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Gimnasio Maravillas. "Maravillas" revisado (Miguel Angel Baldellou)

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Aunque el Gimnasio que proyectó en 1960 Alejandro de la Sota para el Colegio de Nuestra Señora de las Maravillas en Madrid ha sido considerado, desde su terminación en 1962, de modo prácticamente unánime como una de las obras maestras de la arquitectura moderna, treinta y tantos años después de su realización falta aún por acometer su interpretación global. [1]

El propio Sota, reiteradamente y “a posteriori”, intentó explicar, y explicarse, el origen de la Idea de la que surgió ese proyecto. Con seguridad, debe mucho a otras experiencias anteriores del autor, como antes se ha comentado y, probablemente, a la situación de la cultura arquitectónica del momento que, de modo difuso, apuntaba en una dirección que sólo entendieron algunos arquitectos muy atentos.

Sin embargo, y aun reconociendo que el proyecto del Gimnasio es coherente con su “circunstancia” en sentido orteguiano, hay en él indicios suficientes como para considerarlo como un salto cualitativo respecto a la producción contemporánea. No tanto por comparación con esfuerzos dirigidos en otro sentido, sino en sí mismo, como opción completamente original.

Cuando se ha pretendido encontrar cuáles han sido las aportaciones del Gimnasio a nuestra cultura arquitectónica, casi siempre se ha insistido en subrayar cómo determinadas “soluciones” resultaban magníficas. Habida cuenta que el propio autor se hallaba “perplejo” ante muchos de los “hallazgos” de esa obra e incluso ante el origen de la posible Idea generatriz, plasmada en la sección transversal del edificio, repetida una y mil veces, de modo obsesivo, sólo nos queda la posibilidad de intentar aproximarnos a ella a través del análisis del resultado, que de ese modo no nos interesa tanto en sí mismo sino como indicio de su posible origen.

Por ello, y sin perder de vista que el Gimnasio es fundamentalmente una obra “global” y por lo tanto su reducción analítica no hace sino subrayar que el valor de sus aspectos depende de su propia relación funcional con el conjunto, es posible, y creo que conveniente, la aproximación desde posiciones particularizadas. Y esa lectura es la que a continuación nos proponemos.

La sección tensa

Retomando la canónica sección transversal que el propio autor consideraba como síntesis del proyecto, podemos observar en ella “la” solución de “un” problema de partida. Este no era otro que el desnivel existente entre la calle Guadalquivir, por la que se accede al Colegio, y desde él al Gimnasio, y la calle Joaquín Costa, a cuyo frente se costruyó la pieza.

La diferencia de cotas permitía, con una excavación del terreno, encajar un volumen en el que sus niveles superior e inferior coincidiesen, respectivamente, con las dos calles.

Esta solución es tan natural y lógica que, aunque no supone en principio una aportación fundamental, condiciona el resto de las decisiones.

En una hipotética secuencia, la siguiente cuestión a resolver consistiría en el aprovechamiento de la cubierta del nuevo volumen como terraza o patio de juegos para el Colegio. En consecuencia, la fachada a Joaquín Costa debía permitir la iluminación al interior del Gimnasio, el cierre a la propia calle, ya en tiempos del proyecto extraordinariamente ruidosa y molesta, y el acceso desde ella. La traducción de estas tres funciones podía realizarse en tres niveles, lo que supondría un posible tratamiento estratificado de la fachada y su expresión en unas texturas progresivamente livianas y transparentes. La sección de ese muro imponía que el paso de la luz estuviese en la parte alta, de forma que no se produjese además en el interior de la cancha distracción procedente de la calle y permitiese la opacidad desde ella.

Por otra parte, la diferencia de cotas entre los dos planos básicos horizontales que definían el proyecto permitía otros aprovechamientos que además reducirían la altura libre interior. Aparecía de nuevo la posibilidad de trabajar con tres estratos, de modo que el Gimnasio inicial podía compartir el volumen dado con otros usos, un aulario en la parte superior y un almacén, más tarde convertido en piscina, en el semisótano.

La siguiente decisión era inicialmente de carácter fundamentalmente técnico. Cómo cubrir el Gimnasio sin soportes intermedios. La respuesta más simple, una cercha en el sentido de la menor luz, se convirtió en la solución más compleja, de la que el resto de las decisiones se hicieron subsidiarias. Aprovechar el gran canto de la cercha para incluir en su interior las aulas superiores y para dejar pasar la luz desde lo alto. Podían situarse los apoyos en el plano inferior de la cercha o ésta podía colgarse del superior. Las dos posibilidades permitían, manteniendo los planos horizontales en la misma cota, resolver de la misma manera la cuestión del aulario intermedio entre el patio exterior y el Gimnasio interior. Sin embargo, la segunda posibilidad “tensaba” visualmente la cercha y proponía un espacio interior en cierto modo “invertido” y “ascendente” en términos perceptivos. Se anunciaba una sorpresa espacial que condicionaba el conjunto del proyecto.

