voluntad de ser enterrado en Poblet y el deseo de que este monasterio fuera el futuro panteón de reyes. Pero fue Pedro el Ceremonioso quien llevó a buen término la obra del fastuoso conjunto sepulcral, encargando los trabajos al artista escultor maestro Aloi (o Eloy).

Evolución[editar]

En 1359 el rey Pedro se puso en contacto con el arquitecto Aloi de Montbrai que trabajaba en Barcelona, para que se hiciera cargo de la obra. La idea original fue la de hacer en el crucero cuatro sepulcros con paso intermedio, pero hubo que desistir por no encontrar suficiente espacio. En 1370 surgió la idea de construir unos arcos escarzanos lo suficientemente amplios como para dar paso a los monjes y que pudieran transitar libremente por el crucero. Sobre esos arcos se montaron seis sepulcros reales, tres a cada lado. Las estatuas yacentes se hicieron de alabastro policromado.[2]

Después, en 1382, el abad Guillén de Agulló encargó al carpintero de Vimbodí, Bernardo Teixidor los doseles de madera (con pináculos y hastiales calados) que el maestro imaginero de Lérida, Jaime Cascalls se había encargado de proyectar. Terminados los doseles, fueron policromados y dorados y las bovedillas interiores se pintaron de azul con estrellas de oro y se colocaron sobre las losas sepulcrales labradas, a modo de tejadillo lujoso. El conjunto fue conocido como Capilla Real y al principio tuvo sólo tres enterramientos:

  • Alfonso II el Casto (1196)
  • Jaime I el conquistador (1276)
  • Pedro IV el Ceremonioso (1387), con sus tres esposas: María de Navarra, Leonor de Portugal y Leonor de Sicilia

Más tarde se fueron añadiendo los enterramientos de

  • Juan I (1396),[3] con sus dos esposas Matha de Armagnac y Violante de Bar
  • Fernando I de Antequera (1416)[4]
  • Juan II (1479) y su segunda mujer Juana Enríquez[5]

En total debieron estar bajo los doseletes de madera, 16 yacentes, tal y como lo describe el padre Finestres en el siglo XVIII.

Se conoce el aspecto de aquella estructura gracias al grabado que se conserva del viajero y escritor del siglo XIX, Alexandre de Laborde, incluido en su obra Voyage pittoresque et historique de l’Espagne, París 1806-1820. En este grabado aparece además la innovación que se hizo en el siglo XVII cuando en 1660 Juan Francisco Grau añadió una base en que estaban esculpidos, escudos y relieves y donde se abrió una puerta de acceso al interior. Es decir se cerró el espacio libre de los arcos escarzanos.[6] Esta variante fue necesaria porque se habían acumulado bajo los arcos escarzanos diversos ataúdes con los restos de algunos infantes de la Casa Real. Eran simples cajas de madera forradas de terciopelo que en los días de solemnidad se cubrían con tapices especiales para que no estuvieran tan a la vista. Se colocaban allí como recurso y a la espera de encontrar un lugar apropiado y un sepulcro digno. Allí estaban depositados Martín el Humano, cuyo sepulcro estaba sin concluir, Carlos Príncipe de Viana y los duques de Segorbe y Cardona.


Destrucción y vicisitudes[editar]

El arquitecto Elies Rogent (Barcelona, 1821-1897),[7] realizó varios viajes a Poblet en 1845, en los que fue tomando notas en un manuscrito que se conserva. Según estas anotaciones, en dicho año los sepulcros reales estaban aun en sus pedestales, aunque abiertos y mutilados. La depredación y saqueo en busca de tesoros había comenzado diez años antes, en 1835, tras el definitivo abandono de los monjes a causa de la desamortización; los restos mortales de los reyes fueron sacados de sus tumbas y esparcidos por el suelo de la iglesia.

