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Quinta Presidencial de Olivos

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Quinta Presidencial de Olivos

En 1941 la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina dictaminó que se llamara Quinta Presidencial de Olivos (más comúnmente llamada Quinta de Olivos) a la actual residencia del Presidente de dicha nación, situada en la localidad de olivos, Partido de Vicente López, provincia de Buenos Aires, cumpliendo así con el deseo de Carlos Villate Olaguer, quien al fallecer en 1918, dejó escrito en su testamento que donaba al estado la chacra en la que había vivido tanto él como su tatarabuelo el Virrey Antonio de Olaguer y Feliú para que se la utilizara con el mencionado fin.

La construcción del chalet presidencial fue realizada en 1854 por Prilidiano Pueyrredón, miembro de una de las familias patricias de San Isidro e hijo de Juan Martín de Pueyrredón. En la quinta habitaron diferentes presidentes, entre ellos Juan Domingo Perón, quien muriera en ella durante el ejercicio de su presidencia el 1 de julio de 1974.

Historia

La Quinta perteneció al Brigadier Miguel de Azcuénaga, casado con su prima hermana, Justa Rufina Basavilbaso y Garfias. Fueron sus padres Vicente de Azcuénaga, natural de Dima, señorío de Vizcaya, y su madre, Rosa de Basavilbaso de Urtubia y Toledo, hija de Domingo de Basavilbaso y de Ignacia de Urtubia y Toledo, descendiente de Gabriel de Toledo y por la esposa de este último, Ana Ramírez de Figueroa y Vozmediano (correntina), descendiente de Ursula de Irala (nacida en Asunción, Paraguay, hija del célebre conquistador y gobernador Domingo Martínez de Irala y de la india Leonor, guaraní, hija del cacique Moquiracé). Rosita Basavilbaso, madre del Brigadier, por su manifiesta bondad, generosos sentimientos, especial belleza y prestigios sociales, fue la niña mimada de la sociedad bonaerense.

Miguel de Azcuénaga, "Miguelito" como le decía su cuñado Gaspar de Santa Coloma, hizo construir la casa que aún se conserva (pese a un incendio). El arquitecto fue nada menos que el prestigioso Prilidiano Pueyrredón.

La hermana de Miguel, Flora de Azcuénaga y Basavilbaso, era dueña de la quinta vecina, bautizada "San Antonio" por su marido, Gaspar de Santa Coloma; Gaspar le había puesto este nombre dado que su padre se llamaba Juan Antonio de Santa Coloma, al igual que su hermano, quienes eran devotos de San Antonio (Abad), como la mayoría de los vascos del pueblo natal de Gaspar, Arceniega y otros tantos pueblos del Camino de santiago. Gaspar, siendo uno de los hombres más ricos del virreinato, fue el albacea testamentario de Vicente de Azcuénaga (padre de Miguel), y se encargó de educar y criar a las familias de Azcuénaga y Basavilbaso, cuyos hijos quedaron huérfanos siendo jóvenes. Cuando murieron los padres de Justa Rufina Basavilbaso, Gaspar la convenció que se casase con su primo hermano Miguel de Azcuénaga, y es así que al poco tiempo contrajeron matrimonio. Otros notables criollos que también se criaron y educaron en lo de Gaspar fueron Martín de Álzaga y el padre de Esteban Echeverría, además de sus numerosos sobrinos. Así, el clan Santa Coloma-Azcuénaga-Basavilbaso fue el más poderoso del virreinato. Incluyó al virrey Olaguer Feliú, casado con "Anita" de Azcuénaga, la primera virreina criolla, y precisamente uno de sus descendientes, Carlos Villate Olaguer (Olaguer y Feliú), fue quién donó la "Chacra de Olivos"; y a la familia Urien, ya que Domingo Ignacio Urien (natural ilustre de la villa de Bilbao, Señorío de Vizcaya), estaba casado con la hermana de Rosita, María Victoria Basavilbaso (siendo sus padrinos de bodas Don Miguel de Azcuénaga y Doña Rosa Basavilbaso).

La construcción

La construcción del hoy chalet presidencial fue realizada en 1854 por Prilidiano Pueyrredón a pedido de Miguel José de Azcuénaga, hijo del brigadier Miguel. La posición de la casa sobre la barranca que antiguamente dominaba el Río de la Plata (actualmente más alejado de la antigua costa, debido a los posteriores rellenos costeros), influyó en el planteo arquitectónico, heterodoxo y romántico, elegido por su arquitecto. La casa fue pensada en términos de direcciones que irradian del centro hacia el paisaje lacustre. Fue planteada en terrazas de tres niveles que se van achicando hasta convertirse en un mirador. La planta tiene resonancias barrocas y ventanas muy amplias, cosa rara para la época. Debido a estas ventanas y su forma parecida a la de los palomares de la época, Miguel José la llamaba «la pajarera».

Referencias

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Referencias e información de imágenes pulsando en ellas.

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Julio A. Luqui Lagleyze: «Capítulo 18: Algunas Quintas», en El Partido de Vicente López en el pago del Monte Grande. Buenos Aires: Fundación Banco de Boston, 1989.



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Alberto Mengual, Ana

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