Ahora bien, si el aulario llegaba hasta la fachada, la franja de iluminación del Gimnasio resultaría muy baja. Estaba claro que esa franja debía compartirse. La solución suponía que las aulas debían retranquearse para dejar paso a la luz y al mismo tiempo recibirla ellas mismas. La propia forma de la cercha sugirió una solución, que una vez pensada, no podía ser de otra manera. Cortar en bisel, normalmente, la línea de la cercha y de la luz dibujada daba lugar a un plano inclinado de cristal que potenciaba el contraste y el dinamismo, en sentido opuesto, de la catenaria. Ese corte del ángulo superior de la sección transversal facilitaba, en su proyección sobre el suelo del Gimnasio, no sólo una penetración más profunda de la luz sino también una posible organización horizontal tripartita, por simetría, de “naves” central y laterales.

La sección de la nave “interior” nos muestra un aprovechamiento del espacio que, en sentido ascendente, recuerda el piso bajo, la galería y el triforio de una iglesia gótica. El claristorio, que faltaría en esa secuencia, está situado en el frente opuesto, en el que, al contrario, no están los pisos inferiores del templo medieval. Sin embargo, la misma sección de esa parte, la nave interior, presenta una fuerza dinámica muy acusada producida por la fuerte pendiente del graderío y su opuesta, el jabalcón de su apoyo, concordantes con las líneas extremas de la gran cercha colgada. La convergencia que se produce hacia el encuentro con el apoyo superior parece querer subrayar el efecto de tubo de Venturi al que intuitivamente se alude en “el dibujo de la sección” con la palabra “aire”.

La sección transversal se puede pues entender como el resultado de “componer con diagonales” formando una estructura, con dos direcciones dominantes, opuestas entre sí y dinámicamente equilibradas, sugeridas por las líneas de la cercha.

Una vez establecida la malla de líneas posibles, urdida la trama, las siguientes decisiones llevarían sin dificultad, “tan sólo” manteniendo la atención, a soluciones coherentes. Entre las que mayores aplausos cosecharon está sin duda la que corresponde al diseño del cierre exterior hacia la calle del patio del Colegio. Se resolvió con una forma semejante al perfil gráfico de la sección y parecía “contener el aire”.

Sin embargo, entre lo que antes parecía simple “maraña” de líneas, anidaba ya la tensión que aún vivifica el mágico espacio del Gimnasio. Sobre la malla fundamental se realiza el ejercicio manie- rista de cuerpos que se asoman al exterior desde los adentros, superando abruptamente la diagonal del bisel del paralepípedo, del “juego sabio” de reflejos del cristal con ángulos complementarios o de los planos verticales de “Viroterm” que se niegan al juego diagonal. Lo mismo da. El fundamento de la sección se refuerza por lo que resulta magistral aunque sea anecdótico.

Planteada la sección como protagonista, debe resultar posible su contemplación desde los ángulos que la muestran más patente o sugestiva. Frente al espectáculo del Juego, es preciso potenciar el espectáculo de la Arquitectura. Es decir, de la Sección. Esto explica la posición de los miradores, quebrados y girados respecto de la cancha, en las esquinas de la tribuna, desde los que el gran “vientre colgado” manifiesta toda su potencia suspendida. Esta visión permite percibir la sección transversal e intuir, a su través, la Idea original.

Dentro del techo, los suelos de las aulas se adaptan a la pendiente creada. El estrado a contraluz, los asientos descendiendo al ritmo de las cerchas, vistas a los lados del aula, centran la atención sobre el profesor que protagoniza así, un tanto obsesivamente, la escena, que se contempla desde el lado opuesto. Las grandes aulas, “contenidas” literalmente entre cerchas, sólo son accesibles por detrás.

El máximo aprovechamiento del espacio de la sección, tanto como el vientre suspendido por el que resbala la luz, tiene antecedentes en algunas obras de Le Corbusier. Pensamos en Chandigarh en el primer sentido y en Ronchamp para el segundo. El Gimnasio resumiría las dos soluciones en una sola, de carácter sintético.

La sección longitudinal, sin embargo, se aprecia según estratos superpuestos y discontinuos.

Desde la nave lateral, bajo la grada, la luz tangente a la cercha separa el espacio en una suave transición hacia la penumbra desde la que se contempla el espectáculo.

