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Torres de la catedral de Valladolid

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Torres de la catedral de Valladolid

El arquitecto del siglo XVI Juan de Herrera había concebido para la catedral de Valladolid la construcción de cuatro torres, dos en las esquinas de la fachada de los pies y dos más pequeñas en las esquinas de la cabecera. Estas dos últimas nunca llegaron a construirse y de las otras dos se levantó la del oeste en el siglo XVIII y la del este en el siglo XIX. En su alzado, según los planos, las torres constan de tres cuerpos y se rematan en media naranja y linterna. El tercer cuerpo debía servir como campanario.

Torre del lado del Evangelio[editar]

Entre 1703-1709 y siguiendo las trazas de Herrera se levantó la torre de poniente que los vallisoletanos llamaron la Buena Moza. Años más tarde cuando se construyó el segundo cuerpo de la fachada con las trazas de Churriguera, se modificó la torre añadiéndole un cuarto piso ochavado para campanario donde se instaló un número superior de campanas al proyectado por Herrera, cerrándolo con cubierta de cascos de sección ojival. Entre el segundo piso y el tercero se instaló un reloj. Dirigió la obra el maestro de cantería Antonio de la Torre.

A partir de 1726 la torre empezó a presentar problemas y a instancias del arquitecto benedictino fray Pedro Martínez se procedió a hacer una primera reparación. Pero el agrietamiento persistió y de nuevo en 1746 tuvo que ser reparada por el arquitecto fray Antonio de San José Pontones. En 1755 sucedió el terremoto de Lisboa y su estructura sufrió grandes daños. El vallisoletano Ventura Pérez fue testigo de los acontecimientos de ese día. En su libro Diario de Valladolid da cuenta de los hechos:

Año de 1755, día de Todos los Santos, primero de Noviembre, a las diez de la mañana poco más o menos, vino un grande terremoto y temblor de tierra […] que toda la ciudad bamboleó […] hasta los mas eminentes edificios […] y torres, como fue la de la Catedral, que del bamboleo que dio sonó el reloj; […] En la Santa Iglesia, a donde yo me hallé en ese tiempo, toda la iglesia se bamboleó, y todos los canónigos echaron a correr y dejaron la iglesia sola, que no quedamos en ella más que el Ilmo. Sr. D. Isidoro Cosío, obispo de ella, su coadatario, un vecino de esta ciudad […] y mi persona. […]

Pasaron unos pocos años hasta que en 1761 hubo que pedir seriamente ayuda al arquitecto Ventura Rodríguez que por aquellos días se encontraba en Valladolid. El arquitecto estudió los desperfectos de la torre y buscó un remedio que duró hasta 1841, en que finalmente se derrumbó parte de la estructura. Las obras consistieron en Enzunchar la torre con cadenas de hierro que se encargó de fabricarlas en Elorrio el maestro Rafael de Amezua. El maestro cerrajero de Valladolid Francisco Ruiz fue el encargado de colocarlas.

Derrumbe de la torre en 1841[editar]

El mes de mayo de 1841 había comenzado en Valladolid con muy mal tiempo, con lluvias torrenciales y vientos de mucha fuerza. Durante todo el mes siguió más o menos la lluvia y el viento. El 31, segundo día de la Pascua de Pentecostés, se celebraron en la catedral los Oficios correspondientes y los vallisoletanos se disponían a ir a la romería del Carmen, según costumbre. A las 12 de la mañana arreció el temporal de agua, viento y granizo y los ciudadanos tuvieron que ponerse a refugio en sus casas. A las 3 de la tarde cesó la tormenta y la vida volvió a su quehacer diario. Horas después, cerca de las 5 de la tarde Valladolid se vio conmocionada con un ruido terrible y las casas cercanas sintieron una gran trepidación como consecuencia del derrumbe de la torre que se había venido abajo casi por completo, a partir del último cuerpo, el ochavado, donde estaban colocadas las campanas, arrastrando gran parte del tercer y segundo cuerpo, con el reloj incluido. Una parte del derrumbe cayó a plomo sobre la fábrica de la catedral, sobre la capilla del Sagrario, destrozando la bóveda, y otra parte cayó sobre el lado que daba a poniente, cegando momentáneamente el cauce del río Esgueva. En su caída se llevó por delante las bóvedas, vigueteados, escaleras, balaustradas y cornisamientos y el antiguo rollo conocido como el León de la catedral que había sido trasladado desde la plaza de Santa María al atrio de la catedral.[1]

Tanto el historiador Matías Sangrador y Vítores como el periodista y escritor José Ortega Zapata narraron punto por punto estos acontecimientos. Ortega Zapata lo comentaba así:

[…] fue como si hubiesen disparado muchos cañones a la vez; y la ciudad y las habitaciones de las casas se vieron envueltas en densísima nube de polvo, casi impalpable, pero que asfixiaba […]

No hubo ningún muerto y sólo dos personas resultaron dañadas: el campanero Juan Martínez y su esposa Valeriana Pérez que tenían su vivienda en la torre. Al campanero le dio tiempo de cobijarse en uno de los vanos del tercer cuerpo que por fortuna no cayó con el derrumbe, pero la campanera cayó junto con los elementos de la torre que la “depositaron” entre escombros en la capilla del Sacramento, protegida por una viga. La mujer pasó 30 horas en aquella posición hasta su rescate; estaba maltrecha y muy golpeada pero con vida.

Intervención de las autoridades[editar]

Las autoridades municipales, civiles, militares y religiosas acudieron sin demora al lugar de los hechos y se reunieron para decidir urgentemente los pasos a seguir. Llegó el alcalde Mariano Campesino, las tropas de guarnición, organizaron grupos de observación para estar alertas a posibles nuevos desprendimientos, otros grupos para el orden público, otros para salvaguardar el resto de la catedral y evitar el pillaje. También llegó para ayudar, un grupo de presidiarios de los que estaban recluidos en las dependencias del monasterio de san Pablo. A continuación llegaron los arquitectos, los maestros de obra y varios albañiles, todos portando su herramienta.

Decidieron trasladar todos los objetos de la iglesia a otras parroquias y el alcalde tomó posesión de las llaves de las puertas para dejarlas bien cerradas pero que los obreros pudieran entrar y salir en el transcurso de las obras que empezarían muy pronto. El Cabildo agradeció a todos su presencia y ayuda y así lo hizo constar en el Libro de Actas:[2]

[…] ofreciendo unos y otros del modo más expresivo y generoso todos sus medios para suabizar[3] la triste situación en que se hallaba el Cabildo. […]


Desmonte de las ruinas[editar]

El informe de los arquitectos a la vista de cómo había quedado la torre fue desesperanzador: “El estado que presenta la torre es completamente desesperado”. El Ayuntamiento tenía prisa por emplear medidas eficaces para evitar daños mayores de futuros desprendimientos de las ruinas que aun quedaban en pie. Se procedió en primer lugar a despejar toda la zona de los Escombros caídos y una vez realizado este trabajo y siguiendo los consejos de los profesionales, se tomó la decisión de hacer el desmonte de la parte de la cúpula y del octógono que se mantenía en pie de forma muy insegura. Tanto el Ayuntamiento como el Cabildo se encontraban bastante escasos de fondos pero además no era fácil encontrar gente que quisiera hacer un trabajo tan peligroso. Fue entonces cuando se presentó voluntario Francisco González, un presidiario que cumplía condena por homicidio y que presentó un plan para proceder al desmonte, con un presupuesto bastante bajo de 10.500 reales y como pago de su trabajo, la exención de su pena; los arquitectos estudiaron y aprobaron el plan que se fue desarrollando con éxito y que concluyó el 14 de agosto de 1841.

Pero las autoridades no se conformaron con el desmonte de lo estrictamente ruinoso considerándolo insuficiente y decidieron que debía continuarse hasta llegar al primer cuerpo de la torre, es decir a la misma altura en que se encontraba la base de la torre de la parte este. Francisco González estuvo de acuerdo en seguir con la obra emprendida, pero esta vez cobrando, ya que había cumplido con lo pactado anteriormente.[4] El Ayuntamiento le entregó 170.000 reales y la demolición continuó hasta la altura en que puede verse en la actualidad (2008). Mientras tanto se iba haciendo muy despacio la labor de despejar los escombros acumulados de nuevo, salvando en lo posible los materiales que pudieran servir. Los compró el Ayuntamiento y se ocupó de su traslado, pero el resto de Cascotes y escombro inútil permaneció en el sitio hasta el año 1843. También se fueron abriendo las calles afectadas, para que la ciudad volviera poco a poco a la normalidad.

Así quedó la primera y única torre de la catedral que nunca más fue levantada de nuevo. La catedral quedó sin torre, sin campanas y sin reloj. Las campanas y el reloj eran todo un símbolo y una necesidad para la población que confiaba tanto en unas como en otro, para los acontecimientos religiosos y de otra índole y para la distribución de su tiempo. La torre de la catedral y su reloj se veían desde cualquier punto de Valladolid y esa referencia se había perdido para siempre. Por eso a finales de siglo, en 1880, las autoridades eclesiásticas y municipales decidieron levantar una nueva torre, esta vez en el lado contrario.

