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Quiosco de flores en el Cementerio del Este (Malmö)

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Quiosco de flores en el Cementerio del Este (Malmö)

El Quiosco de flores construido en 1969 en el Cementerio del Este, en Malmö (Blomsterkiosken, Östra kyrkogården, Malmö) es la última obra de Sigurd Lewerentz y puede considerarse como la culminación de la exploración y una manifestación de un nuevo lenguaje suprimido, arraigado a las sutilezas de la construcción y el sitio.

El kiosco es una adición a un cementerio, un lugar con un programa tradicionalmente sagrado, sin embargo no tiene vínculos con ningún dogma específico, y su propio programa es el común en el mundo secular. Su similitud con otras obras religiosas de Lewerenz se encuentra en el tratamiento de ciertos detalles, la luz y los materiales, y la precisión de la construcción y composición.

La precisión de la construcción, la calidad de la luz, el contraste del edificio con su entorno, la yuxtaposición de lo racional y lo irracional, el juego de materiales, unos fuera de otros, y la sutileza de su subversibidad sirven para aumentar la conciencia del lugar y de lo natural. En su supresión del lenguaje tradicional, proporciona un telón de fondo neutro para la exhibición de flores, mientras que exuda una sensación de poder y fuerza que sólo puede ser transmitido por tales restricciones.

El exterior del quiosco es particularmente sorprendente por su calidad un tanto subversiva. Esa calidad tiene que ver menos con la reinterpretación de una institución específica y más que ver con el cuestionamiento de las convenciones y prejuicios urbanos. En lugar de asentarse discretamente detrás de la acera, el quiosco la envuelve con un masivo techo en voladizo que captura agresivamente a los transeúntes. Esto se acrecienta aún más mediante la ventana del escaparate. En su completa falta de articulación, la ventana pierde su lectura como una ventana y en su lugar se convierte en parte de una pared invisible. Inesperádamente, no hay diferencia entre el interior y el exterior y las planta florecientes invitan a entrar. Uno no puede evitar sentir que, aunque se encuentre en el exterior mirando hacia dentro, es como si estuviera en el interior mirando hacia afuera hacia un exterior más puro.

Mientras que la fachada pública del edificio nos conduce dentro de este otro "exterior", la fachada posterior y la entrada de servicio están completamente cerradas. Aquí el mismo detalle de ventana, o más bien la falta del mismo, proporciona una lectura completamente diferente. Sin la protección del techo ni incluso una banda que las envuelva, las ventanas se vuelven invisibles, formando parte del muro opaco de hormigón.

De hecho, todo el muro puede ser visto como un cuadro, preciso y cuidadosamente compuesto. El único marco es el sugerido por la propia composición. Las dos ventanas están empujadas hacia la parte superior derecha, como si fueran a unirse con el cielo, pero la puerta de madera negro pesada en la parte inferior izquierda les impide salir de la imagen, anclándolas a la pared. La puerta, ubicada dentro de ese marco, también parece estar colgada en la superficie de la pared. No hay barreras o elementos que puedan interferir con la composición; ni siquiera hay escalones para acceder a la sala de refrigeración situada detrás de la puerta negra, ni plantaciones que puedan interferir con una percepción física o visual del muro.

Esta atención al carácter del muro es también evidente en la separación deliberada de las fachadas en cada esquina. Los muros parecen formar un volumen casi perfecto, pero inspeccionando en detalle, una línea de sombra separa los dos planos y uno se da cuenta de que no hay ninguna conexión, por lo menos hay una conexión visual. Se nos permite sentir el cerramiento, pero no se nos permite ver cómo están conectados los muros. Es como si los muros estuvieran conectados por alguna otra fuerza.

Si el exterior del quiosco puede caracterizarse por su habilidad para provocar incomodidad, el interior puede considerarse como su antítesis. Una vez dentro, la estructura se vuelve clara. Las paredes que parecían deslizarse una sobre otra al exterior, están claramente unidas en las esquinas de este volumen monumental.

El uso de diversos materiales en el interior también se suma a este elevado sentido del santuario. El encofrado de madera contrachapada ha dejado una marca indeleble en las paredes. En estos fríos muros de hormigón podemos imaginar la calidez del material como si en realidad se hubiera usado madera, o como si se hubiera petrificado durante un período de tiempo más allá de nuestra imaginación humana. Esta noción de eternidad es lo que transforma este quiosco de flores en un verdadero santuario. Aquí nos sentimos como si hubiéramos entrado en otro mundo, un lugar donde que no puede ser tocado por el tiempo o por la muerte. Estamos rodeados de plantas y la luz etérea que les da la vida floreciente.

Planos

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Otras imágenes

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Situación


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- Coordenadas y enlace con otros sistemas:55°35′34″N 13°02′18″E / 55.592893, 13.038389
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Referencias

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Conrad von Soest, 'Brillenapostel' (1403).jpg
https://scholarship.rice.edu/bitstream/handle/1911/13845/1360057.PDF?sequence=1


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Alberto Mengual

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