Desde la tribuna, el espectador se ve impulsado obsesivamente hacia la cancha, violentamente iluminada, por el efecto conjunto de la curvatura del gran vientre suspendido y la forzada pendiente del graderío. El piso último, a modo de triforio o galería alta, permite una contemplación aún más dramática de los efectos mágicos producidos por la luz sobre el parquet percibidos desde el interior de una verdadera caverna, potenciada por la apabullante presencia del cuelgue de la cercha que “tapa” la fuente luminosa. El efecto misterioso de la luz presentida “al otro lado”, y la forzada manera de entenderla desde su reflejo en el suelo, conducen la mirada más allá de su origen cavernoso y uterino, acariciando y envolviendo la gran panza colgada. Más barroco que gótico, hace presente la sección longitudinal con una eficacia “sorprendente”. Desde este “lugar alto y profundo”, como si se tratase de la conciencia, o desde la memoria, la contemplación del juego de la vida, envuelto en luz y movimiento, allá abajo, tan lejos, resulta inquietante.

Entendido así, desde el espacio provocado por “la sección”, los distintos elementos del Gimnasio encuentran su lógica disposición, dimensión y uso, dependientes de ese gran vacío limitado por las superficies “fugadas” al modo bachiano.

Es la tensión entre sus límites, la tensión entre sus líneas, lo que, a mi entender, hace “intensa” la percepción del espacio del Gimnasio.

No la sección en sí, sino el “modo” en que se tensa. “La sección tensa.”

El solar en el que se construyó el Gimnasio tiene una planta trapezoidal con sus lados opuestos entre sí. Los largos en la dirección de la calle Joaquín Costa. Los cortos, por lo tanto, contra la fuerte pendiente que salva el desnivel, de 12 a 14 m, entre la calle y el Colegio. El incluir en esa planta la geometría de las canchas del Gimnasio sugería dividir el solar en tres partes: un rectángulo cuyos lados mayores se apoyaban en los vértices noreste y sureste del solar respectivamente y dos triángulos laterales, rectángulos e isósceles, con el lado mayor coincidente con el menor del rectángulo central, que en principio asumían, para la organización de la planta, un claro carácter residual. La forma del solar tensionaba las diagonales de forma que apoyando la cancha de juego a la izquierda del plano, se primaban las visiones sesgadas hacia las esquinas del juego. Pero también podía aprovecharse un nuevo rectángulo al este, surgido del desplazamiento de la cancha hacia el frente opuesto, de lado menor paralelo a la calle. El gran vacío que precisaba el Gimnasio se veía limitado por el oeste por un muro medianero ciego en fuga hacia la calle, por el sur por la fachada, y al norte y al este por las gradas y el lado mayor de este nuevo cuerpo rectangular que iba a ser potenciado como elemento sirviente del Gimnasio y conector de los distintos niveles del edificio. En él se ubicarían la entrada, en planta baja, y un grupo de aulas en las plantas primera y segunda orientada hacia la calle y el Gimnasio, dejando un pequeño patio en el triángulo residual del oeste.

De esta forma la visión de la cancha se subrayaba desde una ele que rodeaba el lado largo de su rectángulo de juego, por la grada inclinada, y el corto por el largo del cuerpo auxiliar que se podía usar así de acceso a los espacios disponibles y también de mirador hacia el Gimnasio. La articulación de estos lados de la ele se podía materializar como balcón en ángulo, acusándose el encuentro en pequeño zig-zag desde el que contemplar el Gimnasio justo desde el extremo de la diagonal más larga del espacio vacío. La percepción de la tensión parecía especialmente asegurada desde ese lugar, repetido en las dos plantas, primera y segunda, del volumen auxiliar. Reforzando esta diagonal, en la planta baja se sitúa una especie de pe- queña tribuna que además regulariza el espacio residual del solar en esa parte.

Con este esquema, la decisión sobre la situación más adecuada de la conexión vertical principal estaba claramente condicionada. Ocuparía el ángulo opuesto al mirador, en la misma diagonal larga del solar.

En el nivel superior, correspondiente a la altura de la cercha, las aulas ocupan la totalidad de la planta. En este nivel, tres grandes piezas, encajadas entre las cerchas, se proyectan con el suelo inclinado siguiendo su perfil inferior. El resto tiene el forjado de piso horizontal, desbordando los límites del cuerpo auxiliar por la izquierda hacia el Gimnasio y completando hacia el oeste el triangulo residual del origen. A todas las aulas se accede por una galería al norte que enlaza las escaleras opuestas en sus extremos. Es en esta planta donde los cuerpos volados realizan un juego de volúmenes salientes que enmarcan el retranqueo de las aulas-cercha y la inclinación del lucernario sobre el Gimnasio.

La cubierta, que sirve de patio de juegos, contiene también una serie de lucernarios, que iluminan los espacios inferiores, y la doble verja, una interior que limita el acceso de los alumnos y otra exterior formada por una serie de soportes cuyo diseño reproduce las direcciones señaladas por las grandes cerchas del Gimnasio.

Si estas son las líneas básicas de la organización de las plantas, resulta interesante detenerse además en algunos elementos que complementan con habilidad la estructura fundamental.

