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Depósito de aguas de El Cristo
El Depósito de aguas de El Cristo situado en Loma del Picayón, en Oviedo, fue construido en 1928 con proyecto del Ingeniero de Caminos Ildefonso Sánchez del Río.
Entre 1924 y 1940, Ildefonso Sánchez del Río desempeña el cargo de Ingeniero Municipal del Ayuntamiento de Oviedo, realizando en este periodo de tiempo importantes obras públicas. Su obra estará vinculada desde un principio al hormigón armado, material del que Sánchez del Río valoraba especialmente su admirable docilidad constructiva.
En 1928 proyecta el IV Depósito de Aguas de Oviedo para cuya ubicación se eligió el alto de Buenavista, lugar descampado en los años veinte pero que actualmente forma parte ya del suelo urbano de la ciudad.
Apoyándose en sus indudables facultades creativas y en las posibilidades estructurales que le ofrecía el hormigón armado, abandona las formas corrientes, por considerarlas "menos racionales, menos constructivas y menos bellas" para buscar en cada caso la forma más lógica y ventajosa.
Así como en el III Depósito de Aguas que el mismo proyecta con anterioridad asume, tratándose de una ampliación, el tipo convencional (vaso rectangular construido con muros de mampostería y cubierta de hormigón armado sobre pilares) en este proyecto, libre ya de toda atadura, buscará una forma nueva, "la más lógica para un Depósito de aguas de la capacidad fijada". Para el recinto del agua plantea una forma teórica, cuyo cilindro central, utilizado para albergar la cámara de llaves, contrarresta el empuje de los nervios radiales que de él arrancan y que en su otro extremo se apoyan en pesados contrafuertes de manpostería. Exceptuando estos contrafuertes el resto del edificio, incluyendo el forjado que rellena el espacio libre entre nervios, se construye en hormigón armado.
Como sucede con el resto de sus obras Sánchez del Río persigue la claridad formal de la solución elegida, anteponiendo la razón estructural y constructiva que soporta la solución proyectada a los laboriosos cálculos.
A pesar del carácter utilitario de la obra, el ingeniero dedica especial aten ción al emplazamiento del edificio, capaz incluso de condicionar su propia forma: "el lugar y la gran visibilidad que había de tener el nuevo depósito debí do a su situación espléndida, fueron tal vez las primeras causas que hicieron pensar en la necesidad de buscar un proyecto que armonizase con todo aqm'l ambiente singularmente bello y altivo, desafiante de los grandes macizos mon tañosos: la cordillera Cantábrica y montes del Aramo al Sur y del Naranco al Norte".
Aunque con su aspecto final con reminiscencias de ciertas arquitecturas expresionistas de los años veinte tan alejadas geográfica y culturalmente, el edificio no persigue tanto la integración como cierta idea de transitoriedad.
Sánchez del Río muestra también su preocupación por el interior del edificio. Para evitar el ambiente tenebroso que solían tener los depósitos y permitir al mismo tiempo su ventilación, diseñará unas ventanas elípticas protegidas con unas viseras realizadas también en hormigón armado.
Esta armoniosa obra, todavía en uso, deja traslucir la idea que su autor tenía de esta clase de construcciones, que llega a considerar como verdaderos "templos de agua".
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