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La Biblioteca Particular de los reyes siguió creciendo y desplazándose con sus propietarios durante los años que duró la construcción del nuevo palacio tras el incendio del [[Alcázar de los Austrias]] en 1734. Los inventarios conservados de época de Carlos III revelan el predominio del libro impreso en la biblioteca si bien se debe a la iniciativa de este monarca la incorporación a la Real Biblioteca de la colección de manuscritos de lenguas de América reunidos por [[Celestino Mutis]] en 1787.  
La Biblioteca Particular de los reyes siguió creciendo y desplazándose con sus propietarios durante los años que duró la construcción del nuevo palacio tras el incendio del [[Alcázar de los Austrias]] en 1734. Los inventarios conservados de época de Carlos III revelan el predominio del libro impreso en la biblioteca si bien se debe a la iniciativa de este monarca la incorporación a la Real Biblioteca de la colección de manuscritos de lenguas de América reunidos por [[Celestino Mutis]] en 1787.  


Las adquisiciones de libros más notables corresponden al reinado de Carlos IV. Entre las colecciones que ingresaron entonces cabe destacar las bibliotecas particulares de ilustrados como [[Mayans y Siscar]] y [[Francisco de Bruna]], Oidor de la Audiencia de Sevilla y amigo personal de [[Gaspar Melchor de Jovellanos]]. A estos fondos se añaden los muy numerosos libros procedentes de las bibliotecas particulares del [[conde de Mansilla]] y del [[conde de Gondomar]]. De este último conserva la Real Biblioteca no solo su magnífica colección de libros impresos y manuscritos sino una copiosa correspondencia que asciende a más de 20.000 cartas. Por su especial condición de Librería de la Corona, ingresaron también en la Real fondos de carácter archivístico procedentes del [[Archivo General de Simancas]] y de la [[Secretaría de Gracia y Justicia]]. De tal ministerio se trajeron, en virtud de Real Orden de 1807, los manuscritos de [[Francisco de Zamora]], [[Manuel José de Ayala]], [[Areche]] y la colección Muñoz.  
Las adquisiciones de libros más notables corresponden al reinado de Carlos IV. Entre las colecciones que ingresaron entonces cabe destacar las bibliotecas particulares de ilustrados como [[Mayans y Siscar]] y [[Francisco de Bruna]], Oidor de la Audiencia de Sevilla y amigo personal de Gaspar Melchor de Jovellanos. A estos fondos se añaden los muy numerosos libros procedentes de las bibliotecas particulares del [[conde de Mansilla]] y del [[conde de Gondomar]]. De este último conserva la Real Biblioteca no solo su magnífica colección de libros impresos y manuscritos sino una copiosa correspondencia que asciende a más de 20.000 cartas. Por su especial condición de Librería de la Corona, ingresaron también en la Real fondos de carácter archivístico procedentes del [[Archivo General de Simancas]] y de la [[Secretaría de Gracia y Justicia]]. De tal ministerio se trajeron, en virtud de Real Orden de 1807, los manuscritos de [[Francisco de Zamora]], [[Manuel José de Ayala]], [[Areche]] y la colección Muñoz.  


El incremento de libros en la colección real fue constante desde el nacimiento de la Biblioteca. Herencia de su fundador, Felipe V, fue también el propósito renovado por sus sucesores de enriquecer la librería con cosas «singulares, raras y extraordinarias». Consecuencia de esa secular tradición que tiende a reunir la biblioteca y el museo es el ingreso en la Real de los magníficos álbumes de Historia Natural y de Antropología de Vilella en época de Carlos IV; o el aumento, secundado por todos los monarcas, de la colección de partituras musicales manuscritas e impresas, tan vinculada a la reina [[Bárbara de Braganza]], o la incorporación del Monetario de Baldiri en tiempo de Fernando VII. A la muerte de este rey la biblioteca se había enriquecido con una exquisita serie de encuadernaciones y los libros, cada vez más numerosos, se trasladaron al lugar que actualmente ocupa la Real Biblioteca.  
El incremento de libros en la colección real fue constante desde el nacimiento de la Biblioteca. Herencia de su fundador, Felipe V, fue también el propósito renovado por sus sucesores de enriquecer la librería con cosas «singulares, raras y extraordinarias». Consecuencia de esa secular tradición que tiende a reunir la biblioteca y el museo es el ingreso en la Real de los magníficos álbumes de Historia Natural y de Antropología de Vilella en época de Carlos IV; o el aumento, secundado por todos los monarcas, de la colección de partituras musicales manuscritas e impresas, tan vinculada a la reina [[Bárbara de Braganza]], o la incorporación del Monetario de Baldiri en tiempo de Fernando VII. A la muerte de este rey la biblioteca se había enriquecido con una exquisita serie de encuadernaciones y los libros, cada vez más numerosos, se trasladaron al lugar que actualmente ocupa la Real Biblioteca.  
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