Por ejemplo, el acceso desde el patio de juegos se realiza a través de una escalera de doble tramo que arranca desde un porche cubierto adosado a la nave de la iglesia superior y que lleva a la segunda planta, donde concluye. Desde ella, el ascenso a la galería posterior a la grada se realiza mediante una rampa y el descenso a la planta inferior por una escalera a la que se accede en sentido contrario al del descenso desde la planta superior. Esta escalera conduce hasta la planta baja pero no hasta la semisótano. El acceso a esta se produce mediante una escalera independiente girada 90° respecto a la anterior.

De esta forma, quebrando las direcciones de unas escaleras respecto de otras, e interrumpiendo su continuidad entre las distintas plantas, se pretenden impedir los accidentes provocados por las rápidas bajadas (más que por las subidas) de los alumnos del centro. El otro grupo de escaleras, situado en el extremo opuesto del fondo del Gimnasio, logra el mismo resultado, si bien en este caso es el peldañeado el que al seguir en sus huellas el ángulo obtuso del solar, resuelve el mismo problema de forma diferente.

Respecto a los accesos al Gimnasio desde su exterior, el tratamiento es diferente según los casos. Desde el patio de juegos superiores una simple cubierta inclinada protegida por rejas en sus laterales señala la entrada que consiste en la escalera que antes he mencionado.

Sin embargo, desde la calle Joaquín Costa, la entrada-salida es un espacio autónomo respecto del Gimnasio, en el que se pueden agrupar los alumnos que esperan el autobús escolar, o formarse una fila de espectadores o atletas que entran al Gimnasio o salen de él. La ventana corrida y doblada hacia dentro, que desde la planta superior permite vigilar este espacio, adquiere así un sentido funcional. El formal se deriva de su capacidad para sugerir la profundidad de ese espacio particular de acceso continuando la piel exterior del edificio hacia su interior, al que se baja para entrar, quiebra la dirección y conduce después la mirada, desde uno de los vértices de la cancha, hacia el Gimnasio.

El juego dentro-fuera que subraya la ventana sobre la entrada, alcanza quizás su momento culminante en las aulas que se proyectan en voladizo hacia la calle, que miran al exterior, al vacío del lu- cernario y al interior de la cancha desde lo alto, de forma simultánea. Los efectos, especialmente nocturnos, del reflejo conjunto de los deportistas y los automóviles proyectados sobre el mismo cristal resultan inquietantes.

Tanto en su estructura básica como en la resolución de sus detalles, la planta evidencia estar pensada desde la composición de sus efectos espaciales de modo que parece subrayar la tensión dictada desde la sección. Al acentuar las diagonales y potenciar en consecuencia la percepción del “movimiento” espacial, la planta, en aparente equilibrio dinámico, es esencialmente “sesgada”.

La cualidad urbana del Gimnasio se concentra evidentemente en su fachada. Esta afirmación se refiere no sólo a cómo esa superficie manifiesta al exterior los contenidos internos del volumen que cierra, sino al especial modo con que se enfrenta al sitio preciso. La calle Joaquín Costa es una vía rápida de circulación interna en la ciudad, de modo que la funcionalidad de las aceras para peatones resulta prácticamente residual. La fachada se ofrece como una tapadera más bien anónima respecto al carácter del edificio y su única cualidad formal se deriva de la sutileza en que se componen los elementos que la forman.


Referencias

  1. Aparte referencias más o menos extensas en los textos que se han ocupado de la obra completa de Alejandro de la Sota desde distintas angulaciones (Baldellou, 1975; Sota, 1989; Rodríguez Cheda, 1994; De Llano, 1995), “el Gimnasio” ha sido objeto de atención particular, pero no completa, en guías y enciclopedias (Flores y Amann, 1967; Guerra, 1981; COAM, 1983; Flores y Güell, 1996;), ampliamente difundida en publicaciones especializadas (“Hogar y Arquitectura”, 43, 1963; 115, 1974; “Nueva Forma”, 107, 1974; “A+U”, 89, 1974; “Arquitectura”, 1981; “Quaderns d’Arquitectura i Urbanisme”, 152,1982; “UIA”, 2, 1983; “Arquitectura Viva, 1988; “Grial”, 109,1990; “Anales de Arquitectura”, 6,1995;), reseñada en obras generales (Doménech, 1968; MOPU, 1985; Solá (ed.) 1986; Ruiz Cabrero, 1989; G. G, 1989; “Architese”, 1990; “La Caixa”, 1995, 1996; Baldellou, 1995; Baldellou y Capitel, 1995) y catálogos de exposiciones sobre su obra (CRC, 1985; Harvard, 1987; COAM-MOPU, 1988; Xunta de Galicia, 1990; Junta de Andalucía, 1994).

Editores y colaboradores de este artículo ¿?
Alberto Mengual

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