Torre del lado de la Epístola[editar]

La segunda torre, la que se conserva, es obra del siglo XIX. Su planta cuadrada estaba ya edificada en simetría con la torre de poniente. Tiene dos cuerpos cuadrados y dos octogonales, el último rematado por una cúpula que a su vez sostiene la estatua del Sagrado Corazón colocada en 1923. Empezó a construirse en 1880 bajo planos y dirección del arquitecto de la diócesis Antonio de Iturralde Montel que en las actas capitulares consta como Arquitecto Director de las obras de Reedificación de la Torre de la Santa Iglesia Metropolitana. Se inauguró solemnemente en 1885 aun cuando las obras no estaban terminadas.

Inauguración de la torre[editar]

El 4 de abril de 1885, Sábado Santo, tuvo lugar la solemne inauguración de la torre aunque no estaba concluida pues de los ocho ARCOs destinados a campanas solo tenía rematados dos. El acto comenzó con el toque a Gloria de la campana dedicada a San Miguel Arcángel, que procedía de la antigua torre derrumbada y que se había guardado y conservado.[5] En agosto de este mismo año de 1885 se terminaron los arcos restantes y a las 5 de la tarde del día 11, el arzobispo de Valladolid Benito Sanz y Forés, en otra solemne ceremonia bendijo los arcos concluidos y la colocación de las otras 5 campanas. Todavía quedaba por terminar el remate de la balaustrada, la cúpula y una linterna con que debía rematarse el proyecto. La falta de recursos hizo que de momento se cubriera con un tejadillo plano provisional a la espera de su culminación que llegaría bastantes años después.

Fin de las obras[editar]

En 1923 continuaron las obras para la culminación. Se construyó la cúpula, pero la linterna proyectada fue sustituida por la estatua del Sagrado Corazón, obra del escultor Ramón Núñez y en 1924 con la instalación del pararrayos en la estatua, se dio por finalizada la obra de la construcción de esta torre que se había iniciado en 1880.

Descripción de la torre[editar]

s de madera. En un rincón se inicia la Escalera de Caracol que conducirá a los cuerpos superiores.

Los dos cuerpos siguientes son de planta ochavada y arrancan desde la terraza del segundo cuerpo que está protegida por una pequeña cerca de piedra. Esta parte se llamó torre de los vientos por estar cada ventana orientada en la dirección de un viento.[6]

Entre los dos cuerpos hay un espacio delimitado con moldura en cuyas paredes más anchas se han colocado cuatro esferas de reloj. El primer cuerpo tiene ocho ventanas con arco de medio punto; desde este espacio era costumbre suspender la Matraca en Semana Santa. El segundo cuerpo es el destinado a las campanas. Sus ocho ventanas tienen antepecho con balaustrada. Este cuerpo termina con una terraza protegida por una barandilla de hierro. En esta zona se dispuso el altar el 24 de junio de 1923 en el que se dijo la misa de la inauguración. Sobre esta terraza está levantada la cúpula de 10 m de diámetro y 6 de altura que a su vez soporta la estatua del Sagrado Corazón. Para acceder a esta estatua se construyó una escalera de madera en el interior del cuerpo octogonal, desestimando las propuestas de otros materiales como hormigón o piedra artificial.

El reloj[editar]

Entre los dos cuerpos de la parte octogonal se encuentran las cuatro esferas del reloj, esmaltadas y de color blanco. La Maquinaria está situada dentro, en el centro, de donde parten las barras que mueven las manillas de las cuatro esferas.

Las campanas[editar]

A partir del derrumbe de la torre en 1841, los toques de campana se vinieron haciendo en la cercana iglesia parroquial de la Antigua. Cuando en 1885 se hizo una primera inauguración de la torre, se colocó la campana dedicada a San Miguel, como ya se ha dicho. Esta campana pesaba 150 arrobas y llevaba la inscripción de:

Laudate Dominum in cimbalis bene sonantibus

Las demás campanas se colocaron cuando se terminaron de hacer los arcos restantes. Fueron bendecidas solemnemente por el obispo Benito Sanz Forés a las 5 de la tarde del 11 de agosto de 1885.[7] Cada una tenía grabada la imagen del santo a quien estaba dedicada, un crucifijo y una leyenda. La campana mayor no volteaba por ser la dedicada al reloj. Estas campanas habían sido encargadas a la empresa Delfa Español de Bilbao.[8] En este año la torre estaba todavía sin concluir a falta de la balaustrada y linterna. Se cubrió con un tejadillo provisional y encima, un pararrayos.