Dos años después, en 1837, el rector de la iglesia de L’Espluga de Francolí, Antonio Serret, recogió estos restos esparcidos y los amontonó bajo la escalera que sube al coro de la parroquia de su pueblo. Este hecho llegó a oídos de la corte de Madrid y alertó a los encargados del Patrimonio. La reina gobernadora María Cristina emitió una Real Orden el 3 de mayo de 1840 pidiendo que:

«… no sólo se le informe circunstancialmente acerca del estado en que se halla el panteón de Poblet, sino que todos los jefes políticos remitan a este Ministerio noticias de los templos de sus respectivas provincias en que existan sepulcros que por serlo de reyes o personajes célebres, o por la belleza y mérito de su construcción, merezcan conservarse cuidadosamente… »

A pesar de eso, nada se hizo a favor de los restos de Espluga. En 1856, Pedro Gil que era comprador de fincas desamortizadas de Poblet, al enterarse del estado en que se hallaban los restos reales, costeó unos ataúdes de madera, donde fueron provisionalmente depositados y los envió a Tarragona para ser acogidos por la catedral. Los restos de Jaime I estuvieron expuestos al público durante algún tiempo, en la capilla Corpore Christi del claustro. Cuando la ciudad de Valencia se enteró de esto reclamó para sí los restos de este rey a lo que Tarragona respondió con la promesa de hacer en el plazo de dos años un monumento funerario digno de los reyes de Aragón. La idea era aprovechar para tal proyecto la arquitectura y escultura que quedara todavía en el Poblet abandonado.[8]

Se formó a tal efecto un equipo formado por el arqueólogo Buenaventura Hernández Sanahuja (1810-1891), el escultor Bernardo Verderol con su ayudante José Jiménez, más un albañil con cuatro peones y un cantero. El trabajo que realizaron no fue muy profesional, arrancando y apalancando los elementos arquitectónicos y escultóricos, para a continuación llevarlos a un carro que los transportaría a Tarragona sin previa colocación ni protección, con lo que llegaron en estado de casi total destrucción. A la vista de los resultados, estos elementos se guardaron en los sótanos del Ayuntamiento de Tarragona. Con la muerte del arqueólogo Sanahuja nadie se volvió a acordar de aquel depósito hasta que en 1894 y con motivo de unas obras para convertir aquel lugar en escuela se encontraron estos restos que inmediatamente se trasladaron al museo que tenía establecido el propio Ayuntamiento. Más tarde, ya entrado el siglo XX viajaron de nuevo todas estas piezas que fueron depositadas en el Museo Arqueológico Provincial de Tarragona, en una sala destinada a objetos medievales.[9]

En el año 1930 se creó el Patronato de Poblet para ayudar a recuperar las viejas piedras y obras de arte que aun quedaran. También se creó una Hermandad de Amigos del Monasterio. Poco a poco se fueron recuperando espacios del monasterio y en 1940 ya pudo restaurarse la vida monástica.

En 1942, el Ministerio de Educación se hizo cargo de la restauración de los sepulcros reales. El proyecto era volver a emplazar los arcos escarzanos y los sarcófagos tal y como se sabía que habían existido. El arquitecto provincial responsable de la obra fue Monravá y el escultor responsable de restituir la escultura fue Federico Marés que hizo una obra insólita trabajando con los 500 fragmentos informes de alabastro que pudo reunir, procedentes de la obra original. Aun siento tantos los fragmentos, representaban tan solo el dos por ciento de lo perdido. Marés utilizó para la restauración el alabastro procedente de Beuda en Gerona, la misma cantera que había abastecido a los artistas del siglo XIV. Durante diez años estuvo trabajando en este rompecabezas, con gran paciencia y profesionalidad.

