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Lonja del Comercio de La Habana
El proyecto de la Lonja del Comercio de La Habana, proyectada por Tomás Mur que originalmente contó con cinco pisos destinados a almacenes, comercios y oficinas, obtuvo el Primer Premio en un concurso efectuado por la Lonja de Víveres de La Habana en 1903. Sus fachadas estaban inspiradas en el estilo Renacimiento español que recién comenzaba a ponerse de moda en la capital en esa época, y fue considerada una obra de gran relevancia para la ciudad tanto por su ubicación frente a una de las plazas más importantes de La Habana como por los adelantos tecnológicos empleados en su construcción, avalada por la competente firma norteamericana Purdy & Henderson, en la que se usaron armaduras de columnas y vigas de acero remachadas para soportar las paredes, los pisos y los techos de los diferentes niveles.
Las plantas fueron organizadas alrededor de un gran atrio central cerrado en su parte superior por una cúpula que a través de su base permitía el paso de la luz y el aire hacia el interior. Alrededor del mismo se ubicaron los diversos establecimientos y oficinas, que gozaban así de una excelente ventilación e iluminación naturales, y sobre el domo se colocó una escultura, ejecutada en láminas de bronce, del dios Mercurio, réplica de la obra original del artista flamenco Juan de Bolonia.
La fachada principal, con frente hacia la plaza, se dividía en tres cuerpos bien diferenciados: el basamento, con un pórtico central que daba acceso al vestíbulo que conducía hacia la majestuosa escalera principal y los ascensores; un cuerpo central de dobles apoyos que abarcaba el tercero y cuarto niveles; y por último el quinto nivel, coronado por un entablamento profusamente decorado con elementos escultóricos a relieve. Las otras tres fachadas fueron concebidas de forma similar. Tanto la altura del edificio como su emplazamiento —que producía un estrechamiento en la Plaza de San Francisco—, tuvieron que ser sometidos a un análisis especial por parte de la Policía Urbana, ya que introducía elementos inusuales en el urbanismo de la capital.
A través de los años el inmueble sufrió numerosas transformaciones y ampliaciones, tanto en el exterior como interiormente, entre las que se encuentran la adición de una sexta planta en 1939, la construcción de tabiques en todos los pisos alrededor del atrio central para crear nuevas oficinas, en 1947; y en 1952, la creación de un entresuelo para dividir el puntal de 10 m que poseía el Salón de Actos. En 1996 concluyó una remodelación integral de la edificación para adaptarla a oficinas rentables dotadas de todos los adelantos tecnológicos que posee este tipo de instalaciones en la actualidad.
El proyecto, redactado por Eduardo de Villegas y Javier González de Adalid, de una firma española asociada a una empresa cubana, y bajo la dirección facultativa de Orestes del Castillo contempló la recuperación y restauración de las fachadas, de la cúpula con el Mercurio y del espacio del atrio central, mientras que el interior fue transformado en su totalidad, habiéndose aprovechado solamente la estructura. Como parte de esta intervención se le adicionó al inmueble un séptimo nivel en forma de ático, resuelto con una ligera armazón metálica, cubierta de losa spiroll y cierres de vidrio opaco en forma de muro cortina. Esta ampliación, aunque se retira de la primera línea de fachada, ofrece una imagen discordante con el resto del tratamiento del edificio, y obstruye las visuales desde ciertos puntos de observación hacia una de las más hermosas cúpulas de la ciudad.
Planos
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Situación
Referencias
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