La estatua del Sagrado Corazón[editar]

El arzobispo Remigio Gandásegui y Gorrochátegui fue el promotor de la estatua del Sagrado Corazón y de su colocación sobre la cúpula. Por aquellos años la devoción al Sagrado Corazón se había extendido al universo católico y en Valladolid contaba con el antecedente del padre Bernardo de Hoyos[9] cuya veneración aumentó en la segunda mitad del siglo XIX.

La estatua se pudo hacer gracias a la suscripción pública y su autor fue el escultor Ramón Núñez, natural de Cádiz que llegó a Valladolid en 1911 para cubrir la cátedra de Modelado en la Escuela de Bellas Artes. El autor hizo primero un modelo de tamaño natural, en barro y a partir del modelo la estatua de hormigón, hueca y de 10 cm de espesor, con una altura de 8 metros. Jesús está representado con túnica ceñida por un cinto y en el pecho tiene el corazón con la corona de espinas. Está colocada sobre un pedestal de metro y medio de alto. En el interior de la cúpula está la armadura de hierro que soporta la escultura; fue construida en los talleres Gabilondo.

El monumento se inauguró el 24 de junio de 1923. El arzobispo dijo misa desde lo alto de la torre en la terraza que estaba cubierta de guirnaldas y flores, a la que asistieron unas 100.000 personas entre las que se distribuyeron 24.000 comuniones.[10] Al año siguiente el electricista Manuel Rodríguez colocó el cable-pararrayos que baja por la parte posterior del monumento y se desliza por la torre hasta llegar a tierra.

Artículos relacionados[editar]


Referencias

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Referencias e información de imágenes pulsando en ellas.
  1. José Ortega Zapata, Solaces de de un vallisoletano setentón. Universidad de Valladolid y Caja de Ahorros Popular de Valladolid, 1984. ISBN 84-86192-21-8, página 84.
  2. ACV, Libro de Actas, sesión extraordinaria de 31 de mayo de 1841.
  3. Con b en el original.
  4. AMVA, Libro de Actas, sesión de 14 de agosto de 1841.
  5. GARCÍA-VALLADOLID, Casimiro G. Valladolid, recuerdos y grandezas. Tomo I. Edita Grupo Pinciano. Edición facsímil. ISBN 84-500-4066-3, página 341.
  6. En tiempos pasados era costumbre relacionar los puntos cardinales y los vientos a imitación de la Torre de los Vientos de Atenas, obra del siglo IV a. C.
  7. GARCÍA-VALLADOLID, Casimiro G. Valladolid, recuerdos y grandezas. Tomo I. Edita Grupo Pinciano. Edición facsímil. ISBN 84-500-4066-3
  8. Profesor Juan José Martín González.
  9. Véase el artículo Santuario Nacional de la Gran Promesa
  10. Boletín Oficial Eclesiástico, Valladolid 1923.


Notas[editar]

Bibliografía[editar]

  1. Martín González, Juan José. Catálogo Monumental. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid. Primera parte, tomo XIV. Edición facsímil 2001. Diputación de Valladolid. ISBN 84-505-0917-3
  2. Urrea Fernández, Jesús. La catedral de Valladolid y Museo Diocesano. Editorial Everest. ISBN 84-241-4856-8
  3. URUEÑA PAREDES, Juan Carlos. Rincones con fantasmas. Un paseo por el Valladolid desaparecido. Ayuntamiento de Valladolid, 2006. ISBN 84-95389-97-5
  4. Luengo Sánchez, Jorge. El nacimiento de una ciudad progresista. Valladolid durante la regencia de Espartero 1840-1843. Ayuntamiento de Valladolid, 2005. ISBN 84-95389-96-7
  5. García-Valladolid, Casimiro G. Valladolid, recuerdos y grandezas. Tomo I. Edita Grupo Pinciano. Edición facsímil. ISBN 84-500-4066-3
  6. Varios autores. Guía de arquitectura de Valladolid. Editorial Consorcio IV Centenario de la Ciudad de Valladolid, 1996. ISBN 84-85022-66-1
  7. Ortega Zapata, José. Solaces de de un vallisoletano setentón. Universidad de Valladolid y Caja de Ahorros Popular de Valladolid, 1984. ISBN 84-86192-21-8
  8. Pérez, Ventura. Diario de Valladolid (1885) . Edición facsímil. Grupo Pinciano, Valladolid 1983. ISBN 84-7231-944-X



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