Terminado el trabajo con éxito, la Administración quiso celebrarlo organizando tres exposiciones en Madrid, Zaragoza y Barcelona. El traslado de las esculturas recién restauradas se hizo en camión descubierto. En uno de los viajes cayó una tromba de agua que ocasionó graves daños. De nuevo tuvo que intervenir el escultor Marés reparando aquellos desperfectos. Finalmente en 1952 se inauguró en Poblet la obra de los sepulcros que es el monumento que puede verse hoy (año de 2007).[10][11]

Estado de los sepulcros[editar]

En la actualidad (año de 2007) los sepulcros están distribuidos en el siguiente orden:

Lado del Evangelio:

  • Jaime I (muerto en 1276)
  • Pedro IV el Ceremonioso (muerto en 1387) con sus tres esposas: María de Navarra, Leonor de Portugal y Leonor de Sicilia
  • Fernando I de Antequera (1416) y su mujer Leonor

Lado de la Epístola:

  • Alfonso II el Casto (1196)
  • Juan I (1396), con sus dos esposas Matha de Armagnac y Violante de Bar
  • Juan II (1479) y su segunda mujer Juana Enríquez

Fuera de los arcos, en sepulcros independientes, se encuentran los restos de:

  • Martín I el Humano (1410)
  • Alfonso V el Magnánimo.


Referencias

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Referencias e información de imágenes pulsando en ellas.
  1. Llamado Alfonso Ramón, fue el heredero de los condados de Barcelona y reino de Aragón. Por expreso deseo de su madre doña Petronila de Aragón, reinó con el nombre de Alfonso I de Cataluña y II de Aragón. Fue el primer monarca de Aragón y Cataluña unificadas.
  2. este enlace lleva a fotografías actuales (2007) de los sepulcros
  3. Fue el mismo rey quien mandó labrar su sepulcro antes de su muerte. Estuvo terminado en 1397
  4. En el año 1442 trabajaba el escultor Pere Oller en este sepulcro
  5. Este sepulcro fue mandado construir por el hijo de ambos, Fernando el Católico con ocasión de celebrar los sepelios en 1499; era maestro de estos reales sepulcros Egidio Morlan o Morlá.
  6. Esta obra de cerramiento se hizo por mandato de los duques de Segorbe que por entonces eran los protectores de Poblet
  7. Fue restaurador del monasterio de Ripoll, del claustro de Sant Cugat del Vallés y otros edificios de Barcelona.
  8. En 1856 se construyó un sepulcro para este rey con la aportación de los fragmentos de los sepulcros de la familia Cardona y Segorbe, más añadidos nuevos necesarios y se colocó en el trascoro gótico de la catedral de Tarragona. En los años 60 del siglo XX se desmontó para recomponerlo de nuevo en el monasterio de Poblet.
  9. Pedro Navascués, catedrático de Arte (padre de Pedro Navascués Palacio, Catedrático de Historia del Arte y de la Arquitectura), que fue director de este museo, describe todas las piezas de Poblet en su Guía de Tarragona, 1932
  10. No se incorporaron los sepulcros individuales que había antaño, pegados a este conjunto, de los Cardona y Segorbe, algunos de cuyos fragmentos se habían empleado para la nueva sepultura de Jaime I. El resto se restauró y se llevó a la capilla de las Reliquias.
  11. Todos estos datos están sacados del testimonio escrito por Pedro Navascués Palacio en el artículo titulado “Los sepulcros reales de Poblet” de la revista Descubrir el Arte, Año II, nº 19, septiembre de 2000. Depósito legal M. 527-1999. Página 98.

Bibliografía consultada[editar]

  • Abadía de Poblet. Edición “Escudo de Oro”, 1997. ISBN 84-378-1913-X
  • DOMÉNECH Y MONTANER, Luis. Poblet. Patronato Nacional de Turismo. El arte en España. Editorial H de J. THOMAS, Barcelona.
  • NAVASCUÉS PALACIO, Pedro. “Los sepulcros reales de Poblet”. Revista Descubrir el Arte, Año II, nº 19, septiembre de 2000. Depósito legal M. 527-1999.


Bibliografía recomendada[editar]

  • Eduarto Toda i Güell. “Destrucció de Poblet”, 1935
  • Juan Bassegoda. “Historia de la restauración de Poblet”, 1983



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Columnadorica 3.jpgObras relevantes

Editores y colaboradores de este artículo ¿?
Alberto Mengual, Ana

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